María Biempica
Meter un gol por la escuadra
Aprovechando la jornada de huelga acompañé a mis hijos hasta los campos de fútbol municipales ya que este año nos hemos propuesto que me enseñen a jugar a este deporte por el que suspira medio país. Nos metimos los tres a hurtadillas dentro de las instalaciones y tras preguntar a unos chicos que entrenaban en el campo contiguo si podíamos jugar allí, nos confirmaron que claro, que podíamos aprovechar hasta que el conserje nos echase.
Mis hijos dudaron, pero como buena madre les ordené que se pusiesen las botas de tacos pues no podíamos perder ni un minuto para que me enseñasen a tirar una falta, picarla, hacer un buen sombrerito, una rabona y meter un gol por la escuadra, que es precisamente lo que hicimos durante mis dos horas de entrenamiento.
Quiero creer que aunque una no tenga botas de tacos tan mal no se me dio y aprender a jugar en un campo de ese nivel es un verdadero privilegio.
Llevo a entrenar dos veces a la semana a estas instalaciones a mis hijos y nunca he dudado del innegable esfuerzo que clubes, entrenadores, deportistas e instituciones realizan por mantener vivo el sueño de tantos niños. Y el de sus padres.
Caminando exhaustos de regreso a casa les confieso a mis cachorros que ha sido el tercer mejor día de mi vida futbolística. Un partido disputado en Walmara, Etiopía a las seis de la mañana y sin desayunar, ya que me parecía una falta de respeto hacerlo yo y no el resto de mi equipo ni mis contrincantes y en el que metí uno de los dos goles de aquella soleada mañana, fue el primero. El segundo, el partido anual de madres contra niños en el que un 2-30 no nos quitó a ninguna la sonrisa.
En el café, Honorio me dice orgulloso que él también metió un golazo por la escuadra, que tiene hasta un vídeo para demostrarlo. La próxima vez llevaré la cámara.