Félix Hernáez Casal
Golpe de teatro maravilloso
En los instantes previos a que Alex Fernández botase la falta decisiva no tuve más remedio que acordarme de alguna tarde vivida en los años ochenta.
Es muy posible que esos recuerdos me llegasen maquillados por el irresistible paso del tiempo y por la magia con la que indudablemente un adolescente vivía el ambiente de fútbol con la pujanza irresistible de los quince años. Pero el caso es que en esos momentos, mientras veía al árbitro amonestar a un jugador rival y a Alex posando, casi mimando, la pelota antes de golpearla recordé al fondo Norte del viejo Estadio de Pasarón dejándose la garganta y agarrando la valla que antaño rodeaba el campo tratando de empujar a la pelota para que no tuviera más remedio que alojarse en las redes de la portería contraria. Y también a esa grada de Preferencia enfervorizada, ruidosa y apasionada transmitiendo su fuerza para que la victoria se quedara en Pontevedra sin posibilidad de negociación.
Esa atmósfera especial, maravillosa y granate sin concesiones se vivió ayer entre el primer gol de Abel y esa falta producida en banda izquierda que acabaría con el remate de Bruno y el alborozo general al comprobar que ese balón acababa en el fondo de las mallas tudelanas.
Fue una celebración por todo lo alto. En el campo los jugadores literalmente tirados sobre el césped y recibiendo en una piña emocionante a los suplentes a los no convocados e incluso a los miembros del cuerpo técnico y en la grada entre abrazos y puños al cielo de unos aficionados que veían como su equipo se iba a acabar llevando una victoria que tan solo diez minutos antes parecía auténticamente imposible.
Y es que el triunfo conseguido ayer no es ni mucho menos uno más u otro cualquiera. Primero por su obvia importancia clasificatoria. Esta victoria nos aleja la friolera de diez puntos de la Ponferradina en vísperas de nuestra visita al Bierzo y nos coloca con ocho de margen respecto a un Valladolid B que solo pudo empatar en Burgos. Segundo por las importantes bajas del equipo que no podía contar con Mario Barco ni con sus dos laterales titulares cuya importancia para el conjunto resulta incuestionable. Y tercero por la entidad como visitante de un Tudelano cuyos números lejos de su campo resultan realmente llamativos (siete victorias, seis empates y solo dos derrotas en Santander y Vigo) y que además llevaba toda la segunda vuelta sin recibir gol lejos de Tudela.
Por todo ello cuando los navarros se pusieron por delante en una jugada a balón parado y el Pontevedra CF protagonizaba unos primeros treinta minutos inexplicables y con una alineación cuanto menos extraña, el panorama se presentaba realmente complicado para el equipo.
Optó Luisito de entrada por la opción más segura y previsible para paliar las bajas de los laterales. Adrián por la derecha y Bruno oficiando de lateral izquierdo. Pero el de Teo sorprendió a propios extraños con una especie de "nueve falso" (expresión odiosa que últimamente se ha popularizado en el fútbol) colocando a Añon por la derecha, Alex González por la izquierda y Mouriño por el centro en lugar de Mateu que ocupaba plaza en el banquillo.
El plan no funcionó ni con el empate sin goles ni por supuesto con el 0-1. Si Luisito quería darle más altura al equipo en previsión de la fortaleza navarra en ese aspecto con la presencia de Capi (lo que por otra parte no casa bien con la suplencia de Mateu), no se pudo evitar el gol rival tras el saque de una falta. Y si se quería jugar a ras de suelo en ataque buscando la velocidad y dañar así el sistema defensivo blanquillo tampoco se logró en ningún momento convirtiéndose el encuentro en un ejercicio de impotencia ofensiva granate que llegó a desesperar al público que en mayor número (quizá menos de lo esperado tras las medidas populares tomadas por el club) poblaba las gradas del ex vetusto la tarde de ayer.
Luisito (que podrá tener defectos pero que entre ellos no se encuentra la falta de reflejos y su capacidad de reacción en el banquillo) se dio cuenta de que la "cosa" no marchaba y poco después de la media hora decidió sacar al ariete balear en sustitución del veterano central Capi. Trigo bajaba al central y Mouriño retrasaba algo su posición para que el Pontevedra pasase a jugar con algo más parecido a un 4-2- 3-1.
No es que se mejorase una barbaridad en ese último cuarto de hora del primer tiempo pero por lo menos los balones largos que hasta ese instante no habían hecho ni cosquillas al Tudelano empezaron a sembrar algo de inquietud entre los visitantes por la presencia del rubio jugador mallorquín.
Y tras el descanso se volvió a poner de manifiesto la tremenda versatilidad que este equipo tiene y que le permite tratar de buscar soluciones de muchas maneras diferentes. Luisito decide ponerse con defensa de tres (Portela, Bruno y Trigo) y colocar a Adrían por la derecha y Alex González por la izquierda a la altura del medio campo con Abel y Kevin. Mouriño se colocaba de media punta claro y Añón y Mateu en el ataque.
Con ese dibujo el Pontevedra logró dotar de algo de continuidad a su juego en los primeros quince minutos de la segunda parte y aún sin crear ocasiones claras parecía que el equipo se iba entonando y que algo podía pasar. Pero con el paso de los minutos el Tudelano volvió a asentarse y consiguió salir con mucho peligro a la contra sembrando el pánico en la defensa granate. En dos de esas contras los remates fueron defectuosos y muy desviados pero en la tercera apareció providencial un Edu Sousa que podrá tener algún problema en jugadas aéreas pero que bajo los palos sigue siendo un portento y sacando una pierna maravillosa evitó un 0-2 que habría acabado con el partido.
Con el paso de los minutos y ya con Eneko en el campo por Mouriño la derrota empezaba a parecer irremediable para todos los que allí estábamos. Pudo evitarla Añón en primera instancia pero su remate demasiado tardío se estrelló en el lateral de la red y los problemas físicos de Portela, sustituido por Alex Fernández, sólo añadían dramatismo y desesperación a la situación en el césped.
Pero una cosa está clara. A este Pontevedra sobre todo en casa no basta con propinarle una cuchillada que le haga trastabillar sino que hay que rematarlo sin piedad para que no se te revuelva y acabe dando la vuelta a cualquier situación que se le plantee.
Y el Tudelano acuchilló y amagó con el golpe final pero acabó por no darlo. Y en el 87 a base de fe, insistencia y cabezonería el Pontevedra provoca un corner que encuentra la cabeza de Abel Suárez que impacta con la pelota y la envía casi llorando pegadita al larguero de la portería de Pagola para conseguir el empate.
Parecía un botín nada desdeñable una vez presenciado el encuentro y los problemas que el equipo había tenido a lo largo del mismo. Pero lejos de conformarse los jugadores comprendieron que todavía existía una posibilidad de voltear el marcador y el público, algo achatado hasta ese instante por las circunstancias del partido, acabó por venirse arriba y aportar toda la fuerza de su aliento para llevar a sus hombres a "morir" en área contraria".
Se forzaron varios corners entre el entusiasmo general sin éxito y el portero navarro cometió el error de exagerar su estado físico tras un encontronazo con Bruno para darle al colegiado la excusa para alargar el partido.
Todo parecía acabado cuando Abel (ayer junto a Trigo principales sostenes del grupo) provocó una falta tan táctica como lógica para parar un contragolpe rival. Pero no. Esa falta se saca y el árbitro no pita. Se recupera la "bola" y sigue sin pitar. Y la dichosa pelota llega al extremo izquierdo y una falta clara nos da la última posibilidad.
Y ahora volvemos al principio del artículo. Con esos absurdos recuerdos en mi cabeza y con el "corajudo" Alex Fernández preparando con esmero la ejecución de la falta. Y el balón sale de la bota del ex ourensanista con precisión hacia el corazón del área. Y ahí aparece imperial elevándose entre todos el central Bruno (con apellido de rancio abolengo granate). Y esa pelota tras botar en el suelo se cuela en la portería del Tudelano para elevar el 2-1 en el marcador….
Ya se han enumerado las razones por las que la importancia de la victoria de ayer es verdaderamente capital. Pero además de esos motivos que convierten los tres puntos en determinantes, lo que pone de manifiesto el triunfo más allá de que pueda o no reflejar sobre la hierba los méritos de los dos equipos es la inquebrantable fe que posee este equipo. Una fe que le permite no entregarse en ningún momento y tener la capacidad de protagonizar remontadas tan importantes y extraordinarias como la de ayer. Ahora sí que el play off está muy cerca. El Pontevedra CF se lo ha ganado a lo largo de toda la temporada y falta certificarlo en este sprint final de la competición.
Lo que nadie podrá arrebatar ya a todo aquel que se sienta granate es el "subidón" de alegría e ilusión que pudo experimentar ayer cuando el cabezazo de Bruno nos hizo perder el "oremus" durante unos segundos. Yo mismo me descubrí saltando y celebrando el golazo como cuando tenía aquellos quince años y no me importaba dejarme la garganta cada vez que uno de los míos perforaba la puerta contraria.
Esto es el Pontevedra CF y sobran más comentarios.