María Biempica
El trastero
Alguien le dijo a mi madre hace mucho tiempo que el secreto de la felicidad de un matrimonio residía en tener una asistenta, armarios empotrados y un buen trastero y que tenías que tenerlo todo si no querías terminar separándote. Y qué gran verdad, pues no conozco ningún matrimonio bien avenido que no cumpla con estos tres requisitos. Supongo que por aquel entonces el aparcar el coche sería más sencillo, pero con el resto de las condiciones estoy totalmente de acuerdo.
Y es que cada vez le exigimos menos a la parte contratante y nos centramos en los pequeños placeres de la vida, como son el tener a alguien que te ayude en las tareas del hogar para no tener que afrontarlas tú después de levantarte a las siete de la mañana, preparar el desayuno a los niños, arreglarte escopeteada para fichar en hora en tu trabajo, comer cualquier cosa antes de volver a recoger a los niños para llevarlos a las actividades de turno, pues como mínimo deben ir a clases de futbol, inglés y batería si no quieres que Asuntos Sociales se encargue de llevarlos ellos mismos. El llegar a casa y encontrarte los baños hechos es de los mayores lujos de los que podemos disfrutar en esta vida y evita grandes discusiones maritales.
Los armarios empotrados son fundamentales. Entre la sociedad consumista en la que vivimos y el ligero toque de Diógenes que muchos tenemos ante nuestra incontrolable tendencia a acumular toda clase de gilipolleces, las casas se convierten en incómodas viviendas llenas de trastos que acumulamos tras años de convivencia y necesitamos muchos armarios empotrados en donde esconderlas. Y cuantos más armarios empotrados tenga tu matrimonio, más metros cuadrados útiles tendrás para escapar de tus hijos o marido cuando estés hasta el moño de ellos.
Y por último, aunque no por ello menos importante, todo matrimonio necesita un trastero. Es más, me atrevería a decir que hay momentos de nuestra vida en los que el trastero se convierte en el lugar más importante, pues queremos que los maridos se queden con los niños, la asistenta y los armarios empotrados para irnos nosotras a vivir a este emplazamiento tan poco valorado en un principio, pero que se encuentra alejado de cualquier problema y que tantas alegrías nos ha dado sin ser conscientes de ello. Y es que es precisamente en este pequeño habitáculo en donde guardas tus recuerdos de infancia, las viejas maletas que nos hacen rememorar cada viaje, los juegos de las navidades pasadas, el cómodo puff de soltera, los disfraces y hasta la arrocera. Custodian pedazos de nuestras vidas y en más de una ocasión hacen que uno se sienta como en su propia casa.