Vicente G. Rivas
Las diputaciones y sus presidentes
En más de una ocasión he dicho que las diputaciones provinciales son una especie de reinos absolutos, en los que el presidente de turno logra, mediante artes pocos claras o amenazas de desatención, mantener callados a trabajadores propios y alcaldes de distintos municipios.
El uso que algunos hacen de estas entidades creo que daría para una novela negra. Son curiosos los personajes que, ostentando el cargo de presidente, están al frente. Muchos sin estudios. Desde luego no seré yo el que defienda que haya que tener formación académica para dedicarse a la política, pero sí me da cierto resquemor el hecho de que desde ese puesto manejen millones de euros personajes cuyo mayor mérito curricular es "ser empresario", así, a secas, sin más explicación. Algunos me tacharán de clasista. "Sí claro, de siempre", les contesto. Conozco y he tenido el enorme placer de trabajar con muchas personas que, sin estudios darían más de una lección a algunos que presumen de carreras de no sé qué universidades. Lo que incrementa mi desconfianza es que los políticos que no disponen de una hoja académica, mienten o esconden esa circunstancia incluyendo unos estudios en la Conchinchina's University (en inglés queda mejor), que no conocen ni los conchinchiniqueños, o diciendo que son "empresarios". Por el contrario, esos de los que hablaba que saben bastante más que yo y que algunos representantes públicos de muchos temas, lo primero que dicen es "yo no tengo estudios" o "mi formación se quedó en el graduado escolar". No mienten; dicen la verdad. ¡Ay pero esos políticos que dan la vuelta para no mencionar su no formación! Lo siento pero dudo de ellos.
Llegan, precisamente, a presidir las diputaciones. Entran por no sé qué méritos y, a base de 'grandes acciones', se convierten en seres todopoderosos a los que ni siquiera los jefes de su partido son capaces, a veces, de meter en vereda. Y entonces llega Mariano Rajoy y propone restar poder a los ayuntamientos, cuyos representantes son elegidos por la ciudadanía, para dárselo en bandeja de plata a las diputaciones que dependen del voto político. Y vuelvo a sospechar.
Muchos dirán que las diputaciones resuelven problemas a los que no llegan las administraciones locales, en especial las pequeñas. Sí pero ¿para qué están las Comunidades Autónomas? ¿Por qué en las diputaciones los apellidos se repiten tanto? ¿Por qué dispone una diputación de un equipo técnico de comunicación que ya quisieran algunas televisiones si luego 'externaliza' ese trabajo a la empresa de algún amigo que, casualmente tiene un apellido que también se repite?
No sé. A mí, todo esto, me provoca cierto recelo. Dicen que los gallegos somos desconfiados. Será eso.
28.02.2013