Marisa Lozano Fuego
Libertofobia
Erich Fromm sostenía que el humano tiene miedo a la libertad. Yo creo que ella nos teme. La libertad, ese concepto utópico, tan perseguido y frágil, nos ansía.
La fabricamos, nos dibujan su rostro, la violamos. Nos dicen cómo debe ser. Comerciamos con cánones, patrones, la vendemos y la luchamos con pancartas, con canciones, con sangre… Pero le quedamos pequeños.
La vulneramos, destruimos. Ella, con su boquita libre, con sus ojos chorreando hambre, nos supera. Queremos domarla, vencerla. Queremos creer que la tenemos. Sabéis, es como atropellar el agua. Todos escuchamos los tópicos: "atrévete a ser libre", "la libertad de uno empieza donde acaba la ajena", "vive y deja vivir"…
Hermosos. Me pregunto, a lo largo de los siglos, cuántas veces se han practicado y cuántas vidas se han cobrado precio. Desde arriba, desde los lados, altavoces, publicidad y moda nos la chillan. Nos dejan sordos. Ella, la pobre, sigue muda. Reclamando un derecho a voto. Ansiando correr por un prado con pies descalzos y rostro desnudo. Porque la tememos, nos teme.
Y por eso nos esquivamos. Por eso coge carrerilla y se tapa con prejuicios, se maquilla las arrugas, vomita. Por eso escupe pólvora, envejece, se grapa las etiquetas al lomo. Su SOS desesperado está clamando por una vacuna inmortal. Vacuna contra la libertofobia.Libertad es ella, no es una, tiene mil rostros y ningún motivo. Tiene el bolsillo agujereado y los dados sin trucar. No asusta. Ella nos tiene miedo. Queremos inventarla, decirle cómo respirar. Y ella tiene su propia brújula. Sus propios pulmones. Tropieza, se desangra, ríe… igual que nosotros. Igual.
Quizás exista un anticuerpo para nuestra liberto fobia. Libertad no temblará entonces por hipotermia de latidos.