Manuel Pérez Lourido
Fichajes y traiciones
La semana pasada ocurrió un hecho inaudito que si no causó mayor conmoción entre la población más predispuesta a conmocionarse, fue porque había sido anticipado en los medios de comunicación. Con esa forma de avisar que consiste en lanzarlo como rumor insistente, darle visibilidad diaria en las cabeceras informativas y finalmente certificarlo mediante declaraciones explícitas de los antes presuntos y ahora implicados. En este caso los implicados eran tres: el FC Barcelona, el futbolista Neymar da Silva Santos y el París Saint Germain. Y el hecho inaudito era que uno de los clubes de fútbol más poderosos y exitosos del planeta se quedaba sin una de sus estrellas (la más joven y prometedora) a golpe de talonario. Ya le había sucedido esto en el año 2000, cuando el Madrid abonó la claúsula de Figo (en una operación que llevó a un tal Florentino a la presidencia del club merengue). Este tipo de clubes que son más que clubes (aunque unos lo vocean más que otros) no están acostumbrados a padecer lo que ellos hacen cada temporada con adversarios más pequeños. Terminan considerándolo una especie de afrenta y al futbolista en cuestión, un traidor. En casos como el del Barsa es peor todavía, porque no solo se traiciona al club, sino a toda Catalunya, y los paísos cataláns y al farero de Cap de Pere, por meter a Serrat por el medio. Claro que el seny catalán lo arregla después todo de una forma poética: basta con lanzar la cabeza de un puerco a la zona de corner cuando el traidor se dispone a sacar de esquina. Tal vez en el caso de Neymar se conforme la afición con arrojar una butifarra o unos calçots, a fin de cuentas se ha ido al PSG en vez de al Madrid. Pero la estupefacción que causa una maniobra de este calibre está ahí, haciendo su daño. Por ejemplo: el presidente de la LFP, señor Tebas, se quedó sin capacidad de reacción y, superado por la osadía del PSG y la aún mayor osadía de Neymar, se negó a aceptar el depósito del dinero que la claúsula de rescisión estipulaba como condición para la rescisión del contrato. Salvo que ese gesto no fuese resultado de su incomprensión y extrañeza, con lo que estaríamos ante una maniobra que la sabiduría popular denomina "brindis al sol". O sea, apuntarse a una ocasión para hacer amigos de acento catalán.
Ahora el FC Barcelona tiene una pasta gansa en caja. Dicen las malas lenguas que "falta le hace". Hagamos oídos sordos a esas calumnias y pensemos qué pueden hacer los culés. Yo pagaría la claúsula de un crack del Madrid y lo ficharía. Cualquiera, el que se dejase. O sea, el que estuviese dispuesto a coger el puente aéreo por un puñado de euros. Luego el Madrid asaltaría la hacienda de otro club de campanillas, talegada en mano, y así hasta que nos aburriésemos. Que es lo que va a pasar a fin de cuentas. Aburrirnos, me refiero.