José Benito García Iglesias
Pilar Bértola. La poetisa de la Moureira
En la zona de la Moureira, próxima a la plaza de Cornelis de Holanda, se encuentra una calle, prácticamente desconocida para la mayoría de los pontevedreses, que se la bautizó con el nombre de Pilar Bértola.
Pero si desconocido es el emplazamiento de la calle, igual o más desconocido para muchos de nosotros es el personaje que le da nombre.
Pilar Bértola fue una jovencita de la Moureira, poetisa y rapsoda que sobresalía por sus excelentes declamaciones. Considerada por los intelectuales de su época, con los que ella se relacionaba, como una excelente poetisa y una excepcional pensadora.
En los primeros años del siglo XX fue invitada por el Centro Gallego de Barcelona para realizar unas representaciones de poesía en la ciudad Condal; pero durante el largo viaje en tren, parece ser que por beber agua en mal estado, contrajo el tifus y falleció.
En su casa natal de la Moureira fue instalada una placa de bronce de grandes dimensiones decorada con el busto de una mujer joven y un texto en el que el Centro Gallego de Barcelona, que fueron quienes por suscripción popular costearon la lápida tallada por el cincel de Navarro, le rendían un homenaje por su triste y prematura muerte. Esto aconteció a comienzos del siglo XX.
Unos años después, en la década de los cuarenta, según nos dejó escrito Sabino Torres que participó en los actos, un grupo de poetas locales quiso homenajear a esta poetisa y rapsoda, desaparecida en plena juventud, con un recital en el que, además de leer diversos poemas, le ofrecieron “in memoriam” una corona de flores.
El emplazamiento de su casa, en plena zona de mancebía de la Moureira, no era lugar atrayente para la ciudadanía y el acto tan solo contó con la asistencia de los poetas y un nutrido número de muchachas que ejercían la prostitución en la zona. Entre unos y otras dejaron caer entre las flores sentidas lágrimas de recuerdo por la muchacha tristemente desaparecida, un generoso acto de amor con encanto y recogimiento de aquellas mujeres de la Moureira que lloraban, con profundo sentimiento, por la joven fallecida.
Ningún periódico recogió aquel acontecimiento, no era noticia y no despertaba el más mínimo interés, así pues, únicamente quedó en la memoria de los asistentes.
Hoy en ese lugar se contempla con tristeza lo que queda de la casa, una edificación de dos plantas con una gran balconada y que ahora está abandonada y semiderruida, que ya perdiera su encanto cuando se reconstruyó, parece ser después de sufrir un incendio, y en sus paredes vacías ya no se encuentra la gran placa de bronce que nadie sabe a dónde fue a parar ya que no se recolocó en su emplazamiento después de la reconstrucción de la casa.