José Benito García Iglesias
Pontevedra recibió entusiasmada a Eva Perón
Finalizada la II Guerra Mundial, España, sufrió un aislamiento total por parte de las potencias vencedoras y sus aliados. En esa situación el hambre y la miseria eran atroces y las cartillas de racionamiento para productos básicos alimenticios y de primera necesidad, vigentes desde 1939 hasta 1952, eran de uso obligado.
En ese contexto solamente un país se prestó a ayudarnos abiertamente, ese país fue Argentina, la carne y sobre todo el trigo a crédito que recibió España fue una bendición caída del cielo. Aristas aparte y tejemanejes de política internacional, USA incluido.
El pueblo estaba agradecido a Argentina y sobre todo a la figura de Eva Perón. Así, el 8 de junio de 1947, la primera dama argentina aterriza en Barajas donde la esperaba Franco acompañado de su mujer, su hija y los miembros del gobierno junto con diversas autoridades. Rodeada del clamor popular y el entusiasmo de las masas, Evita recorre nuestra geografía durante 16 días. Aquel éxito internacional del caudillo se ve empañado por los comentarios y discursos de la llamada madre de los descamisados.
Comentarios más propios de alborotadores sindicalistas a los que Franco y los miembros de su gobierno hacían de tripas corazón. Para rematar la faena, doña Carmen, esposa de Franco, como anfitriona debía acompañar a Evita durante toda la gira y no podía soportar pasar a ser una mera comparsa de quien no lo merecía mayor respeto.
Con casi dos horas de retraso, poco antes de las nueve de la noche del jueves 19 de junio de 1947, sonaron las salvas que anunciaban la llegada de Evita Perón a la Casa Consistorial de Pontevedra, hizo su entrada a los acordes de los himnos de España y Argentina, siendo aclamada por una entusiasmada ciudadanía. Venía acompañada por los ministros de Marina, almirante Regalado y del Aire, general Gallarza, además de un numeroso séquito.
Evita apenas estuvo una hora en nuestra ciudad, este tiempo lo repartió en visitar primeramente el Ayuntamiento, donde fue agasajada con un cálida y florida bienvenida del alcalde González-Posada que se deshizo en elogios hacia su persona.
Tras el discurso del alcalde fue el coro La Artística, de Educación y Descanso quien deleitó a la ilustre dama con un pequeño concierto de folklore gallego y el niño Francisco José Antonio Temes le entregó un ramo de flores a Evita que salió al balcón a saludar a unos enardecidos pontevedreses que no dejaron a aclamarla en ningún momento.
Luego se dirigió al palacio de la Diputación donde fue agasajada por el presidente, D. Rafael Picó, con un pequeño refrigerio para reponer fuerzas y continuar viaje hacia Vigo, donde pernoctó.
Al día siguiente acudió a la Escuela Naval Militar donde presenció la jura de Bandera y se le ofreció un vino en su honor y a las dos de la tarde se trasladó, para un almuerzo en la intimidad, al Palacio de Lourizán. Regresando a Vigo donde pernoctaría de nuevo.
El sábado día 21, Evita, después de almorzar nuevamente en el palacio de Lourizán, partía en dirección a Santiago de Compostela y a su paso por las calles de Pontevedra volvió a recibir las demostraciones de simpatía y afecto de las que se había hecho merecedoras.
En su visita a la Diputación recibió como regalo una espléndida vajilla y por el Ayuntamiento de Pontevedra le fue entregado un cruceiro, pero como no había dado tiempo de acabarlo se le entregó un boceto en miniatura que recibió como recuerdo personal. El original, a tamaño real, partió seis meses más tarde en el vapor argentino Córdoba que zarpaba del puerto de Vigo rumbo a Buenos Aires, el 23 de diciembre de 1947, llevando en sus bodegas, fuertemente protegido para garantizar su integridad, la mencionada escultura que llegó a puerto argentino a mediados de enero de 1948.
Lo que no se sabe con certeza es si dicho cruceiro todavía sigue en pie en algún lugar de la capital argentina.
Después de su gira de dieciséis días por nuestro país y con sus constantes alusiones a la libertad y a sus queridos descamisados, en el mismo momento en el que Evita se sube al avión tanto ella como los Franco, respiraron aliviados.