José Benito García Iglesias
La isla de Tambo (Segunda parte y última)
Con certeza no sabemos si ese asentamiento castreño, allá por el siglo VI a. C., fue el primero que hubo en la isla ni si le sucedieron otros posteriormente, pues ya no volvemos a tener más datos hasta el siglo VI d. C., cuando San Martín Dumiense, obispo de Braga, funda una ermita de la que no quedan restos porque un siglo más tarde el propio San Fructuoso propicia la construcción de un monasterio vinculado al convento benedictino de San Xoán de Poio. La leyenda afirma que San Fructuoso caminó desde la isla a Poio, donde fundó el monasterio de San Xoán, en la actualidad perteneciente a la orden mercedaria.
El monasterio de Tambo se convierte en priorato bajo la advocación de Sta. María de Gracia.
Un nuevo inquilino que vivió el aislamiento, esta vez forzado, fue Don Opas, obispo de Sevilla en el siglo VIII, quien fue enviado a Tambo como prisionero de Don Pelayo por haber servido de embajador de los sarracenos y con el objeto de alejarlo de aquella zona. Su estancia duró solo un año, siendo rehabilitado y volviendo a su cargo.
La isla cuenta también con su propia leyenda, la de Santa Trahamunda, una novicia que fue secuestrada en un ataque de los moros, según unas fuentes por Abderramán I y otras por su segundo nieto Abderramán II. Fue llevada a Córdoba para unirse al harén pero ante su negativa la encarcelaron durante once años.
Según nos cuenta la leyenda, el día 23 de junio pidió a Dios que la situase en Poio al día siguiente, día de San Juan Bautista. Un ángel le dio una rama de palma con la que se “trasladó” a Galicia. Más tarde, plantó la palma cerca del monasterio de Poio, donde germinó y se mantuvo hasta el siglo XVI.
La primera referencia documental de la isla es una donación del año 1105 hecha por el conde Don Ramón y a la que hace referencia el padre Sarmiento. En dicho documento se alude a la isla como Thalavo. Unos años más tarde, en 1116, en otra donación, esta vez a cargo de doña Urraca, se la menciona como Tanavo.
Hacia 1270, son tres caballeros de Pontevedra, Juan de Magallanes, Paulo Sotelo y Benito de Bouzas, los que se establecen como ermitaños en la isla. En 1460 será un tal Baldraes y en 1502 dos frailes franciscanos de los que desconocemos el nombre.
En 1589 Francis Drake arrasa la isla, el monasterio isleño fue destruido en este ataque, aunque se mantiene en pie la antigua iglesia monasterial dedicada a San Miguel y una hermosa fuente.
La imagen de la Virgen de Gracia fue arrojada al mar por los piratas y poco después recogida por los pescadores de Combarro que la escondieron entre sus redes y más tarde construyeron un santuario en el lugar de A Renda, donde todavía hoy se le rinde culto.
En el siglo XIX se establece un lazareto para cuarentena viajeros que pudieran padecer enfermedades contagiosas y que llegaban al puerto de Marín. Se pone en servicio en 1865 y funcionó hasta 1879, año en el que fue clausurado debido a las protestas de los pontevedreses, siendo trasladado a la isla de San Simón, en la ría de Vigo, debido al auge de la ciudad olívica en aquella época.
La isla cambió de propietarios en múltiples ocasiones, después de la desamortización de Mendizábal parte de la isla pasó a manos de particulares entre los que se encontraban los señores Montero Ríos y García Escudero quienes ceden los terrenos para la construcción de una penitenciaría que después de múltiples problemas no se tiene constancia de que fuese llevado a cabo su construcción.
Una vez se establece en Marín la Escuela Naval Militar, en el año 1943, la isla de Tambó pasó a pertenecer a la Armada como polvorín y arsenal militar y así se mantuvo hasta el año 2002. Ese año el Ministerio de Defensa dejó de considerarla un enclave estratégico y la Armada la “abandonó”.
Actualmente puede ser visitada por grupos o asociaciones en determinadas épocas del año, previa petición a la Armada y con la autorización de esta. Gracias a las restricciones que ha tenido en cuanto a visitas se considera que puede ser un autentico tesoro arqueológico y que nos podría aportar gran cantidad de datos relativos a toda la comarca.