Manuel Pérez Lourido
Master Blaster
Si alguna vez surge la oportunidad de titular un artículo de opinión igual que un exitoso tema de Stevie Wonder de 1980 en el que homenajea una canción de Bob Marley ("Jammin"), hay que hacerlo sin asomo de duda.
Contemplar como un cargo político miente ante las cámaras una y otra vez, una y otra vez, metida en una frenética huida hacia adelante en la que una falsedad obliga a otras, es algo que tendría que resultar escandaloso incluso en una democracia como la española. Alguien tendría que elaborar un video con todas las imágenes en las que la señora Cifuentes defiende la autoría de su supuesto master y añadirle las de sus compañeros de partido aplaudiéndola puestos en pie, corroborando con su ovación quién sabe qué. Tal vez, en un ejercicio de absurdo y ovino corporativismo, lo que celebraban era solo un asunto de ovarios y bravura, una extraordinaria capacidad para echarle morro a la difícil tarea de mentir sin pestañear, un gaje más de algunos oficios.
Una cinta de video con esos minutos replicados el suficiente número de veces hasta completar su minutaje podría operar del modo que lo hacía aquel famoso VHS en "La broma infinita”. En la genial novela de David F. Wallace el visionado de esa cinta provocaba en el espectador el irrefrenable deseo de contemplarla otra vez y lo incapacitaba para cualquier otra tarea. A lo largo de la novela, una serie de individuos, organizaciones y gobiernos intentaban hacerse con la copia original.
El paralelismo es obvio. La capacidad hipnótica de las frases de la señora Cifuentes y su modo de pronunciarlas, negando obstinadamente todas las pruebas acumuladas en contra de sus argumentos; el absoluto desprecio por el sentido común, la tremenda negación del más mínimo atisbo de inteligencia en esa forma de actuar es algo que solo las drogas estupefacientes pueden llegar a imitar. Vagamente.
Aunque estoy también convencido de que a muchas personas el repaso de este desvarío le produciría otro tipo de reacción. Estoy convencido de que a mucho de nosotros las imagenes de un cargo electo mintiendo como un bellaco, con total desparpajo e impunidad, lo que nos produce es algo parecido al terror.