Carlos Regojo Solla
Reflexiones de madrugada
Inusualmente, madrugo. Llevo unos días haciéndolo. "Salto" de la cama, salgo de la habitación y me acerco al PC a pasar el rato hasta que abro una página en blanco, limpia, perezosa, prometedora, desafiante …
Iniciar de madrugada, a poco de las seis, una página en blanco es todo un misterio. No me gusta esta soledad improductiva, este silencio inaprovechado; además me da chucho, me siento desasosegado y perdido. Nunca entendí la fuerza de voluntad de los madrugadores y los admiro. Si no encuentro pronto un tema sobre el que avanzar es muy probable que me vuelva a la cama y encienda la TV. Son ahora las cinco treinta del domingo, veintitrés de septiembre. Vaya por Dios, septiembre se nos muere otra vez!!
Pasan los minutos y nada. Estoy pensando en cerrar el ordenador durante una temporada e imbuirme en el ambiente melancólico del otoño, dejando que este avance para tomar unas notas sentimentales de la estación anual marcada como tercera en el repetitivo gran giro que la burbuja en la que vivo hace alrededor de la estrella milagrosa que no tardará en aparecer en la despejada mañana de hoy. Es una época que siempre despierta mi lado reflexivo acerca de la vida, ya desde septiembre, y que abarca poco más allá de octubre. Estoy deseando pillar el cambio de tonalidad en los colores de los árboles en los paseos y en el bosque, y en la luz, esa luz más nítida incluso entre las brumas; ir a los boletos, los níscalos y cantarelas; sacar fotos de entretiempo que es cuando realmente vivimos, porque, a poco que nos fijemos entenderemos que siempre vivimos entre entretiempos; tomar unos apuntes durante algunas pocas semanas y luego tratar de escribir algo.
La mente está en blanco, atascada. Algo me impide sortear la vida real para sumergirme en la fantasía, encontrar un tema por aquello de que la inspiración te pille trabajando. Sé lo que es, lo analizo durante un rato y siento como va dejando de tocarme los bemoles. Paro el tecleo leve y silencioso sobre las letras del monitor del ordenador y acude a mi el recuerdo de cuando, hace poco, otras teclas eran magníficamente ruidosas en la vieja "Olivetti", que dormita en una caja de plástico verde, aquella con timbre de llegada y recuperación engranada de palanca para los espacios, que aún conservo y que sabe Dios en que estado se encuentra. Prometo recuperarla, entre otras cosas de las cuales destacaría el regreso a los orígenes y, sobre todo, porque en ella escribió mi madre en sus horas solitarias cuando seguramente intuía el gran temido momento; (ya ves, Kabalcanty que algunos tenemos los mismos pecados para con nuestros viejos) Cuántos pensamientos dormirán en sus teclas ahora desajustadas y en la percusión de su mecanismo, seguro que aún con manchas de corrector en su vieja cinta de tela reseca, a media altura, sin posición definida entre aquellos colores rojo y negro! .
"Rojo sobre negro, tus labios en la oscuridad", ( otra vez Aute)
Cuando lo haga, cuando la recupere, escribiré una carta al cielo.
Levanto el culo y voy a la cocina.
He preparado un café revitalizador, abierto correos y sigo parado con la mente en blanco. Son ya cerca de las siete y regreso a esta página un poco más despejado. Releo lo anterior y lo dejo tal como lo leéis luego de corregir algún detalle. Me pierdo en las correcciones, supresiones, en el "cortapega" … Me hastía esa fase de este hobby que es escribir y a veces mando todo al carajo porque sé que la gente de Pontevedra Viva que me publica, en su inmensa comprensión, no me lo tiene en cuenta y aunque no puedan decirlo pasa como yo de los puristas, que también tienen derecho a existir. Por ello, luego de releerme mil veces y matizar algún error, cuando empiezo a encontrarme muy sobado, abro el correo y largo por la ruta del misterio la parida de turno a la que entrego lo mejor que tengo, a la espera impaciente y pueril de verme reflejado en unas páginas digitales con el convencimiento vergonzoso de mi precipitación; pero ya me da igual.
Tengo la ventana abierta y el frescor de la mañana que se abre entra con el ruido de las máquinas de limpieza que de seguro aprovechan esta hora para no obstaculizar el tráfico que abre la vida del trabajo y la actividad escolar . Rumorea ligeramente el ventilador del ordenador. Tengo una lamparita pequeña dándome luz indirecta y bajo esta luz escribo. El reloj siempre igual con su tac tac, sin tic, ( hasta en eso ha cambiado las cosas), ignorante de que ese tiempo que cuenta también pasa para él porque su pila y su maquinaria son a cada instante más viejas. Por qué no sonará el reloj por el día?
Se me antoja improvisar un poema dedicado al silencio o al reloj; tendría que pensarlo:
Qué eres, silencio?,
que en tu seno todo duerme
menos el tic tac del reloj
que se crece indiferente.
Mi mascota debe creer que estoy zumbado y me vigila desde un ojo, con la cara ladeada apoyada en las patas delanteras. Si la miro se incorpora con aire de esfinge egipcia y espera que yo defina mi mirada. Debe teber ganas de orinar pero no saldremos hasta las nueve. Vuelve a la posición inicial al ver que no hago nada.
Lo dicho, abrir correo y rematar el envío, como vaya escrito pero dedicado. Va un día después y acaban de dar las seis.
Un saludo mañanero. Aprovechemos el día que mañana tal vez estemos peor que la "Olivetti"( Perdón chicos de PV, por infringir la normativa. No va con ánimo comercial. Tan solo es un nombre para un recuerdo)
Carlos Regojo Solla