Cristina Ogando
La ironía política
¿Nunca han pensado la herencia que quieren dejarle a sus hijos?
Ya saben. Tierras, una casa, el coche, una buena cuenta corriente; cosas que podrían facilitarles la vida el día que ustedes no estén (aunque los impuestos de sucesión les compliquen mucho el tema).
A mí siempre me han dicho que la mejor herencia que podrían dejarme es la educación. Con estudios siempre podrás ir a cualquier parte y defenderte. No lo entiendes mucho cuando eres joven, pero a medida que creces, sabes agradecerlo. Como a mí, sé que a muchos otros se les ha dicho que la educación es casi un tesoro que debemos aprovechar y cuidar.
Y por eso mismo me revienta que haya personajes que jueguen con ella.
Ya al margen de la manía de este país de cambiar la ley de educación dependiendo de por donde sople el viento, yo fui la que sufrió los primeros años del llamado plan Bolonia. Mientras que mis compañeros más mayores de licenciatura me miraban con pena y me hacían «pat pat» en la espalda, me comí sus cuatro años de carrera, más máster. Ya saben, esa invención para quitarnos más dineros porque la universidad en si no es suficientemente cara.
Pero lo haces. Te quitas tus créditos, pagas tus tasas, cumples con el régimen estricto de asistencia obligatoria y ¡felicidades! Has conseguido el logro de educación. Toma un pin. Han sido de cuatro a seis años muy duros en los que seguramente una asignatura se te atascó. De horas interminables de madrugada estudiando donde tienes más café que sangre en vena y meses de ardua investigación para terminar tus trabajos finales.
Ahora mira al pipiolo ese del partido de la gaviota. Lo sacó por su cara bonita.
La dulce ironía de las diferentes clases sociales. Tú tienes que hacerlo todo legal porque como te baile un cero en la declaración de hacienda te llamaran a inspección. Mientras, la Juan Carlos I se dedicó a regalar títulos de máster y créditos como quien reparte panfletos por la calle. Si es que el nombre le va que ni pintado a esa universidad.
Y aunque no vengo a hablar de un caso que el Supremo ha cerrado, porque para nada hay que sospechar de unos jueces que llevan cuatro años allí sentaditos y puestos a dedo. No, no, solo vengo a hablarles de la ironía.
La ironía de quien se ha visto señalado por un tema, ataque sin descanso a otros con el mismo pretexto, pero sin tantas pruebas. Mientras que el ABC se hace eco con titulares tan neutrales como «La ministra que plagió su trabajo» o «Calvo traiciona su propia tesis al intentar amordazar al Senado en los Presupuestos». Que no se note para nada que no existe la prensa liberal y neutral.
Para empezar, continuar y concluir, me parece de lo más bajo por parte de la oposición acudir a la vida académica de sus rivales. Más que nada, porque sus propios líderes parecen haber escrito una novela de ficción solo con sus currículums.
Es decir, han echado a una ministra por plagio y lo intentaron con el actual Presidente. Y aquí una clase rápida sobre trabajos académicos, señores de la derecha. Entiendo que no los conozcan dado que su paso por la universidad debía ser, o solo para atender a las partidas de mus de la cafetería, o simplemente testimonial. Hay algo muy bonito, aburrido y tedioso que se llama citar. Citar implica que lo que dices, lo dijo antes otra persona y que coges sus palabras o ideas y como tal, lo marcas. Pero no me vengan con idioteces de que a alguien le ha salido un mínimo de porcentaje de plagio en un trabajo de cientos de páginas, porque hasta a mi me que salen faltas de ortografía en artículos tan pequeños.
Y por otro lado, si el señor Rivera ha demostrado ser más veleta que persona cambiado de izquierda a derecha cada vez que le convenía, no me parece mal que una mujer que ahora ostenta un cargo político, cambie de ideas después de treinta años. ¿Se imaginan lo mucho que puede cambiar una persona en ese tiempo? Si hace solo cinco yo odiaba el calabacín y ahora me encanta. Fíjense.
Es que la hipocresía, es gratis. Y mientras seas así contigo mismo o con tus amigos, tiene un pase. Pero cuando tienes que decidir por millones de personas, la cosa se pone mucho más difícil.
Con la educación no se juega, primer aviso señor Casado. Porque me parece deleznable que alguien que dijo hacer un postgrado en Harvard solo para hacerse el guay, venga diciendo que la forma de evaluar la elección del profesorado es clientelismo y endogamia. Creo que Cantó y él se sentaron un día a tomar un café con gotas y pensaron que estaba bien meterse con el programa de oposición. El cual, para empezar, ellos nunca tuvieron que sufrir, y para seguir, meterse con la Constitución y el principio de pluralidad lingüística que existe en el país.
Para funcionario público hay requisito de idioma. Yo lo sé y cualquiera que esté metido en ese infierno lo sabe. Yo no voy a poder irme a Valencia, Cataluña o a Euskadi porque no tengo el idioma. Igual que mi limitación existe para otras tantas personas de diferentes comunidades y nunca escucharás a nadie quejarse. Porque es justo. No quiero que venga alguien de Madrid o Cataluña a dar mi especialidad, porque es de las pocas que deben darse en gallego según el curriculum oficial. Y que un hipócrita con ínfulas de político venga a darme lecciones de elitismo y favoritismo no es algo por lo que me apetezca pasar.
Llámenme loca.