Pedro De Lorenzo y Macías
Las Palmeras: Aventura, sueños, curiosidad. La mona Chita. (Episodio primero).
Fotografía de Mónica Patxot ©
En los años 1955 nos ubicamos en la Barriada de Campolongo. ¡Mi panda de antaño no pudo venir conmigo! Ya había crecido, unos añitos.
Paseaba sólo, curioseando los recovecos del barrio. Había niños que habían llegado antes. ¡No me dejaban ser de su panda! Hubo discusión y nuestras peleas, terminando siendo amiguetes. "Los Apaches" nombre escogido por unanimidad. Hicimos tratados de paz con otros territorios y formamos una multitud de niños de entonces.
Un domingo me llevaron a las Palmeras para mostrarme a la mona Chita. Pensaba que era la de Tarzán. ¡Menudo chasco! Tenía una boca más grande que el buzón de correos; gritaba, chillaba como la Loca del Castañal. ¡Y su culo! ¡Menuda mierda! Grande, rojo, asqueroso.
Las niñas de entonces, chulitas, metomentodo y presumidas, nos insultaban, se reían de nosotros. LES GRITÁBAMOS: "Sois más feas que el culo de la Chita". Se iban llorando junto a sus padres, poniendo en peligro nuestra integridad.
Ese domingo estaba la Chita de un maleducado de aúpa. Nos sentamos en el estanque de patos, haciéndole burla. Una panda de mayores nos empujaron a nadar con los patos. Era bautizo obligado para ser admitido en esta idílica pradera. Uno nos contó que la Chita, de pequeña, era buena y jugaba con ellos; a veces se escapaba. Pues el Matagusanos se despistaba. Viendo nuestras caras de incrédulos nos mostró una fotografía.
Fotografía vellapontevedra.blogspot.com
¡Narices! Era cierto. ¡Qué tranquila y guapa entonces! Las abuelas tienen razón. "Los años, los años". ¿Por qué le llamaban Matagusanos al Jefe del Parque? Sería otro, el de ahora era joven y atleta.
Un peque dejó medio plátano en el banco. Lo cogí y se lo llevé a la Chita. ¡Menuda bestia! Me agarró la mano, me tiro de los pelos, chilló. Se tragó, la muy traidora, el plátano y su monda. "Ya me las pagarás".
Los de la panda de mayores decían palabrotas y fumaban a escondidas. Nos fuimos, pero ya podíamos cazar en esta pradera. Llegamos a casa, mojados, pero contentos; recibimos unas zurras para espantar el frío.
Volvíamos de caza de La Caeyra. ¡Grandes gritos, chillidos! ¡¡LA CHITA SE ESCAPÓ!! ¡¡LA CHITA SE ESCAPÓ!!
- ¡Nuestra venganza! ¡A por ella!
- Se va enterar de sus malas maneras.
Del bolsillo trasero, desfundamos nuestros tira-piedras; otros cogieron palos. Nos organizamos y, juntos, acaparamos la zona cerca de la vía del tren. ¡Llegaron unos hombres, gritando y señalando: "Los niños, fuera"! Una gran multitud de guardias. ¡Faltaba el ejército! La Chita se burlaba de ellos; unos trepaban el árbol con un ganapán. Ella se iba para otro. ¡Era muy lista! Evitaba acercarse a nosotros. ¡Sabía lo que le esperaba!
Sentados, nos tronchábamos de risa. Los presumidos mayores no eran capaces de cazar a la gamberreta. Si nos dejaran a nosotros, unos tiros de piedra y… ¡a su caseta!
Llegaron los marineros de las Corbaceiras; cigarro en boca, de juerga; con unos palos largos achucharon a la Mona y, en un descuido, la atraparon con una red. Nuestros gritos y aplausos los conmocionó. Los otros mayores, se iban con las orejas gachas. ¡Qué formidables eran nuestros amigos del mar!
¡Ya la Chita encerrada! Nos sentamos delante de su jaula. Le cantamos las cuarenta. No chilló, su mirada triste y de desconsuelo. ¡¡PUF-PIF!! Se acercaba el tren. Pasaba al lado de la caseta de la Mona. Fuimos a cheirar quiénes venían. ¡CHUCU-CHUCU-CHUuuu! PUF-PI-PIII….! Ruido espantoso, llenando de vapor a todo el parque. Todos se entretuvieron saludando a los pasajeros.
Yo volví junto Chita. Puso su mano en los ojos y se fue a su cama, pensado: "Yo, encarcelada; vosotros, de travesuras". Me despedí triste.
A nadie le gusta vivir enjaulado. ¿Por qué no la llevan a junto Tarzán?
Pedro de Lorenzo y Macías