Carlos Regojo Solla
Bajo un guión de Coppola
Hoy se me va la manecilla, - la que remata en plumín -, un poco hacia el comentario político, tabernario e intrascendente. Mira que trato de evitar meterme en la letrina, primero porque es un mercado tan voluble que prefiero no pronunciarme ahora para rectificar poco más tarde, y segundo porque no me interesa.
Además parece que cuando escribo al modo tradicional, para ir más pausado y ejercitar pulso, y uso tintero, siempre termino emborronando el papel donde escribo, como el viejo escolar que soy, cuando lo hago sobre política a pesar de haber metido toda una candidatura de socialismo autogestionario en el juego democrático en las segundas generales al remate de los setenta con la inestimable ayuda de Mario y Manolo, dos tradicionalistas de peso en la Galicia de siempre.
En realidad, ahora, solo pretendo colar, para su reconocimiento, mi valía cinematográfica, algo que llevo intentando desde la preadolescencia acudiendo a nuestro paisano Cesáreo González a quien pedí hacer pareja con la Pepa, (Marisol) en alguna de aquellas películas maravillosas, habiendo establecido para ello y por entonces contacto epistolar con "Suevia Films", en la Serrano madrileña del distrito nueve -creo recordar- cuyo resultado se materializó en la obtención de una fotografía con supuesta dedicatoria de la malagueña de mis sueños que decía, en una letra perfecta, "Para Carlos con cariño, Marisol", con una eme en arroba que quitaba el hipo, escrita sobre la cara de la rubita de mi corazón, con sus ojos azules arrancados del mismísimo cielo, en el brillo plastificado de una tarjeta postal que no resistió el manoseo y no tardó en borrarse.
Dejo con ello constancia de un aspecto en mi vida que, de no decirlo yo, nadie llegaría a saber.
Pues bien, aunque el productor vigués nunca me tuvo en cuenta, y por ello no puedo mostrar el palmarés generoso de una carrera como la de Connery, el escocés al servicio de Su Majestad, que ya es decir, o Clint ( el pistolero de Sergio Leone), pese a eso, sí llegué a hacer cine nada menos que de la mano de un guión de Francis Ford Coppola en una película galardonada con dos Oscar que me hizo sudar, aunque aquel esfuerzo, en el barullo de una belicosa actividad, haya pasado tan desapercibido que ni yo mismo me reconozco cuando visualizo el film. (Ahora que caigo, ¿estaré en las tomas falsas desechadas? No quiero ni pensarlo!).
Quede bien claro, pues, que la política me importa un bledo y que en este comentario solo vale lo que referiré sobre mi "carrera cinematográfica", tal vez buscando el nexo entre ambos aspectos en una comparación que ni viene a cuento, ni falta que le hace, y por si acaso alguna productora cinematográfica tuviese a bien reconocer mi experiencia y me asignase otro papel, paralelo al que ya llevo en la vida, que ya va siendo hora porque los ya muy maduros damos buena imagen con nuestra barba casi blanca con mechas naturales de un negro inexplicable y sabemos envejecer cinematográficamente. Además mantengo la vocación y, como se desprende, conservo la esperanza. Sirva lo dicho como currículum.
Un socialista preside el gobierno español en estos momentos, creo. Parece ser un hombre ambicioso y terco, obstinado, con objetivos precisos, solitario, y por ello correoso; bastante distanciado de otros socialistas que nos hicieron soñar y que han dejado su impronta social hace años con cambios precisos y bienvenidos.
Un socialista próximo a sus bases por lo que parece, inmerso en un trabajo de permanencia a todas luces inamovible en su grupo como primera premisa, por el momento, pero sin mayoría parlamentaria que le ayude lo cual le condiciona y enfrenta con sus ambiciones, peligrosa situación para una sociedad mayoritaria que desea una estabilidad pareja a la de nuestros socios europeos y que se corresponda con nuestra posición como potencia.
Un político austero, buen corredor de fondo que persiste en gobernar entre una marejada de silencios inquietantes en un cóctel de ambiciones y fuego cruzado en el que están, ojo avizor, viejos y nuevos comensales que no logran casar sus criterios políticos y la vida personal, unos, (algunos), desde la confianza en la impunidad que no funcionó y otros, los nuevos, desde la zurdera de sus miras, como participantes "pasiactivos" para, con su apoyo o negativa, cambiar este país al fin de que mañana no lo "reconozca ni la madre que lo parió", -frase que creo se me va sin querer desde el subconsciente, dicha tal vez con aviesas intenciones en su época, no recuerdo bien por quién, ( siii que lo recuerdo), y que en realidad quedó en un simple maquillaje más propio del avance de los tiempos que de la aplicación de una política de izquierda social concreta; frase que entonces fue oída con recelo y hoy se teme ruja como desquite en el pensamiento de aquellos quienes entre los años de dictadura y hoy no aprecian la solidez del puente creado y que, por tanto, esta vez suena a viejo intento de ganar la "guerra perdida" que la historia les sigue negando, resucitando el muerto imposible de la intolerancia y la confrontación de los unos hacia los otros en la sempiterna España de Machado que acompañó el popurrí de tendencias carmín previas al desembarco de "un fresco general venido del noroeste", (que diría "La Codorniz"), y que nos dejo helados; comensales en el banquete de hoy protagonizados por algunos miembros de una generación de relevo desde sus preparaciones académicas tan prometedoras que si fuesen base meditada para cambios constitucionales legítimos otro gallo nos cantaría, actuando desde el juego democrático pactado en otro guión impregnado de "fair play", ya sabéis, esa aptitud más que actitud que se exige en el deporte de elite en el que los ganadores invitan a cenar a sus contrincantes descorchando la mejor cosecha de sus bodegas.
El caso es que la piedra en el camino que ha provocado la ruptura de la rueda de la carreta del Partido Popular, gobierna por ahora pretendiendo llegar al final de la candidatura, cosa aparentemente fácil porque no queda tiempo para una reacción popular y la populista aprovecha para intentar medrar, lo cual sitúa al país en un momento peliagudo de acuerdos rápidos, importantes y extremos que precisan de más sosiego.
Pero ya os he dicho que yo he venido hoy a "hablar de mi libro".
Los americanos llegaron por el Álvarez de Sotomayor, en Viator (Almería) iniciado el sesenta y nueve luego de subir un buen tramo de carretera lleno de chumberas, y cortijos con aroma de azahar de los "bosques" de naranjos a partir de Pechina, para pedir voluntarios como figurantes de una película. Nada, una bagatela, George C. Scott en el papel del general Patton, quien luego rechazaría el Oscar, y Karl Malden, el nasón fantástico, juntos en la misma "peli" que yo, compartiendo exteriores, recreando la famosa batalla de El guetar en la dureza del desierto. Que sueño!!
Luego de haber formado tras el puñetero toque e diana, antes del desayuno, abrochando aun los últimos botones de la guerrera, el alférez nos comunicó que una productora cinematográfica americana había venido al Campamento pidiendo voluntarios como extras y que aquellos que estuviesen interesados podrían participar en la referida película voluntariamente, cobrando una pequeña cantidad por el servicio los días de rodaje que fueron unos cuantos. Claro está que yo me presenté y fui elegido. Para mi que el día de la selección Coppola estaba al otro lado del espejo.
- Ése, el de la derecha, ése es el tal. Entra perfectamente en el guión. Lo haremos héroe.
Salíamos así de la rutina de la instrucción y las clases teóricas sentados al aire libre sobre piedras que movíamos con cuidado para no ser picados por los pequeños escorpiones que invernaban medio atontados bajo ellas en el pedregal que era nuestro aula, convirtiendo nuestra instrucción preparatoria en la entrada en fuego directo sin posibilidad alguna de escaqueo.
Nos trasladaron al desierto de Tabernas y allí comenzamos nuestra "carrera artística", tumbados en una arena gris polvorienta que el viento levantaba sobre todo en la hora de la comida consistente en abundantes raciones americanas servidas en un a bolsa cartucho de papel, típica de la de compra de supermercado que todos hemos visto en el cine, con pollo asado, mal desplumado, que sabía a gloria, Coca Cola en cristal insinuante y alguna que otra vianda que no recuerdo; siempre lo mismo mientras duró, suficiente para la jornada tras la cual regresábamos a Viator.
Nuestra tarea era hacer de soldados, de cualquier nacionalidad de las que estuvieron en la contienda real y nos cambiábamos el uniforme varias veces al día, chaqueteando con las mismísimas bases de la democracia: ahora ingleses, ahora italianos, después americanos, más tarde alemanes … Las escenas transcurrían, cual personajes de Sven Hassel, entre avances tras los carros, posicionados en una batería antiaérea "escupiendo" fuego contra los cazas de época que surgían repentinamente de los desfiladeros del desierto ametrallando al personal, -en realidad eran una serie de cartuchos en traca alineados en dos orillas paralelas que hacían explotar en cadencia adecuada al paso del aparato que a su vez hacia lo mismo desde sus falsas ametralladoras de fogueo ( luego vendría el montaje, supongo)- .
Los especialistas se atrevían con las explosiones de mayor categoría que consistían en arena tamizada bajo la cual detonaban unos pequeños cartuchos casi de fogueo o saltaban de un panzer en llamas recién tocado por la carga hueca de un proyectil de lanzagranadas o por la acción individual de un temerario que pegaba una lapa en la barriga del carro desde los bajos de una trinchera. Al final se recogían los muertos, unos muñecos a tamaño natural, muy reales en la perspectiva general que se amontonaban en una esquina para colocarlos de nuevo en otra posición según exigencias de rodaje. Todo una pura ficción, bellísima pero ficción; fantasía extraída de una dolorosa realidad, de la cual bien podría establecer la conexión entre mi cine y la política para así justificar mi atrevimiento al contaros mi experiencia.
Seguramente que Coppola no hubiera hecho una película igual sin aquellos extras de Viator que estábamos sujetos a un guión determinado y preciso al igual que el mismísimo George C. Scott o Karl Malden. Dicen que F. F. Coppola no andaba con muchas concesiones a la hora de que se respetase su trabajo. Esperemos que en nuestra política nacional se respete también lo que mantuvo y mantendrá tranquilo y progresando a nuestro país porque hemos pactado el mejor guión de convivencia que se recuerda.
Carlos Regojo Solla.