Carlos Regojo Solla
Inmersión en amarillo
Rondamos las medianías de marzo, quien se vino arriba de un salto y apareció -como lo hace siempre- casi de repente, emergiendo de entre las brumas de finales del invierno, haciendo buena la coincidencia oficial de la primavera de calendario en las inmediaciones del veintiuno, con sus "nortadas", sus días en alza y la tibieza de un sol esperanzador, manchando de amarillo los charcos consecuencia de los orvallos ocasionales y de la "eyaculación espermática" de los pinos, al tiempo que los tréboles tapizan de flores del mismo color toda nuestra costa y , en los montes revientan en dorado las retamas. Recupero un viejo dibujo de un submarino pintado de amarillo, muy bonito, que me hizo hace años uno de mis hijos, la letra de una canción de Donovan, el precioso "fourlad" estampado que lleva puesto una amiga que nos visita, los limones y los plátanos de la frutería, mi camisa de manga corta, el broche de una corbata, la sortija en mi dedo, el sol en su poniente, la cinta del recuerdo alrededor del viejo roble, los zarcillos alargados de Carmela…, y me reconforta saber que dispongo de un color en mi paleta de aficionado para usar con libertad consciente de que no pertenece a nadie en exclusiva, como las calles y los espacios cuando son pretensión intransigente de otros. Me satisface pensar que puedo obtener ese verde que tanto me agrada desde siempre porque tengo un azul en reserva, o que dispongo cuando quiera de ese naranja dulzón gracias al rojo, más propio que ninguno, que pinta en mis venas y puedo obtener cuando preciso conocer si su dulzor mantiene un nivel más o menos justo.
Llega la primavera y, pensando en el amarillo de Summers (Del rosa al amarillo), como ya me es propio luego de tantas, me apropio de aquella estrofa que Nacho, un viejo amigo enamorado, dedicó a una novia imposible:
¡Cómo voy a olvidarte si te quiero,
sí tu amor, aun fresco, en mi provoca
la llama que consume cuanto toca
el fuego de ese amor por el que muero!
Sonaba por entonces la voz de Ringo en aquella canción desenfadada que hizo del amarillo el color de un buque claustrofóbico capaz de flotar, navegar entre dos aguas o hundirse irremisiblemente.
En este amarillo existencial, alrededor de una nueva primavera, recapacito en la verdadera naturaleza del color que, físicamente, no es más que un rechazo.