Milagros Domínguez García
¡Lo que nos faltaba por escuchar!
Siempre digo que entre tocar la trompeta y estar en silencio hay un espacio medio y, después de leer lo dicho por la ministra de educación Isabel Celaá: "No podemos pensar de ninguna de las maneras que los hijos pertenecen a los padres", afirmo que esto ha de ser así siempre cuando lo que se pretende es una reflexión seria sobre como es la educación de nuestros hijos y la importancia de la misma para la sociedad.
Yo soy madre y sí Sra. Celaá, mis hijos son míos, la responsabilidad de su educación es mía, como también lo sería si careciesen de ella.
Son tan míos que quiero saber quienes son sus amigos, que hacen cuando no están conmigo, con quien se relacionan en redes sociales y el contenido que visualizan y comparten, cual ha sido su comportamiento en el colegio y a cualquier lugar que asistan sin mi supervisión y, por supuesto también quiero conocer de cerca que tipo de actividades se llevan a cabo en sus centros escolares, cuál será la participación que tengan de las mismas, los contenidos, si quienes los imparten tienen capacitación y formación para hacerlo y, por supuesto, con qué fin formativo e informativo se llevan a cabo.
Sin olvidar que como ciudadana me ampara el derecho de saber en qué se invierten los fondos públicos.
Todo esto no es porque sean de mi propiedad, sino porque son mi responsabilidad ya que cualquier posible daño que puedan causar siendo menores soy la responsable subsidiaria y si lo hacen siendo mayores de edad la responsable moral.
Fíjese usted, que mis hijos son tan míos que no comparten mi ideología política ni religiosa y son tan míos que he fomentado desde siempre que sean mentalmente libres para que nadie les adoctrine ni les influya por lo que, como comprenderá, si no lo he hecho yo que los llevé dentro de mi durante 9 meses, me he desvelado por ellos y pago sus facturas, no será otro quien lo haga.
Creo en la formación de los jóvenes, para que tengan información sobre sexualidad y por supuesto que se visibilicen las distintas opciones sexuales, que se les eduque contra la violencia y el abuso y a favor de la igualdad para que respeten a todas las personas y que se relacionen con todos de forma natural y sin violencia. Que se les advierta del consumo de cualquier sustancia adictiva y sean conocedores de las consecuencias que acarrean.
Creo tanto en la educación que siempre procuro colaborar con actividades que la fomenten porque además es mi obligación preocuparme de los hijos que dejo al mundo cuando yo desaparezca y mi implicación para mejorar su entorno es básica para conseguirlo.
Por todo esto Sra. mía, mis hijos son míos y le rogaría una meditación profunda sobre sus palabras ya que veo que generan un ruido que distrae la atención de problemas tan graves como el abuso sexual a menores, prostitución de niñas, niños víctimas de la violencia intrafamiliar, consumo de alcohol, drogas y pornografía a edades tempranas, fracaso escolar y un largo etcétera en el que debían estar poniendo ustedes la mirada ya que esto sí es competencia suya y no lo es crear discusiones en lo indiscutible porque mis hijos son míos, son mi responsabilidad, su educación es de mi incumbencia y esto es así porque a pesar de mi edad yo sigo siendo hija de mis padres y ese título lo llevo con mucho orgullo.