Pedro De Lorenzo y Macías
Caco: Dimas, el veterinario, y sus conquistas
Caco: Dimas, el veterinario, y sus conquistas.
------------------- CAPÍTULO V ----------------
Llegó Dimas, aguzó el oído. Era de estatura baja, regordete y anchote; una gran cabeza desplumada que lucía la típica boina gallega. Sus
manos, callosas y fuertes, eran testigos de su esfuerzo por la salud de los animales. Era veterinario y sentía vocacionalmente su profesión.
Su vozarrón imponía, en un inicio; su amabilidad, simpatía contagiaban y los animalitos terminaban queriéndolo, de lejos. Las pinchas no le gustan a nadie.
- ¡Hola, Luisa! Vengo a reconocer a Caco.
- ¡Ay, Jesús! Es agotador, las arma en un segundo; pero además es terco y cabezón: no quiere comer el pienso. ¡Me tiene agotada!
- Es todavía un cachorro. Vamos a verlo.
Caco se agazapó...., su instinto no le engañaba: había pincha. Vio a Dimas; tenía la misma pinta, el mismo maletín que aquél salvaje: le
había pinchado y hecho mucha pupa. Se escondió e hizo oídos sordos.
- ¡¡Caco!!, ¡¡ Caco!!.
- Se escondió; es como lo niños: no le gustan los médicos.
- ¡¡ Caco!! ¡Ven, bonito! Tengo galletas para ti
- ¡ Caco, Caco....!
Llegó Simón, se descojonó de risa. Dimas y Mamá Luisa andaban a la caza de Caco, pero este se resistía.
- Simón, el terco de Caco se escondió.
- ¡Hola, Dimas! ¿No encuentras la víctima?
- Son todos iguales, nos tienen pánico, pero es por su bien.
- Simón, llama tú a Caco.
- ¡Caco! Golfete, pillaban,. Ven.
Salió cabizbajo, triste, desconsolado. Simón lo cogió en el colo y le hizo monerías; él, mimoso, con sus guaus llorosos, le decía que echase de casa a ese chupasangres, espadachín, abusón: no quería otra pincha, ni tampoco ese pienso que huele a gato muerto.
Dimás lo cogió : ya en el cuarto de estar observó a Caco, lo encontró con una salud perfecta. Le vio los dientes: todo iba bien. Mientras lo
examinaba, dijo que para el mes tocaba vacuna, que estaba muy mimado, que le diesen el pienso.. Iba explicando todas estas cosas con la
mano abierta, pasándola por delante de la boca de Caco: unos malos pensamientos le tientan.
- "¡Guaauu! Este dedo. Le doy un mordisco y me lo meriendo. ¿Se lo doy? .... ¿sí o no? Si lo muerdo, Mamá Luisa se pone muy triste...., pero se lo merece este cara de culo, chulito, baboso.... ¡Que coma pienso..! Ni que yo fuese una vaca, un cerdo...... Yo quiero chuletillas, huesos; también me gustan los higos, las galletas......, y un buen chorizo. Este idiota no sabe nada.... Se puso de moda el pienso. ¡Hala! Pienso para todos".
- Ya está. Caco eres un cachorrillo muy sano. Vete a jugar.
Caco se fue refunfuñando. "debí morderle, hasta dejarle sin dedos".. Iba tan enfadado que chocó contra la puerta; todos se rieron de él. Los tres iniciaron una conversación muy agradable.
La puerta principal de la casa estaba ornamentada con una escalera de piedra que conducía a la entrada de la finca y del garaje.
Un jilguero, juguetón y travieso, estaba picando unas migajas; vio triste a Caco y le cantó unos cuentos musicales. Éste le contó sus desgracias.
El jilguero fue bajando las escaleras a saltitos. Caco duda, las ve muy grandes. Tozudo, cabezón se dijo: "Si el pajarito pudo, yo también".
Se asomó y cayó rodando hasta llegar al suelo. Jugueteó, husmeó, llenó de pis todas las esquinas para marcar sus dominios, se entretuvo viendo la gente que le decía parvadas y cosas bonitas. Se hizo de noche y sintió hambre; intentó subir las escaleras, y no pudo. Después de varios intentos, se rindió y empezó a mosquearse. La Luna, burlona y mala, se río; este se puso a llorar. Lloró mucho. Mamá Luisa vino en su ayuda y le regañó.
- Eres pequeño. Y esto te está bien para que escarmientes. No puedes ser tan traste. ¡Anda....!, te doy la cena, haces tus cacas y pises; y después a dormir.
- ¡Guuaaau!
- No protestes.
Dimas se despidió; Simón fue en busca de Caco, que ya cenara y estaba en el jardín para hacer sus cacas y pises. Y le contó sus penas. Simón encendió su pipa mientras le escuchaba:
- "Mamá Luisa se enfadó conmigo; jugué con sus zapatos, ropa.... Pero un gigante malvado y ruin me cubrió; tuve que pelear con él, todo para salvar a Mamá Luisa de ese monstruo. Ella no me entendió y me riñó. En el jardín una mariposa me llamó bola de sebo; peleé con ellas y con las flores... ¡Ves esta pupa! Fue una rosa traidora. Mamá Luisa me dijo que era malo y me puso esta correa; me ató aquí, donde tengo que hacer caca y pis. ¡Bueno! Igual tiene razón. Hice mucha caca, me rocié con ella, y me llamó cerdo, cochino. Me lavó y mientras recogía las cacas, entré en la cocina; se me escapó una caca malvada y un ogro me tapó con una cacerola grande......."
- - Está bien, Caco. Todo esto es normal. Ya lograrás entender a Mamá Luisa y ella a ti; ahora te toca dormir; te cuento un cuento.
- - ¡GUAU!
La chimenea estaba encendida, ya que los anocheceres de mayo son muy frescos. Mamá Luisa esta agotada.
- ¡Ah! Caco es imposible. En un minuto pone revolución la casa, el jardín, la cocina. Es un traste . Vaya cagón. Pasé todo el día limpiando sus cacas; protesta mucho y se niega a comer el pienso. Tuve bronca con Doña Carca.... No lo puedo dejar solo, me agota.
- Querida, hace unos días te quejabas de que te aburrías, que la casa te caía encima.
- ¡Ya! Con este bicho no me aburro, me muero. Además, es terco; le digo aquí no se hace caca, ni pis; aquí no se hace hoyos. Me doy la vuelta y aparece la caca, hoyos, guerra contra la alfombra, contra las flores, contra las mariposas, contra todo. ¡Ay, señor!.
- Es pequeño. Ya verás como pronto se acostumbra y será bueno. Pronto estaré de vacaciones, lo llevaré de paseo, le enseñaré. Lo pasarás bien.
- Da más trabajo que un bebé . Solo quiere comer, comer...¡Claro! después a cagar, cagar. Estoy agotada. Voy a la cama.
- Iré pronto. Voy a ver a ese golfillo.
El garaje estaba oscuro...., en un rincón Caco recordaba las peripecias del día: estaba triste, pensando que había disgustado a Mamá Luisa; la quería mucho, pero no sabía cómo comportase. Simón lo acarició, se puso muy contento; le contó cuentos, se durmió y roncó, soñando con un hueso.
Le contó que el sábado iría de paseo por el monte. Exploraría rincones y los acantilados que separaban la playa de Canelas con la de Paxariñas.
Un bosque enorme. Llenos de animalitos, algún perro. No estaba todavía invadido por el cemento. Era de naturaleza de bonanza y encanto de personas de otros pueblos; lo habitaban como camping naturalista.
------------------- CAPÍTULO VI ------------------
Amaneció claro, suave. El sol, bondadoso y bonachón, estaba divertido, agradable. Caco despertó... El garaje estaba lleno de caca y pis; lo quiso esconder, embadurnó todo, incluido él. Nervioso, se escondió bajo un mueble viejo. Entró Mamá Luisa y no dijo nada. Encontró a Caco, lo metió en una tina, lo bañó. Caco no protestó.
- ¿Ves? Limpio estás más guapo y hueles bien. Tienes que aprender hacer tus cacas en los sitios señalados. Después daremos un paseo por el jardín y te diré los lugares donde tienes que hacer tus necesidades. Tienes que esforzarte en aprender.
- ¡Guau!
- Así me gusta, bonito.
- ¡Guau!
- Ya sé que eres bueno y que se te escapan las cacas.
- ¡Guau, guau!
- Pero tienes que aprender.
- ¡Guau!
- No seas zalamero. Vete a desayunar: tienes el pienso y agua.
- ¡¡GUAU!! "Maldito medicucho, eso no me gusta; ¡ no lo como, no lo como, no lo como!"
- Cuando tengas hambre, lo comerás.
- "No lo como, no lo como, no lo como". Guau.
Mamá Luisa adecentó toda casa, incluido el garaje... Colgó la ropa; el pienso esta intacto, pero se hizo el avión. Caco le hacía zalamerías por si le daba un higo, una galleta; pero ella, nada. ¡Más terca! Surge la guerra de terquedad.
Llevó a Caco por toda la finca señalando los sitios donde podía hacer sus necesidades; Caco iba pensando: "aquí, si; aquí, no. ¿aquí? Ya no me acuerdo". El pobre se hizo un lío y tuvo dolor de cabeza.
Las hortensias le atraían. Eran buenas amigas y le serviría de escondite, de refugio de sus tesoros. Aún no había conseguido alguno. Pero pronto irá recolectando. Iba oliendo y saludándolas con sus pises. El verano era caluroso y estas bellas flores se lo agradecían. El se sintió protector de sus amigas. Vigilaría qué nadie las molestase.
Pedro de Lorenzo y Macías.
Fotografías: © Pedro Lorenzo Macias.