Pedro De Lorenzo y Macías
Nuestro San Cibrán, en Tomeza y en toda Galicia, Asturias
¡Llegaba el lunes de Pascua! ¡Nuestra romería! Nuestra panda ya nos sentíamos mayores; teníamos entre nueve y diez años. Íbamos solos de romeros.
Salíamos de la Barriada, nuestro Campolongo; pasamos el camino de nuestro amigo zapatero hasta llegar a la Fuente de los ciegos. Había una corredoira a la parte izquierda del Colegio de la ONCE, que nos llevaba hasta donde está ubicado el V Instituto; una suave bajada y ya
enfilábamos hacia nuestra meta. Dejábamos al lado izquierdo, la estación abandonada que un futuro recuperaría sus fueros.
Unos metros por la carretera de Tomeza y ya iniciábamos la subida por una vereda empinada, alcanzando la cima del "monte mágico de
Lusquiños": una pequeña ermita, protegida por grandes robledas. Fieles dando vueltas a su alrededor, tirando piedrecitas al tejado. Otros, sentados, daban cuenta de roscas, empanadas, regadas por los vinos bautizados.
¡Éramos unos caras! Íbamos de vacío y nos auto-invitábamos a las merendolas; algunos volvieron empachados y con gran dolor de tripas.
Mi curiosidad buscó las raíces de esta celebración, muy extendida por todos los pueblos de Galicia y de España. ¿Quién fue San Cibrán? Lo sitúa en el siglo III d. C,. Era discípulo de Satanás que le había otorgado un libro de hechicerías. Hay dos versiones de su conversión al cristianismo:
- El joven Aglaide le encargó al hechicero Cepriano una pócima para enamorar a su amada Justina que le negaba su amor, ya que era cristiana. Ante el fracaso de la pócima, San Cibrán invocó a Lucifer; éste le contestó que no podía con el cristianismo, ya que les protegía la señal de la cruz. Ante esta relevación se convirtió al cristianismo, renegando de Satanás. Por defensa del cristianismo fue decapitado en Antioquía, junto a Justina.
- Cipriano se ofreció a apadrinar un duelo entre dos jóvenes que pretendía el amor de Celia. Al llegar, quedó prendado de la hermosura de la joven, que era cristiana, y no quería a ninguno de los rivales. Él le confesó su amor y fue rechazado. Cipriano, mago y hechicero, preparó un brebaje: una cabeza de víbora, láudano, semillas de cáñamo, vino y otros ingredientes. Surtió efecto y Celia cayó en sus brazos, llorando y reprochando su ignominia. Se sintió culpable y se dispuso a destruir todo su artesanal mágico. Se le apareció Satanás que le había dado los libros mágicos; los rechazó y se convirtió al cristianismo. Murió mártir, junto a las santas Cecilia y Justina.
Cipriano de Antioquía dejó un legado de libros famosos de recetas mágicas, conjuros, hechizos y exorcismos con tintes cristianos. Su libro fue editado en diferentes idiomas y fue guía de brujos, curanderos y videntes. Es posible que por este motivo, tuviesen gran aceptación en tierras gallegas, asturianas, catalanas y otros pueblos. Celebrándose el lunes de Pascua.
Pincelada la raíz de nuestro santo, se le añade el dar nueve vueltas alrededor de la ermita, tirando piedrecitas de espalda. Recordemos que el "Nueve" es un número simbólico de nuestra cultura celta: nueve olas, nueve saltos en las hogueras en el solsticio de verano. Vemos hermanadas dos culturas: el cristianismo y el panteísmo celta.
Es el abogado del reuma y de los ataques de las fuerzas negativas: los males del espíritu, mal de ojo y otras.
En San Cibrán de Sobradelo, en Vilagarcía, en la sacristía con un pequeño san Cibrán de madera, se tocan todo el cuerpo, rezando:
"Santo San Cibrán
que nos dea sanidá
que nos cure a enfermedá
pola virtú que ten
o santo avogado
na vida e na morte.
Amén."
¡Qué hermosos recuerdos de nuestra niñez, infancia! Hoy, soñemos desde nuestras casas, que subimos las laderas del monte Lusquiños y lo celebramos con rosca y la bota de vino. Un abrazo.
Pedro de Lorenzo y Macías.
Fotografía © Xoan Arco da Vella.