Carlos Regojo Solla
La cara B
Tras recorrer aquellos más de cuatrocientos km con el viejo Takuri, propiedad de la empresa textil en la que trabajaba en Hiroshima, milagrosamente indemne, como él, Yoshio llegó confuso y aterrado aquella madrugada del jueves nueve de agosto a casa de su hermana Daiki, en Nagasaki, luego de haber escapado a la explosión ocurrida tres días antes, a primera hora de la mañana, deferencia y solución final de "Littel Boy" que rompió el amanecer y la inocencia del mundo.
Yoshio no había hecho sino retrasar irónicamente su destino para caer víctima de "Fat Man" el nuevo invento norteamericano rubricado por un tal Truman (hombre leal).
Todo un alarde de bautizos que persiste aún hoy: Lasting Freedom, Desert Storm, …
Para la historia, Yoshio, o no ha muerto, o ha muerto dos veces una más que otra.
La tendencia parece llevarnos a la brevedad, al ahorro intelectual, a la nula empatía, al muestreo pobre o al inexcusable olvido. Elegimos, y entendemos que otros también lo hagan, al tomar una sola referencia ante dos sucesos prácticamente iguales, olvidando el otro como si no existiese. Se trata de la cara B eclipsada por el anverso de un acontecimiento igual que en nada difiere del que se oculta.
Pasa con Pompeya y Herculano -arrasadas también otro agosto-; Sodoma y Gomorra; Titanic y Lusitania, Rhodesia y Bangladés, …
En pocos días se cumplirán setenta y cinco años del atroz bombardeo de Hiroshima … y de Nagasaki.
Seguimos en las manos de locos cuya cara B, para no variar, queda oculta bajo el manto del poder del dinero.