Pedro De Lorenzo y Macías
Caco y su amigo "Micifú"
Ya los labriegos se desperezaban de la siesta y volvían a sus labores; Simón y Mamá Luisa se despedían de sus amigos. Era hora de volver.
Mamá Luisa no vio a Caco; subió al coche; sintió tristeza y le caían las lágrimas.
- Simón, Caco no viene. Se queda... ¡Cómo lo voy a echar de menos! ¡Ay! Mi Caco, cómo alegraba mis mañanas, mi vida. Todo por mi culpa, no supe educarle. Yo le reñía como a mis hijos, y lo quiero mucho.
- ¡Vale! No te lamentes; será feliz con los suyos. Vendremos a verlo a menudo.
- ¿De verdad?
- Pues, claro. Caco es mi amigo.
- ¡Guau!
- ¡Caco, Caco! Estabas escondido, corazón. ¡Qué alegría! ¿Vienes con nosotros? Ja, ja, ja. ¡Está bien! Vale. No me beses más.....
- ¡Miau!
- ¿Qué hay ahí? Un gatito.
- ¡Guau!
- Simón, tenemos que regresar.
- ¡Guau, guau!
- Se lo regaló Valentín a Caco y se hicieron muy amigos.
- ¡Ajá! ¿Estabais compinchados?
- No.
- ¿Quién lo va a cuidar?
- ¡Guau!
- ¿Túuu? No bromees.... ¡Ay, me volvéis loca!
Micifú era casi un bebé, de pelo gris, salteado con copos de nieve; unos ojos de verde marino, con chispas de travesura, de libertad, de independencia. Le hizo carantoñas a Mamá Luisa, la embelesó; después se acurrucó entre Caco y durmió. Este le lamía, acicalaba, le contaba historias, lo mimaba... ¡Cosa tierna!
Mamá Luisa regresaba contenta, fue en busca de la oveja perdida y regresaba con dos; su cabeza empezó a trabajar a marchas forzadas: tenía que planificar las comidas para la semana, distribuir el jardín para evitar posibles peleas entre los dos angelitos. Lo peor era que ella planificaba muy bien, pero las cosas salían de otra manera. Esto la ponía de muy mal humor.
- ¡Nunca cambiarás, mi amor!
Simón se había criado en la naturaleza. Había observado que los animales que habitaban las casas labriegas sentían amistad y se protegían. Originaban riñas, trifulcas como los hermanos en su infancia. No se hacían daño. Ante una dificultad o peligro todos se unían en defensa. Formaban parte de la familia labriega.
A veces eran molesto con las pacientes vacas, la nerviosa cabra, la taimada burra, el galante gallo y sus gallinas. Todos los animales del caserío disfrutaban de sus travesuras. Cuando uno se iba, lo echaban de menos.
El que Caco apareciese, en su escapada, fue un gran regocijo. A pesar de los incordios, disfrutaban con sus imaginaciones y travesuras. A todos, al verlos partir, les invadió tristeza; unas lágrimas traidoras surcaban por sus hocicos.
El retorno fue agradable. Un poco molesto para Caco. El gatito se acurrucaba y roncaba como un angelito. No podía opinar nada. No fuese que Mamá Luisa se arrepentiera y lo retornase a Fragoso.
Ya estaba todos en casa. Mamá Luisa cogió un cestón y una mantita, e hizo la cama para Micifú. Les dio la cena a los dos. Caco besó a sus amigos y se fue a dormir. Micifú estaba desorientado. Mamá Luisa lo quiso acostar en el cestón, pero éste se fue a la casita de Caco, tomó su parte de posesión.
Caco volvió a la casa, cogió la mantita, dijo unos "guaus" de buenas noches. Acurrucó a Micifú en el sitio más caliente y lo arropó; este ronroneaba, soñaba y terminó durmiendo entre el cuerpo de Caco; así espantaba los malos de la noche.
Doña Cuerva, como fémina, estaba al acecho; atenta a todos los acontecimientos. Estaba embaraza y se preocupaba, rumiaba.. ¿Ese gato se portará bien con mis polluelos?
Al día siguiente Mamá Luisa puso los desayunos y vio que todos los amigos de Caco venían a visitarlo. Él les presentó a Micifú, y este muy maleducado los recibía con un "Fu". Las perrillas lo pusieron en su sitio.
La familia Cuervo bajaron para enterarse; Caco les contó toda la historia de su égida; los cachorrillos, los Cuervos, estaban asombrados. Pero les molestó los fús protestones de Micifú.
Se aposentó en la casa de Caco; que se preocupaba de sus comidas y de que nadie le hiciese daño; de noche, lo molía buscando su calor, sus mimos; pero era muy pulcro y sus cacas las hacía en el sitio determinado, no como Caco cuando era como él.
Pronto la vida volvió a su normalidad, con la novedad de Micifú; había crecido un poco; se convirtió en un gatito presumido, limpio y lindo; embaucador, amigo de los mimos, pero muy traste. Tomó posesión de la finca, le pareció pequeña e invadió el territorio vecino. Don Gato le leyó los Tratados Internacionales sobre la propiedad y fronteras; regresó disgustado y se quejó a Caco.
- Eres un gato desordenado, follonero y molestón; hay que respetar a los vecinos, y acomodarse a sus costumbres; hay que ser civilizado, sino te volverás en un indigente gatuno.
Micifú aparentaba atención, en un descuido, Caco hablaba para las musarañas y la Familia Cuervo se moría de risa. Al no verlo, movió la cabeza y le salió del alma: "Que cruz", y sonrió.
Caco ya era un mocito, hacía un pis varonil, levantaba la pata con estilo, sencillez, armonía. Las cachorrilas estaban enamorada de él, pero Micifú le arrebata el tiempo, pues hacía tantas trastadas, que Caco se agotó vigilándolo.
Micifú desaparecía; Caco se desesperaba. Mamá Luisa fue en busca de la bolsa de compra y se llevó un susto de muerte, pues Micifú salió como un rayo. Otras veces se escondía en los armarios, en los sitios más insólitos, pero no manchaba nada ni destrozaba las cosas. Todos empezaron a acostumbrarse a él, pues era tierno, bueno y cariñoso.
Al anochecer le hacía la pelota a Mamá Luisa, jugando con el ovillo de su calceta. Simón y Caco estaban acostumbrados a acostarse temprano y levantarse al amanecer.
Mamá Luisa, como todas las mujeres, le gustaba ver la televisión hasta tarde, sobre todo con Micifú, que le hacía gracias y parvadas. Cuando se iban a la cama, Micifú llegaba a junto Caco, lo despertaba, lo molía, hasta que éste le decía un guau autoritario. Muchas noches vagaba por la finca en busca de animalitos, y otras aventuras. Le gustaba trasnochar.
La finca y casa se llenó de alegría y preocupaciones. Mamá Luisa le encantaba la jardinería. Se levanta muy temprano y regaba sus plantas. Caco le ayudaba con sus pises; estos hacía que floreciesen más hermosas, lindas y robustas.
Micifú era noctámbulo; dormía hasta muy tarde. Pero se despertaba al olor de leche que Mamá Luisa le llevaba en un cuenco. Era zalamero y muy engatusador.
A Caco le parecía un trepa, un pelotas político, en busca de protagonismo y mimos. Ideaba cómo educarlo para que fuese aceptado entre sus diversos amigos.
CAPÍTULO XXVII
Doña Cuerva tuvo cinco polluelos; la noticia llenó de alegría a todos, sobre todo a los amigos de Caco. Prepararon una fiesta, y Don Cuervo cogió una cogorza que chocaba contra todo, lastimándose el pico; dijo un montón de burradas, y todos se reían; se lo pasaron muy bien.
Micifú era muy curioso; quiso ver a los recién nacidos; empezó a trepar por el gran pino; ya casi estaba llegando al nido, pero Mamá Cuervo le dio un picotazo en el rabo que bajó como un foguete. Dio las quejas a Caco y recibió una reprimenda; se fue en busca de Mamá Luisa, pero ésta estaba de conversación con sus amigas católicas, apostólicas y romanas.
No le gustaron los chismes, ni las conversaciones sobre los asuntos sociales, del corazón, separaciones. Salió y se subió al muro que limitaba los territorios. No se lo que le dijo Doña Carca. Este le echó un "Fu" y recibió una pedrada. Caco y sus amigos cuervos se sumaron a la contienda, se armó el Belén.
Los amigos de Caco aceptaron a Micifú; lo soportaban y tenían que dominarse para no darle un mordisco, pues los arañaba, le mordía el rabo, le echaba los "Fus", pero sobre todo era un gato. Pero la amistad conlleva pequeños sacrificios.
La siesta de la tarde era lo más agradable para Caco, pues Micifú la practicaba muy devotamente, ya que la noche era su pasión. Caco aprovechaba para relajarse e irse con sus amigos. Pronto se acostumbró a sus hábitos, e inició su vida de antes.
Encontró a todos sus amigos en el Monolito; conversaron de todo, pero el centro de atención fue Micifú, que lo pusieron verde, que había que leerle la cartilla. Caco le decía que era muy pequeño, pero sus amigos pensaban que había que sentar autoridad, no les fuera a pasar como la guerra gatuna.
Aconsejaron a Caco que tuviera un poco de mano dura, ya que el que mandaba en la finca era él, y que le dijera que fuera educado con ellos y no les molestara cuando fuera de visita. Caco estuvo conforme y dijo que hablaría con él muy seriamente.
Ya se iban todos a sus casas. Bucanero se acercó y conversó con él: cómo lo había echado de menos, que era su mejor amigo, le agradecía el hueso que le llevaba diariamente, pero cayéndole unas lágrimas......
- Tú tienes suerte. Un perro sin amo es igual a un amo sin perro. Estoy solo. Yo quería tener un amigo con quien compartir mi amistad, alegría y guardar de sus cosas.
- Bucanero, amigo. Tenemos que buscar soluciones. Yo soy tu amigo. Las encontraremos.
De retorno a casa, iba apenado, y su imaginación empezó a funcionar. ¿Problemas?..... Lo invitó a su parcela. A Micifú le pareció muy bien, ya que Bucanero toleraba todas sus travesuras, aunque fuese arañazos, pero Mamá Luisa........
Caco le llevaba comida todos los días de parte de Mamá Luisa, pero no se podía quedar... ¡Lo sentía! Tenía que pensar. ¡Sí! Pensar....... Se reunieron todos sus amigos y montaron juegos, aventuras: fueron a dar la lata a las gaviotas, que no las dejaron en ningún momento tranquilas; estas empezaron a mosquearse.......
Ya se hacía tarde. Caco iba pensando en el problema de su amigo Bucanero, y tratar de buscar una solución. Llegó a casa. Micifú trataba de robar una merluza de dos kilos, la quería arrastrar y llevarla a su casita. Caco lo encontró e iba .......
- ¡Micifú! Ladronzuelo, toma zapatilla.
Mamá Luisa le lanzó la zapatilla; Micifú se escapó y esta fue a impactar en la cabeza de Caco, que protestó.
- No te quejes. La culpa es tuya por estar de juerga toda la tarde y no vigilar a ese traste.
- ¡Guauuu....!
- Déjate de tonterías; además es la primera vez que pruebas la zapatilla, cuando la merecías otras muchas.
Caco se alejó....: "Ya lo decía yo; hay que hacer desaparecer las armas bélicas; además que enfadada está Mamá Luisa, pero la emprendió conmigo y dejó libre a ese enano gatuno. Lo voy a poner firmes".
Micifú se escondió en el rincón de la casa, camuflándose con los trastos viejos. Caco lo llamó, vino y se acostó panza arriba, llorando....
- ¡Guau! Déjate de lloriquear. Fíjate el croque que me está saliendo en la cabeza por tu culpa. Déjate de zalamerías. ¿No te da vergüenza? Además de ladronzuelo eres idiota. Mira que querer llevarte ese gigante de pescado. Estás como un gato sarnoso.
- ¡Miau! Tú cuando eras pequeño te escapaste con un gran filete, y yo no te reñí.
- ¡Lo que faltaba! Tú no habías nacido. Además, ¿Quién te contó esas historias?
- Miau! Por las noches, Mamá Luisa me cuenta tus cosas de pequeño: lo cacoso, la que armaste con las tarteras y otras muchas cosas.
- ¡Estas mujeres son incapaces de guardar un secreto! Tú, Micifú, como no cambies de comportamiento te voy a comer el rabo.
- ¡FUUU! EL RABO NO. El rabo no.
- ¡Crooaak! ¡Qué follón! ¿Se muere Micifú?.
- ¡Fuuu!
- Hola, amigo Cuervo. Este se metió a desvalijar neveras y por su culpa mira el croque de mi cabeza.
- ¡Croaack! Te favorece mucho.
- ¡Te voy a dejar sin plumas, chistoso!
- Croack. Tengamos calma; es normal lo de Micifú, una travesura con consecuencias funestas.
- ¡Guau! Para mí. Tenemos que ponerle un castigo.
- Estoy de acuerdo. Le ataremos al rabo unas cuantas latas viejas y no parará de correr hasta que se arrepienta.
- ¡Miau, miau! No, no, ¡Qué me vais a matar!
- Tienes siete vidas, aunque pierdas alguna..... Pero mejor es colgarlo al pinar atado por el rabo, así verá el jardín y las burradas que hizo.
- ¡MIAU, MIAU! ¡SOCORRO, AUXILIO! ¡Qué me matan, me asesinan!
- ¿No os da vergüenza, mangallones? Abusar de un bebé y asustarlo. Ven, cariño, ven al colo de Mamá Luisa. Te haré unas galletitas con leche. Y vosotros dos, cada uno a lo suyo, par de vagos, abusones.
Allá se iba sobre el hombro de Mamá Luisa, sacando la lengua y haciendo burlas de los dos inocentes. Esto no les gustó nada a Caco y a Don Cuervo que opinaron que la justicia era una palabra muy bonita con muchas aplicaciones, según los intereses del que la ejecuta.
A Don Cuervo lo pusieron verde desde el nido, pues había bajado por el pienso y con la conversación........ Como un rayo cogió la bolsita del pienso y fue tropezando con las ramas hasta el nido. ¡Parecía un poco piripi!
Caco cogió todos los trofeos de Micifú: una espina, ya podrida; una pelota de esponja, unas lanas, una sardina de plástico.... Las ató con la mantita y se las puso en la puerta; la cerró y se fue a dormir.
¡Pobre Micifú! Se iba tan contento a dormir y se encontró de puertas afuera, se puso muy triste, lloró..; trepó por la puerta y fue a pedir perdón a Caco, le dijo que le quería mucho, y que era muy pequeño, y otras payasadas. Caco se ablando, recogió el hatillo y lo dejó entrar.
Micifú le dio muchos besos en el chichón; después, se acurrucó entre las piernas de Caco; los dos roncaron el himno de la amistad.
Pedro de Lorenzo y Macías