Marisa Lozano Fuego
Somos Caperucitas
Sí, niñas.Somos Caperucita. Todas somos ella. Líbreme Dios de denostar el afamado cuento de los hermanos Grimm, oh, no, pero no puedo resistirme.Se trata de lo que diría mi amigo Froiz, castellanizando la doctrina psicoanalítica, una identificación proyectiva.
Que sí, que yo lo veo.Me siento ella.Ahí toda roja con la Caperuza y mi mamá mandándome pal bosque. Y yo con mi cestita, sí señoras, sí señores, la jodida cesta de marras.
Y nos vamos con esa cesta, y vamos allá pal mundo y con todo el amor y toda la confianza, a casa de la abuelita o de alguien, a recorrer un sendero perverso, ignorado y plagado de imponderables, lobos, árboles que muerden con fauces, dudas y peligros de esos de los cuales los cazadores no nos libran, porque quieren su parte de ganado.
Sí, ellos creen que han ganado venciendo al lobo, y que se merecen su premio.Un macho peludo venciendo a otro, una cárcel por otra cárcel, unos dientes por la escopeta.Qué poco parecido a la maldita trata o a los matrimonios concertados, donde se cambiaba la tutela paterna por la tutela marital.
Concepto de propiedad, deuda, siento muchísmo ser cínica, es que dicen que Grimm no escribían para niños, sino para la gente adulta. Veamos la metáfora o el significado implícito.
Sigo. El tema es que a veces no nos vemos unas a otras, no, no lo hacemos, cada una lleva en su cesta, en su camino, unas cargas distintas, pesadas, una misión diferente, todas ellas respetables, hermosas, el camino es el mismo, pero nos perdemos en los vericuetos del bosque, mirándonos unas a otras, observando si la otra tiene la capa más planchada o celulitis en aquel tobillo.
Triste gracia para protegernos del cazador.
Débil arma contra los árboles traidores.
Sí, Caperucitas iguales, apasionadas, inocentes, deseando intimar con otro ser humano, follar con un licántropo o bañarnos en las aguas del río.
O simplemente comernos la dichosa mermelada olvidando la dieta y las calorías, ey, qué pasa, toma de mi queso, abramos la botellita de orujo. Hay pa todas.
Pues no, resulta que si hay un lobo nos peleamos.Será que creemos aún en el derecho de pernada o que parece tan fantástico que hay que esperar turno. Y si en realidad es majo, la jodimos, porque habrá cotilleo aunque nos acompañe a Misa y lleve una armadura hercúlea.
Algo harían estos detrás del altar, sí señores, el chisme que no falte. Tremendas ganas de inventar.En realidad hay para todas, ellos no aguantan tanto, perdón, hay un límite a la resistencia animal. O es que a lo mejor puede existir entre un hombre y una mujer, lobo y loba, Caperucita y animal, una amistad pura, pero no, que eso no lo ven, que no existe porque no se toca.
Pero si es que solo queríamos conversar de poesía, mira la guarra esta que va enseñando pierna y le ofrece la miel del escote.Sé, sé que no somos mayoría, pero decidme que eso no existe, que a veces no nos dejamos pisar, mimetizar o sustraer por esa estructura patriarcal que enfrenta, divide y nos vence.
Por favor, miremos más allá de la capa y del sendero.Caperucita somos todas.
No nos van a engañar unas orejas detrás del gorro, si vamos todas juntas alguna detectará que el conducto auditivo no debiera de ser piloso. Algunas notaremos que tener todo grande no es condición imprescindible ni necesaria para encamar.Ni muchísimo menos debemos compartir todo el alimento de la cestita, no señoras, a ver qué pasa si el lobo decide hacer la comida por una vez.
Pues si, bonitas, dulces, hermosas, inteligentes, Caperucitas de veinte años y de cuarenta y ocho, setenta, marchando por filas eternas sin capa, sombrero ni ley.Caperucitas palpitando por debajo de los abetos, rompiendo las ligas y el tiempo, de la mano por el azul.Caperucitas deseando aprender más de bricolaje, Filosofía, deporte, Ciencia, mariscar , remo, conducir.
Caperucitas cojonudas o coñonudas, deliciosas, desafiando aquella historia donde alguien nos rescatará.Caperucitas amasando el futuro de democracia, gobernando una terracita, un río, un valle o un país. Sí, ese mito inclasificable sería eterno y sería de facto si pudiéramos realizarlo cambiando un poquito el final.
Así que vamos, vamos todas a celebrar aquella esencia, a compartir las escopetas para cazar el porvenir.Porque os aseguro que aquí, el único cuento posible, el único cuento mentira es que no podemos brillar.