Manuel Pérez Lourido
Tauromaquia
Cuando eres un crío que crece en las postrimerías del franquismo estás, en mayor o menor grado, familiarizado con la violencia: has visto en clase el castigo físico, Urtain es el héroe nacional y sus golpes son imitados un día sí y otro también para dirimir las disputas entre compañeros, las peleas organizadas con la chavalada de los demás barrios forma parte de la vida de barrio en Pontevedra... Cuando "ponían toros" en televisión, la crudeza de las imágenes quedaba tan atenuada en blanco y negro que casi parecía que animal y diestro estaban bailabando un minué, digo un pasodoble. Para añadir más aliciente, en la radio Manolo Escobar relacionaba las corridas con las minifaldas...(andá, qué he dicho...).
Con todo esto y viviendo en la única ciudad gallega con plaza de toros, uno tenía todas las papeletas para que le tocase un futuro de taurófilo abonado a las ferias de la Peregrina en la tómbola de la vida, anunciada a la sazón por Karina...
Solemos pensar que la escala de valores que nos hemos ido forjando a golpes de experiencias, lecturas y reflexión es la medida de todas las cosas. Y es simplemente "nuestra" medida propia, la que nos vale a nosotros para elegir, decidir, opinar y actuar. Dicho esto:
Cuesta admitir que existan seres humanos que disfruten mientras se inflige daño físico a un animal, sea el que fuere. Si aún encima el embate se viste de faralaes y se monta a su alrededor un tinglado que mueven gruesos intereses crematísticos, la torelancia de tal práctica se hace dificultosa.
Para colmo, a eso se le llama "la fiesta nacional". Es cierto que fuimos un conjunto de tribus bárbaras y que el impulso bárbaro no termina de despegarse del ADN humano como lo prueba el comportamiento de este bajo circunstancias determinadas. Aún así, se antoja que un pueblo que sigue admitiendo en pleno siglo XXI una práctica cruenta que probablemente procede de la edad de bronce, tiene algo que explicar. Así lo consideran ciudadanos de más de cien países diferentes que han firmado para lograr su abolición.
Canarias en 1991 y Cataluña en 2010 ya han dado ese paso (aunque las razones que impulsaron a este último territorio fueron de otra índole, como quedó patente con la decisión de mantener los "correbous").
Haría falta una mayor beligerancia de la sociedad civil en favor de la medida y esto sólo sucederá si nos concienciamos de que el maltrato animal sólo nos embrutece más. Analicemos algunos de los argumentos que suelen presentarse para justificarlo:
Es una tradición- igual que las ablaciones, el concubinato o las matanzas de delfines en las Feroe. Igual que lo fueron el vendaje de los pies a las mujeres chinas, la castración humana o los sacrificos humanos en diversas culturas.
Es un arte- también se dice "el arte de la guerra" y supongo que todos celebraríamos que desapareciese tal arte. Se puede tener "arte" estafando o ejerciciendo cualquier práctica detestable que requiera habilidad.
El toro bravo desaparecería- permítaseme la duda de que sean principios ecológicos los que hayan hecho nacer y desarrollarse la tauromaquia.
El toro bravo vive mejor que otros toros y animales- claro, como lo hemos tratado a cuerpo de rey tenemos derecho a torturarlo (cuando lo primero ha venido dado por lo último)..
El debate sobre lo toros tiene otro ángulo de enfoque que hace que interese a todo el conjunto de la población: esta"fiesta nacional" ha sido generosamente subvencionada por los poderes públicos prácticamente desde su implantación. Si en el año 2008 la cantidad casi alcanzó el millón de euros, actualmente se sitúa en la mitad. El descenso de las ayudas y la propia dinámica comercial del espectáculo en la situación actual hace que su futuro esté francamente amenazado. El gobierno español ha sido acusado recientemente de desviar 130 millones del fondo de Política Agraria Común europea para subvencionar entradas, publicidad, ayudas a empresarios y promotores, etc.
Está pendiente de aprobación parlamentaria su declaración como bien de interés cultural (que llevaría consigo la obligación de asignación presupuestaria para mantenerlo) por parte del Parlamento. La comunidad de Madrid lo aprobó el pasado mes de junio.
¿Qué queremos que se haga con nuestros impuestos? ¿es que todos los votantes de tal o cual partido político piensan lo mismo respecto a "la fiesta nacional"?. ¿Somos los ciudadanos españoles los que deberíamos decidir sobre el particular, según los valores de cada quién, o esta es una cuestión meramente para la política?.
Terminaremos desmontando una coartada, nada menos que en la definición que hace la RAE de "lidiar" . Después de definir "tauromaquia" como "arte de lidar toros", así define "lidiar":
"Luchar con el toro incitándolo y esquivando sus acometidas hasta darle muerte".
Pero el toro no "lucha" contra el torero: sólo se revuelve ante las provocaciones de quien "le incita" como dice la RAE, una y otra vez.
31.07.2013