Manuel Pérez Lourido
Distancia social
Esta sociedad que adora la inmediatez y encumbra la apariencia tiene desventajas más que evidentes. Podemos citar el desapego de la reflexión o la caducidad del pensamiento, por flojo y banal. O la seducción por enunciados rimbombantes y poco acertados. Pondré un ejemplo para su examen. Se trata de la expresión "distancia social", situada en enunciados como "distancia social entre jóvenes", "distancia social entre alumnos", "distancia social entre adultos", etc. Se trata de construcciones totalmente redundantes: ¿acaso la distancia entre jóvenes, alumnos, adultos… no es social?, ¿qué es?, ¿económica, política, espiritual, cósmica? Si está usted hablando del tema de moda desde hace meses y hace mención a la imprescindible distancia entre personas como medio profiláctico, ¿tiene que decir que esa distancia es "social"?
Más nos valdría también mantener esa distancia, pero ahora con el adjetivo "cultural", respecto de advocaciones al averno como las de algunos programas televisivos basados en el evisceramiento de sujetos que han sido previamente gratificados económicamente para sobrellevar ese oprobio. No es que lo sufran demasiado, porque un somero análisis de la catadura de los mismos, ofrece características como una lamentable formación, una desastrosa autoestima, un espeluznante diseño de expectativas vitales, etc, etc. Nótese que la evisceración requiere la presencia de un organismo muerto que es como están, en sentido figurado, los participantes en estas ceremonias de la confusión.
Y, por último, citemos la persistente e irreductible costumbre de los cargos políticos de insultar a la ciudadanía sin ningún tipo de cortapisas. Porque un insulto es preocuparse de sacar rentabilidad incluso en momentos en que nos reta una pandemia, en lugar de aunar esfuerzos para solventar la necesidad colectiva. Y ya no de hablemos de quienes priorizan los intereses económicos en detrimento de la salud de los ciudadanos. Esa inveterada manía de considerar que los votantes de a pie somos imbéciles o masoquistas solo porque una y otra vez recompensamos el maltrato recibido y validamos la rapiña con votos que les permiten no solo reiterar sino justificar conductas reprobables. Aunque...