Marisa Lozano Fuego
Sobrevivir al virus: manual de instrucciones
Buenos días, hoy quisiera, por ser un poco original, contaros una experiencia autobiográfica. Me llamo Marisa y he sobrevivido al letal virus que asola el planeta. No ha sido sencillo y tal vez la suerte haya influido un poco, por supuesto la atención sanitaria, la disciplina y el confinamiento. Pero siempre hay un factor suerte, un factor destino. Pensé en el tipo de sangre. Tal vez el cero negativo sea protector, eso dicen, existen estudios al respecto. El positivo no me alarmó demasiado, simplemente era la constancia de que mi cuerpo debía fabricar defensas acorde con la situación.
Me encomendé a los dioses, a los cristianos y paganos, a los griegos y a los solares, y sobre todo me encomendé a la tarea de frotar todo con mucha lejía. Desinfectar las superficies dicen que es primordial para la supervivencia. Después, mucha música y toneladas de paciencia. Y chocolate Milka, parece un absurdo pero es vital a la hora de fortalecer las defensas. Sí, lo sé, la situación aterra.No pienso jactarme de mi victoria. Podría no haberlo hecho, pero supongo que pensé en la selección natural de Darwin.Y que si había de tocarme lo haría, por lo cual no cabía otra cosa que confiar en el destino.El primer día que atasqué la aspiradora con un calcetín (viejo, elástico, el látex es escurridizo) no mío sino ajeno se me ocurrió que los ejecutivos son un valor al alza. El dichoso corpúsculo se atascó en el tubo y aquello no ascendía ni bajaba aunque sacudir el armatoste cabeza y tubo abajo.
Pensé en cortar por lo sano (siempre me gustaron las soluciones drásticas); pero no siempre la amputación de un conducto resulta estética. También pensé que no podría aspirar. Pensé en una estrategia alternativa. Introduje el mango de una fregona. Sí , efectivamente.Mi progenitora me jaleaba mientras trataba de empujar el calcetín hacia la boca del aspirador. Así, como cuando coges un palo y empujar un conducto de agua. El calecetín se resistía, hacía vacío, comprendí por qué el látex parece ser tan resistente.Creía que era solo un asunto de guantes. No, aquello fue una verdadera lucha. Una lucha por la salida del del ejecutivo por el aspirador. Pensé en rodar una película. O en escribir una libro nuevo , “peripecias de un calcetín”. Oh, sí, podría tener gancho. A todo el mundo le ha pasado.Confesad. Sí! Pudo variar el color o la forma, pero lo del calcetín es un clásico.Si no en la aspiradora, en otro sitio. El WC, el sofá, la cama, siempre se han colado por todas partes. El caso es que lo conseguí. Finalmente empuñé orgullosa el dichoso y polvoriento calcetín (no revelaré su propiedad) con una mano, como un trofeo de caza textil o una medalla conmemorativa. Sí, lo tenía.Había conseguido sacarlo.Tantos años de estudio, de algo me tenían que servir. Siempre me dijeron que haría cosas grandes. No imaginaba que un triunfo tal me daría tanto placer. Me sentí orgullosa de mí misma.Y un poquito de la fregona.El tubo quedó inservible retorcido. Pero solucioné el obstáculo. Sí, lo hice. Y todo fue bien. Me tumbé sobre la cama y se me ocurrió que una vez ,lograda tamaña hazaña, podría limpiar el fregadero. Había una sospechosa tabla debajo del mismo.Con papel periódico. Por encima, los lavaplatos y el Fairy limón. Aquello tenía un color sospechoso, como el queso coronado de moho. Aquello tenía un olor sospechoso, como cuando el desodorante traiciona. Efectivamente, había una tabla húmeda debajo , se rompía y acumulaba agua por debajo, era un charco de oscuridad la que allí se alojaba y no dudé. Debía levantar la tabla.
Igual que los misterios de Agatha Christie, igual que las tramas o jeroglíficos, aquello debía ser descubierto. No vale tapar un elefante con el dedo meñique. Y con Fairy tampoco. Cogí el martillo y empecé a escorar la tabla, muy muy despacio. Igual que lo del calcetín, era una cuestión de dignidad. Finalmente y tras media hora de maniobras, me encontré con las tablas en la mano y pude limpiar el charco que se escondía debajo.Alguien me regañó por reventar la tabla, aquello se podía tapar, me dijeron. Al igual que la censura en los medios, no soy partidaria de las mordazas. Así pues , destrocé la tabla. Y todo lo que había debajo, emergió.A veces es mejor que la porquería salga a la luz, en cuyo caso podemos limpiarla. La tabla era un obstáculo. La única defensa contra la prohibición es destapar la cuestión, o un martillo. Ambas cosas son adecuadas. Lamentablemente no siempre poseemos martillo. Pero por suerte sí herramientas para sacar a la luz la verdad.
M i satisfacción ese día terminó con una lata fabada, de esas de Litoral, muy rica. Evocando mi origen asturiano, últimamente mi paladar vibra cuando siento el olor de unas lentejas, unos garbanzos o unas habas. En fin, que así fue nuestro dia. O el mío al menos.Un día más sin virus.
Ese día comprendí que el miedo debe vencerse con la praxis. Y que todo lo que atasca, hay que sacarlo. Para que no estorbe.Pero repito, no siempre hay martillo, y tampoco palo de la fregona.
Otra herramienta que me ayudó mucho fue la lectura del Quijote, Mio Cid y otras obras clave de nuestra lengua. Me relaja leer la lengua vehicular, sus orígnes, sus modismos. “ El de la barba vellida”, “De los sus ojos fuertemente ,llorando”, y pasajes del Lazarillo y la longaniza. Ello no me exime de escuchar baladas en inglés o rianxeiras idioma gallego, pero la lengua castellana tiene ese encanto de la Historia, y leer el Quijote en arameo resulta un poco peregrino.
En fin, el confinamiento pasó con una serie de situaciones rocambolescas y otras más cotidianas, en ocasiones una estética distinta (chichos con aspecto Vileda, me niego a usar moño de abuela samurái) y otros días mucha ensoñación y banda sonora de Scorpions, algunos con miedo al futuro y otros con menos latas de fabada.
Pero pasó o está pasando, ya he negativizado oficialmente, pero he positivizado otras cosas: la fuerza interior, la paciencia.La capacidad de reírme de mí misma (porque antes de que lo hagan el resto, la prerrogativa me pertenece)..y por otra parte el amor, amor a mi y a mi familia, fuerza que mueve y erradica todo tipo de agente tóxico.
El temor al virus continúa, y por las noches cierro bien la puerta por si llega si avisar. Está por todas partes, en la televisión, en las cadenas, parece tener un transporte rápido y una fijación enfermiza por tenernos controlados. Sin embargo, no desespero y no debiéramos hacerlo. El virus hallará vacuna y se irá por donde ha venido.
Había dos virus en mis venas: uno, el Miedo.Al cual he vencido.Otro, ante el cual me rebelo y por ello lucho a diario , como muchas otras personas, para no dejarme vencer.