Manuel Pérez Lourido
"Manu"
Manuel Jabois tiene un don para lo suyo y ha tenido la gran suerte de descubrir qué era lo suyo a una edad en que otros ignoran aún casi todo. El ejercicio del periodismo le ha proporcionado destreza en el manejo de esa chispa innata con la que ahora fabrica frases concisas y deslumbrantes, de precisión nipona e imaginación meridional.
En Manu se pone manos a la obra con su desparpajo habitual para celebrar su paternidad con un festín de anécdotas en las que la melancolía latente está tratada con sobredosis de humor.
De un modo torrencial y aparentemente descuidado hace llover episodios desternillantes, símiles tan atrevidos como eficaces, afirmaciones paradójicas, adjetivos vitamínicos y muchos, muchos verbos, que empapan al lector mientras lo conducen a un territorio donde la confesión vital se sustenta en ires y venires de un narrador que tiene un poco de Woody Allen y otro poco de Harold Lloyd.
Esta novela corta de género más insólito que impreciso y hechura totalmente personal, tiene una vocación de texto oral y entretenido, de epopeya desenfadada y recuento afectivo que arranca sonrisas y alguna carcajada, como si el humor que la permea fuese un modo de presentar disculpas por la exhibición de intimidades. Porque la novela trata, en cualquier caso, de la delicada piel del escritor y de cómo la vida va arañando aquí y allá mientras en apariencia todos, él el primero, nos echamos unas risas.
Suelen terminarse esta cosa de las reseñas de libros recientemente publicados con un toque cornetil para llamar a su "estimulante lectura" y blablablá, pero a estas alturas no queda nadie por estos pagos que no la haya leído, ¿o sí?.
21.08.2013