Manuel Pérez Lourido
Quedarse en cama
Durante las vacaciones solemos repetir una serie de actividades que se han ido instalando en nuestro modo de disfrutarlas y que incrementan la sensación de que eso es lo que estamos haciendo: disfrutar. En mi caso, una de ellas consiste en quedarme toda una mañana en la cama. Suelo escoger un momento de especial cansancio, o sea, me vale un día cualquiera. Allí me quedo tirado mientras casi todo el orbe resuelve ponerse en marcha. Los ojos cerrados, la boca abierta, las sábanas revueltas, el sol entrando a raudales... si suena el teléfono lo cojo y contesto que no puedo ponerme porque estoy durmiendo y sigo a lo mío. Mi trabajo me cuesta alcanzar la hora de comer sin levantarme.
Esto lo hacia muy bien Juan Carlos Onetti, que se pasó en la cama los últimos cinco años de su vida. El pesimismo que vertió el escritor uruguayo en "El astillero", "Juntácadáveres", "La vida breve" y tantas otras, lo concentró en esa reclusión, que era como un corte de mangas al mundo. Trabajó como periodista, pero al final no quiso enterarse de nada: le bastaba con sus recuerdos.
En este país se está haciendo mucho por fomentar la práctica de quedarse en cama, por desgracia. Al márgen del panorama laboral, sólo hay que encender la radio nada más abrir los ojos para que nos entren unas ganas horrorosas de volver a cerrarlos. O eso, o vestirse a toda prisa para salir corriendo a cambiar el panorama: las medias tintas son un engorro.
Las personas, o al menos los seres humanos, cuyos ritmos circadianos los hacen proclives a acostarse más tarde y por tanto dormir hasta bien entrado el día son candidatos perfectos a engancharse a esta práctica durante la época vacacional. Es en este momento cuando su situación vital les permite seguir su ritmo biológico y no verse obligados a adaptarlo. Además, la vida nocturna estival proporciona oportunidades suficientes para que la distracción esté asegurada. Se puede hacer vida vampírica con escaso riesgo de sufrir exclusión social.
También se da el caso contrario: seres humanos, algunos de ellos personas, que alteran su ritmo "diurno", digamos, para no perderse las juergas nocturnas y que por la mañana están hechos unos zorros porque lo suyo sería estar activos pero no son capaces de levantarse del lecho.
En definitiva, como casi siempre, nunca hace sol a gusto de todos y somos afortunados si, al menos un día al año, podemos quedarnos en la piltra sin hacer nada durante una mañana entera.
28.08.2013