Pablo Galván
¿En manos de quién está Salcedo?
Una persona que en el fragor de una negociación llama sinvergüenzas e impresentables, sin tón ni són, a unos interlocutores con los que está negociando y que al salir de cada reunión -y ya van tres o cuatro- se queja de que sus interlocutores se han reído y burlado en su cara, demuestra no estar preparado para ponerse al frente de cualquier negociación, ni para ejercer labores de representación en ningún sitio. Tampoco es propio de alguien sensato que, por la mañana, diga que sus interlocutores son unas personas serias y con talante negociador y, por la tarde, que quieren conflicto y lío.
Pues bien, esta imagen patética es la que está trasmitiendo a la opinión pública el Presidente de los comuneros de Salcedo, Fernando Pintos, con su peculiar estilo de negociación con el Ministerio de Defensa por los terrenos que ocupa la Brilat. Y eso que no hace más que repetir, un día sí y otro también, que comuneros y la Brilat están condenados a entenderse. Y probablemente tenga razón, pero si, finalmente, hay acuerdo será precisamente, sólo por eso, porque no había más remedio y a pesar de su lamentable actitud prepotente, no gracias a él; así que Pontevedra no tendrá nada que agradecerle por la permanencia de la Brilat, aunque veremos cómo querrá colgarse la medalla. Sino al tiempo!.
La credibilidad del señor Pintos hace tiempo que está bajo mínimos. Primero, empezó la "partida negociadora", pidiendo el oro y el moro en concepto de canon anual por los terrenos comunales generando una polémica por las cifras que, según él, eran irrisorias, ridículas y hasta meramente simbólicas. En Salcedo, sus vecinos se preguntan si este señor se ha vuelto loco. Luego, la rebajó a la mitad y dijo que no bajaría ni un céntimo y ahora, que las demás comunidades ven con buenos ojos la oferta que hace unos días les hizo Defensa, anuncia a bombo y platillo un principio de acuerdo con Defensa, pero, cuando el departamento ministerial le hace ver que no es cierto, que la nueva oferta está muy por debajo de lo difundido por él y que se debe a una errónea interpretación de la Comunidad de Salcedo, monta en cólera y enrabietado como un niño amenaza con todas los plagas posibles, dejando que trascienda su personalidad veleta. Mientras las cosas van como él quiere sus interlocutores son maravillosos, razonables y conciliadores y les dora la píldora, siendo capaz de disimular, perfectamente, su manifiesta animadversión hacia los militares y hacia la Brilat, pero cuando las cosas, al cabo del rato, empiezan a torcerse y no giran a su antojo, ni se corresponden con lo que cuenta, pone el grito en el cielo y descalifica a esos mismos interlocutores y a todo el que se le ponga por medio.
Lo malo de todo esto no es que retrate a quien se comporta así, sino que da una mala imagen de Salcedo en donde hay muchas personas con mucha mayor capacidad que el actual presidente de los comuneros para representar con autoridad a la parroquia, de forma integradora, no sectaria y es una pena para Salcedo tener que soportar esta imagen tan pobre y patética de la parroquia, parroquia cuyas gentes se distinguen, precisamente, por actuar con un talante conciliador, afable y abierto, absolutamente contrario al de ese comunero.
l5.09.2013