Manuel Pérez Lourido
El batacazo olímpico
El tercer fracaso de la candidatura olímpica de Madrid, de la que pasaron olímpicamente los miembros del COI porque quedó de última, ha dejado más quemada a la parte del país que ya estaba chamuscada. Y a tres periodistas les ha achicharrado la cara, literalmente, dañada por los focos del "especial JJOO" de TVE. Muy simbólico todo.
Multitud de comentaristas de todo tipo: serios y circunspectos, chocarreros y simpáticos, de medio pelo y de pelo y medio, han procedido ipso facto a rasgarse las vestiduras ante la mala preparación de la candidatura, el inglés de la señora de Aznar, los gin-tonics que se bebieron a la ida (supongo que a la vuelta lo que se agotó fue la tila), etc, etc.
A uno lo que le joroba de esto es el tonillo "ya lo decía yo" que permea esos análisis: ahora todos somos muy listos pero nadie tuvo bemoles de denunciar, por ejemplo, el despilfarro de tanta pasta gansa que se bebió y comió la intentona (y los encargados de la intentona). Por ejemplo: ¿quién fue el sabio que aconsejó alojarse en hoteles de cinco estrellas? Total, para salir estrellados.
Era evidente que presentarse para organizar unos juegos olímpicos en las actuales circunstancias tenía más de orgullo torero que de oportunidad que la pintaban calva. Como nos habían dado con la puerta en las narices dos veces nos dijimos, en medio de una crisis galopante, "pa chulos nosotros".
No es de extrañar que uno de los electores no se cortara en aconsejarnos que dedicásemos nuestros recursos a luchar contra el paro y tal. Para hacer esa reflexión no hace falta ser tan listo y nosotros, que somo de la realeza en eso de ir de listos, en el fondo nos sentimos aliviados cuando los japoneses se llevaron el premio, o lo que fuese.
Otro argumento en nuestra contra parece ser que tuvo que ver con una supuesta falta de firmeza a la hora de castigar el doping. ¿Quién? ¿nosotros?, ¿los españoles mirando para otro lado cuando se ingringe la ley?. Deben haberse confundido. Hay procesos judidicales en marcha que demostrarán que esto era "antes", que "ahora" todo el mundo es igual ante la ley, etc, etc. Por más que uno se prometa no caer en la ironía siempre da con un hoyo.
Sería tal vez mucho pedir que al menos aprendiésemos algo de esta fábula olímpica, cualquier cosa, no hace falta ni que nos venga al caso: que hay que tener cuidado con la potencia de los focos por el bien de quien se tiene que poner delante de ellos, que llevar tanto jabugo en el equipaje no asegura más que una digestión pesada, que debería ser obligatorio saber inglés para ocupar un cargo público de relevancia que nos pueda poner en la tesitura de tener que emplearlo... ya el colmo sería que además llegásemos a la conclusión de que lo primero es lo primero.