Milagros Domínguez García
El mentiroso conoce la verdad, pero desconoce el honor
La verdad es por definición la concordancia entre lo que se piensa, lo que se expresa y lo que se hace. Fuera de esta premisa estaríamos hablando de mentira y lo cierto es que no tengo claro si escribir sobre una u otra, porque de la verdad podría hablar excelencias, en cambio, de la mentira, si hago uso de la verdad, la tendría que definir como la peor característica de un ser humano.
La verdad es dura, pero desengañada, la mentira aunque se disfrace de piadosa, es la podredumbre del ser humano, que de forma intencionada toma la decisión de engañar. Es la estafa moral y ética que deshonra a la persona y que hiere como una daga que hace desangrar a la confianza, y sin ella, no existe posible relación, da igual al ámbito que nos refiramos.
Romper la confianza es alimentar la desconfianza y por ende cualquier palabra u actuación del mentiroso es puesta en duda, y la duda, es una losa pesada que una vez llega difícilmente se disipa.
Diariamente nos encontramos con mentiras. En el plano político es ya la desfachatez de quien miente más que habla y que pone en jake los pilares fundamentales de la sociedad porque si el que tiene el mango de la sarten en la mano usa la mentira para seguir en esa posición, qué nos queda al pueblo llano por hacer. Es tal el plantel que resulta bochornoso y de vergüenza ajena escuchar a determinados personajes, pero lo que aún es casi peor, es quien disculpa la mentira y a través de más falacias intenta vestir de certeza aquello que fue vertido. Y no vale que nos digan que todos estamos evolucionando y podemos cambiar de opinión, no señores, porque en horas nadie evoluciona de esa forma, y cambiar de opinión no es decir digo donde dije Diego.
Y me sorprendo hablando así de personas a las que le supongo virtud intelectual, ética y moral, refiriéndome a ellos abiertamente como mentirosos con poca vergüenza. Porque a mis 52 años no imaginé tal deterioro en las instituciones que nos representan, que sin estar de acuerdo siempre con sus decisiones, tendrían que poder presumir de pulcros siendo imposible en el lodazal que han creado.
Echo de menos la política de altura que tuvimos desde los inicios de nuestra democracia, porque incluso y a lo largo de la historia han llegado algunos a bajar la cabeza ante alguna inmoralidad, pero hoy en día, es tal el despropósito, que en el mismo congreso se viven situaciones que pondrían colorado a cualquiera, pero que curiosamente, los que nos ponemos colorados somos los ciudadanos.
Hombres y mujeres que deberían sentirse honrados por ejercer en nombre de todos y que para nuestra desgracia algunos no son más que trileros del tres al cuarto.
La verdad honra y engrandece, los amigos han de ser honrosos, las parejas han de serlo también, nosotros hemos de serlo, para ello educamos a nuestros hijos, para que sean personas de bien, personas que generen confianza, que una vez han dado una palabra cumplen y siempre llevan la verdad por bandera, que cuando se equivocan piden perdón y rectifican.
No existe nada peor que caer en manos de un mentiroso, porque con sus patrañas minan cualquier relación, corrompiendo todo con su toxicidad, hasta la autoestima de quien no deja de recibir sus falsedades como un goteo al más puro estilo tortura china.
Pero la mentira tiene las patas muy cortas, tanto, que dicen que se coge antes al mentiroso que al cojo, y siempre pensé que se les ha de hacer pagar por ella, con la verdad que ocultaron, por la mentira que crearon.
Han de ver su castillo de naipes desmoronado, sus mentiras a la altura de donde tienen la honradez, que suele estar más abajo que la suela de su zapato, y enfrentarse a los daños que han causado de forma que aprendan la lección y tengan la oportunidad de sentir la vergüenza que dieron, y la mirada de repulsa por su manipulación de todos los que le rodean.