Valentín Tomé
Res publica: ¿Causalidad o casualidad?
Es bien sabido desde hace décadas en el campo de la neurociencia que la estrategia predominante en el cerebro humano para llevar a cabo el aprendizaje es la búsqueda de patrones en la Naturaleza. Es decir, la búsqueda de relaciones causales entre diversos fenómenos naturales. Por ejemplo, si al acercar la mano al fuego sentimos quemazón, hemos llevado a cabo un aprendizaje que además puede ser reproducido, si bien no es aconsejable hacerlo, cuantas veces deseemos. Por decirlo brevemente, aprendemos a través de la costumbre.
Claro que como toda estrategia no está exenta de riesgos (en la Naturaleza nada es gratis), y bien puede ocurrir que en esa búsqueda desesperada de patrones que nos permitan orientarnos ante un mundo cargado de información, confundamos causalidad con casualidad. Es decir, que dos fenómenos independientes entre sí los enlacemos por una relación causal. Esta es la base del pensamiento basado en prejuicios estereotipados. Eso ocurre por ejemplo cuando al observar a alguien de etnia gitana realizar algo moralmente reprochable, el cerebro extrae la conclusión de que todos los gitanos actúan de la misma manera. Y es la base, por supuesto, del pensamiento mágico o de la superstición. Así alguien puede llegar a pensar de manera "natural" que los buenos resultados obtenidos en un examen están relacionados con determinada prenda de vestir que llevaba en ese momento, y repetir el uso de la misma en otra prueba, atribuyéndole a la misma propiedades mágicas relacionadas con la buena suerte.
La misma práctica científica no está exenta de estos riesgos, más aún cuando en el estudio del fenómeno en cuestión intervienen multitud de variables. Entre los científicos es habitual repetir el siguiente axioma: "correlación no implica causalidad". Así, si el número de piratas en alta mar desde 1860 no ha hecho otra cosa más que descender de manera paralela a como ha ido aumentando la temperatura global de la Tierra desde entonces, no podemos concluir que la causa de ese aumento se halle en el descenso de piratas sino más bien en el cambio climático de naturaleza antrópica. Este ejemplo pedestre es tan solo una pequeña demostración del enorme peligro que supone en la práctica científica la confusión de causalidad con casualidad; y que solo puede ser evitada con más ciencia, es decir con la realización de experimentos meticulosos y controlados, donde queden determinadas claramente las variables que intervienen, y que puedan ser reproducidos siempre que se desee. Y por supuesto, con algo siempre necesario, buen juicio.
Si en las ciencias empíricas resulta en ocasiones complejo diferenciar causalidad de casualidad, en las ciencias "históricas", es decir en aquellas donde los sucesos se enmarcan en un contexto temporal determinado que no puede ser reproducido en un laboratorio, la labor resulta prácticamente imposible. Expondré a modo de ejemplo estos dos sucesos de la Ciencia Política acontecidos durante ese periodo conocido como Transición:
Suceso A. Ante la escasez de aceite de oliva, durante el franquismo se repartieron por parte del territorio español una serie de depósitos para almacenar el oro líquido, y echar mano de ellos cuando subía mucho de precio o cuando las cosechas eran malas.
En marzo de 1972 se hizo necesario recurrir a estos depósitos. En Vigo, D. José María Romero, director general de REACE (Refinería de aceites y grasas) al hacerlo comprobó que faltaban unos ¡4 millones de kilos de aceite!. Cuatro días después de la denuncia, uno de los principales accionistas de REACE era detenido en un tren Madrid – Bilbao, Isidro Suárez como principal imputado.
Seis meses después de poner la demanda, aparece sospechosamente muerto José María Romero junto con el cadáver de su mujer y de su hija. Año y medio después aparecía muerto en prisión Isidro Suárez. Por esas fechas también fallece en extrañas circunstancias un empresario vigués de una conservera que compraba este aceite de REACE en el mercado negro. Un taxista que era el encargado habitual de transportar a toda esta gente por la ciudad olívica apareció muerto en su taxi con tres impactos de bala.
Sin embargo, ya en democracia, el principal sospechoso de este turbio asunto, Nicolás Franco Bahamonde, fallecería plácidamente en 1977 sin haber llegado a declarar por decisión del juez que se negó a que el hermano del Generalísimo fuese procesado.
El juez era Mariano Rajoy Sobredo, padre de M.Rajoy, y actuaba como fiscal Cándido Conde Pumpido, padre del que fuera Fiscal General del Estado Cándido Conde Pumpido. El sumario desapareció y nada más se supo.
Suceso B. Unas de las consideradas más difíciles pruebas de toda las plazas funcionariales, la de Registrador de la Propiedad, fueron aprobadas por M.Rajoy, en su primer intento y con 24 años de edad, por lo que se convirtió en el registrador más joven de la historia de España (la plusmarca nacional continúa vigente).
Su hermano menor, Enrique, estuvo a punto de arrebatarle el récord, cuando unos años después aprobó la misma oposición, ostentando la marca del segundo más joven. Consiguió también ser registradora su hermana María de las Mercedes. Y el cuarto hermano, Luis, sin embargo, concurrió con similar éxito a las igualmente duras pruebas de acceso al Notariado.
¿Existe alguna ligazón causal que nos lleve del suceso A, conocido en la jerga judicial como el caso del "aceite de Redondela", hasta el suceso B, o se trata de fenómenos independientes y por lo tanto todo lo relatado en B responde a la más estricta casualidad (y mérito y capacidad, por supuesto, de sus protagonistas)? A día de hoy, el misterio permanece abierto, y me temo que así será eternamente.
Podríamos pensar que enigmas como el anterior forman parte del pasado, de un periodo convulso y de grandes cambios como fue la Transición, pero que en la actualidad la Ciencia Política transita por terrenos más previsibles en los que el dilema causalidad, casualidad apenas tiene cabida. Nada más lejos de la realidad.
¿Qué podríamos decir de los catorce fallecidos hasta la fecha implicados en el "caso Gürtel"? ¿Y de los cinco profesores muertos en menos de un año de la Universidad Rey Juan Carlos durante las investigaciones sobre la validez de las titulaciones académicas de Pablo Casado o Cristina Cifuentes? ¿O del reciente fallecimiento en su casa del Fiscal del Supremo que llevaba años investigando la fortuna del Rey Emérito después de haber asistido a su trabajo por la mañana? ¿O del asalto por cuatro encapuchados a punta de pistola del furgón de transporte que trasladaba de los juzgados de Madrid a Barcelona el material informático y de telefonía móvil incautado a la familia Pujol desde 2014? ¿Y del error ocurrido hace unos días en el sistema informático que paralizará durante al menos dos meses los recursos presentados en el "caso Kitchen"?
Si existen relaciones causales que encadenen los fatídicos sucesos anteriores con las organizaciones, instituciones o personas particulares directa o indirectamente beneficiadas por la ocurrencia de los mismos, o todo se enmarca en el estricto campo de la trágica casualidad, es algo que me temo nunca sabremos.
Quizás en este campo de la Ciencia Política conviene escuchar la voz de los más sabios y experimentados. Y si hay un hombre en este país que parezca haber estado presente en casi todos los hechos trascendentales ocultos a la luz pública ocurridos desde la Transición, ese es, sin duda, el excomisario Villarejo. Los investigadores que han tenido acceso a su agenda privada dan fe de que en ella se guardan casi todos los secretos de nuestro Régimen del 78. Entre sus hojas, a las que habría que añadir sus cientos de horas de grabaciones clandestinas de audio, en un lenguaje casi lógico matemático cargado de seudónimos y anotaciones en clave, Villarejo se nos revela como un Galdós posmoderno, como el mejor cronista de una época, la nuestra, la surgida de la restauración borbónica y democrática.
Por ello, cuando el 20 de Octubre de 2021, el excomisario se presentó en el Congreso de Diputados en el marco de la comisión "Kitchen" estaba teniendo lugar un acontecimiento extraordinario, algo que podría ayudar a resolver algunos de los principales misterios de la Ciencia Política contemporánea. A preguntas del diputado Gabriel Rufián, Villarejo habló de una sección Pi, que en contra de lo que pueda parecer no se trataba de una asociación de matemáticos, sino de "una organización en este país que se dedica a hacer desaparecer a aquellos que les interesa". Entre ellos se colocó a él mismo como reciente víctima, pues durante su estancia en la cárcel de Estremera en 2018 intentaron, según manifestó, asesinarlo mediante envenenamiento, lo que le ocasionó un ictus del que logró sobrevivir.
Pero la pregunta clave para el propósito de este artículo llegaría después. Cuando Rufián le inquirió directamente si incluía entre las víctimas de esa organización paraestatal a los catorce "desaparecidos" de la Gürtel. Sin pensárselo dos veces, Villarejo contestó algo que puede ayudarnos a diferenciar entre causalidad y casualidad en el complejo terreno de la Ciencia Política: "Mire, los americanos, la CIA, tienen un dicho que quiero hacer mío. Decían que una vez es casualidad, dos coincidencia y tres sabotaje".