Manuel Pérez Lourido
Disfraces
Carnaval es todo el año, dijo ella abriendo el periódico por la información política. Otra cosa es que dediquemos un tiempo concreto para montar una fiesta de disfraces. Nosotros, que vamos disfrazados todo el año. Porque una vez que tenemos edad y autoridad para escoger nuestra vestimenta no hacemos otra cosa sino disfrazarnos. Escogemos de acuerdo con la imagen de nosotros mismos que deseamos hacer llegar a los demás o con la imagen que tenemos de nosotros mismos o un poco de cada cosa. En todo caso, cada día salimos a la calle con un disfraz, físico y mental. Vivir en sociedad nos obliga, de una manera u otra, a ello. O nos empuja poderosamente a ello. No es posible manejarse con cierta cordura y mostrarse abiertamente al prójimo con toda la amplitud de nuestras miserias y veleidades. De hecho, las personas que manifiestan de modo más evidente un comportamiento libre o alejado de las normas sociales de relación interpersonal, acaban siendo etiquetadas como friquis, aunque ultimamente se ha extendido también la expresión de "personaje". "Fulano es un personaje", se oye de alguien que se mueve entre la excentricidad y la simple rareza. Personas y personajes, cuando tal vez estos últimos sean las personas más auténticas y los demás los adocenados, cuando seguramente quienes así actúan han logrado sacudirse la autocensura. Claro que también se puede ir demasiado lejos cuando nos deshacemos de esa máscara impuesta, o autoimpuesta, y que el asunto se nos vaya de las manos. Hay una línea por medio que suele trazarla eso que llamamos cordura y es, basicamente, el sentido común. Digamos, también, que las palabras "persona" y "personalidad" proceden del término griego "próposon", que significa "máscara teatral". La civilización griega han pasado a la historia por enorme legado cultural y, como acabamos de ver, porque no se les escapaba ni una.
Se dice que los primeros disfraces proceden de las pieles de los animales que cazaban los hombres prehistóricos y que luego se ponían encima parece ser que tratando de recoger sus características y habilidades. No sé de qué fuentes se puede sacar esto último, pero también es cierto que son muchas las cosas que ignoro.
No se puede abordar el fascinante mundo del disfraz sin hacer mención a la camaleónica actividad de los camaleones. Humanos, queremos decir. Aquellas personas capaces de transformarse, por puro interés, según el ambiente o la compañía de cada momento. Quizá uno de los ejemplos más espeluznantes, a la par que divertido, de esto que uno recuerde es aquel que protagonizó José M.ª Aznar en una rueda de prensa junto a George Bush cuando impostó acento tejano para soltar en correcto castellano: "Estamos trabajando en ello". Imposible olvidar aquella escena.
Efectivamente, existen seres humanos capaces de adoptar el distraz que haga falta con el fin de alcanzar un objetivo determinado. La sabiduría popular los pinta con la imagen de un lobo vestido como una oveja. Una vez más: todo simulamos en la medida de nuestra posibilidades cuando queremos agradar a alguien y luego están las patologías. Las novelas y filmes que retratan las intrigas palaciegas, en la época que existían las intrigas palaciegas, proporcionan un bagaje importante para el estudio de este antiguo comportamiento.