Milagros Domínguez García
Una Rula, bien merece un poema
Hace unos días un usuario de twitter colgaba una imagen donde se podía ver como un vehículo municipal del Ayuntamiento de Pontevedra, llevaba a cabo la poda de los árboles de la calle donde reside. Los árboles en cuestión, y por lo que se aprecia en las imágenes, son ficus, pertenecientes a la familia de la Moraceae, y debido a que mis conocimientos de botánica son los justos, no podría precisar si se trata de un ficus macrophylla, elastica o alguna otra especie de la misma familia, pero todos ellos son árboles ornamentales utilizados en jardines y calles dado que sus características los hacen tener la fortaleza necesaria con muy pocos cuidados para aportar algo de sombra, además de dar vida y belleza y que no necesariamente tienen que ser podados en esta época.
Está bien que se cuiden las calles de nuestra ciudad, sin duda es una parte más que importante para mantener su belleza y crear un entorno agradable para los ciudadanos, pero no lo es menos cuidar la fauna, además de la flora, sobre todo en una época, la que vivimos actualmente, donde el ecologismo y el cuidado del medio ha cobrado tanta importancia y del que se dice, depende la vida en nuestro planeta. Tanto es así que recientemente el Ayuntamiento de esta ciudad ha solicitado ayudas por importe de cinco millones, que se dicen pronto, para proyectos medioambientales, para la recuperación de espacios verdes.
Estos árboles que menciono estaban poblados, y hablo en pasado, por unas aves conocidas en Galicia como Rulas (Tórtolas Europeas) que en esta época es su momento de cría y donde tenían sus nidos que cayeron al suelo y una vez terminados estos trabajos, sus propietarios buscaban a sus polluelos con una insistencia desesperante.
Además de ser una crueldad, porque lo es, debemos ser responsables en nuestras actuaciones y aunque posiblemente muchas personas piensen: "Sólo son unos pájaros", en julio del 2019 la unión europea abrió
La cuestión es que tener cinturones verdes en las ciudades es más que tener plantas y árboles, es ser consciente de que su existencia conlleva a que sean habitados y es que no se puede ni se debería obviar esto si hablamos de ecologismo.
Lamentablemente para todos en el momento en el que estoy escribiendo este artículo de opinión, las rulas ya no habitan esa calle, esos árboles. Sus nidos, los que cayeron al suelo, quedaron como pruebas irrefutables de que se puede hacer mejor, peor es difícil. Es más, se pueden hacer las cosas asesorándose por los técnicos que seguramente tiene el ayuntamiento a su disposición y con la empatía suficiente que ayudaría a la conservación del patrimonio natural, tan parte nuestra como lo es el idioma y las costumbres, y la rula lo es, lo fue para Rosalia de Castro y Álvaro Cunqueiro y yo creo que bien merece un poema además de cuidados.
DÍXENLLE Á RULA
Díxenlle á rula: Pase miña señora!
E foise polo medio e medio do outono
por entre as bidueiras, sobre o río.
O meu anxo da garda, coas azas sobre o brazo dereito,
na man esquerda a calabaciña de auga,
ollando a rula irse, comentóu:
-Calquera día sen decatarte do que fas
dices: Pase miña señora!
e é a alma túa a quen despides como un ave
nunha mañán de primavera
ou nun serán de outono.
(Álvaro Cunqueiro.)