Marisa Lozano Fuego
Para ser hermosa
Sin desdeñar las bondades de la moderna cosmética, quisiera poner de relieve algunas otras recetas milenarias que pueden emplearse "para ser hermosa", que no requieren coste alguno y son sin embargo el fiel reflejo de nuestras vivencias diarias.
Pasear descalza sobre la arena, escuchar el sonido del mar, eso embellece y mantiene activa la circulación. Acariciar un cachorrito, leer un buen libro, recibir un abrazo o un beso, eso mantiene activo el nivel de endorfinas y nos produce más ganas de vivir.
Para ser hermosa, no son necesarias más capas, menos kilos ni menos años, sino recordar quiénes somos y por qué estamos en la Tierra.
Para ser hermosa a veces precisamos oír la voz de alguien querido diciéndonos que lo estamos, aunque sea en pijama, recién levantadas y con las legañas puestas.
Para ser hermosa no necesitamos hidratar tanto nuestra piel como nuestro corazón, pues cuando este palpita de gozo y ternura el rubor se manifiesta en las mejillas y la epidermis, cubriendo toda nuestra piel, un manto sereno y suave que nos convierte en seres sin edad.
Para ser hermosa no es necesario tener veinticinco años, pues un buen vino no los tiene, y un buen libro jamás pasa de moda, porque los clásicos siempre tienen solera y belleza y perduran a lo largo del tiempo. Los árboles añaden con cada anillo de su tronco un año de vida… pues las arrugas son esos anillos, muestra digna y humana del paso de Cronos y de nuestra sabiduría.
Para ser hermosa, la piel se ve estirada una y mil veces, por los cambios de peso, las estrías y las varices, y todo eso cuenta historias diferentes: embarazos, vida, estrés, días que se van sumando en nuestra dermis y de nuevo reflejan una autopista certera desde el pasado hasta el presente, como una brújula. Real. Hermosa.
Para ser hermosa, las cicatrices de una operación de endometriosis, apendicitis, mastectomía por haber sufrido un cáncer, tienen peso y valor en nuestro ser, porque indican que el dolor ya ha pasado y que lo hemos sobrevivido.
Para ser hermosa, los kilos y las redondeces suman puntos y rompen clichés de Barbie perfecta, mostrando que un cuerpo es real, rotundo y que la belleza se hace de carne y no de aire.
Para ser hermosa, no hace falta tener dinero sino afectos, y cuanto más sinceros y hondos sean estos, más embellecen nuestro ser.
Para ser hermosa, no debemos medir más o menos centímetros de altura, sino medir nuestra nobleza, esa que sacamos a flote cuando las circunstancias de la vida son aciagas y aun así actuamos con rectitud.
Para ser hermosa, no debemos necesitar que nos lo digan o nos lo recuerden miles de seguidores en redes sociales, aunque ello sea muy agradable, sino justo la persona exacta y en el tono preciso que hace vibrar nuestro corazón.
Para ser hermosa, no existen cánones ni tablas sino los que nosotras mismas establecemos, desoyendo los consejos de la publicidad, la moda, las casas de anuncios, la despiadada industria de lo físico.
Para ser hermosa no hace falta tener el rostro de una actriz de cine o el cuerpo de una modelo, sino el atractivo de la Naturaleza, la piel limpia y las pupilas brillantes por el aire puro del campo.
Para ser hermosa, repítetelo cada día, y si nadie más lo hace, recuérdatelo hasta que nunca olvides que lo que más importa es lo que pienses de ti misma y lo que eres capaz de construir.
Para ser hermosa, como una flor, una laguna, una puesta de sol, un trino, un cachorro o una verdad, tan solo hace falta recordar quiénes somos y proyectar quiénes seremos a esa confusa tierra de la libertad.