Valentín Tomé
Res publica: 85 años de adoctrinamiento en las aulas
"Vamos a trabajar para acabar con el adoctrinamiento que pretende el Ministerio de Educación hacia todos los niños, especialmente como hemos visto en estos días, con los libros de texto", Isabel Díaz Ayuso.
"Una parte importante del aprendizaje y la adquisición de competencias ha sido sustituida por la ideología. Los libros de texto deben adaptarse al rigor científico y ser adecuados a las edades de los alumnos y al currículo", Enrique Ossorio, consejero de Educación de la Comunidad de Madrid.
Con estas palabras, el gobierno autonómico trata de poner el foco en algo que lleva ocurriendo en nuestro sistema educativo, ante la pasividad de los diferentes gobiernos y administraciones, al menos desde 1936: el adoctrinamiento en las aulas.
Del adoctrinamiento bajo la dictadura franquista no hay mucho que decir. Si algo caracterizó desde el primer momento a aquel Régimen fue la imposición de su ideología fascista en todas las esferas de la sociedad a través de múltiples medios, siendo, por supuesto, uno de los más representativos, pero ni mucho menos el único, la escuela. De hecho, podría afirmarse que el franquismo fue un sistema ideológico-cultural orientado de manera obsesiva a imponer su visión sobre el orden social a todos los españoles que sobrevivieron a su holocausto.
En el interior de las aulas, producida la depuración de todos los maestros de la República comprometidos con los principios de una educación de naturaleza laica y científica (muchos de ellos torturados y ejecutados), se impuso como norma la anti-ilustración, el pensamiento único, la visión mítica y adulterada de la Historia, el fanatismo religioso y su orden moral patriarcal reaccionario asociado, el racismo… En definitiva, los valores propios de toda educación fascista pasada por el tamiz del nacional-catolicismo. Un entorno además en el que las agresiones físicas y psicológicas por parte del profesorado hacia un alumnado que rara vez llegaba a la adolescencia tras aquellos muros, pues la escuela era pronto abandonada en favor de un trabajo infantil que pudiese ayudar a cubrir las necesidades familiares, estaban absolutamente normalizadas.
Cuesta incluso imaginar terapia psicoanalítica alguna que pudiera llegar a borrar los traumas ocasionados en las mentes de aquellas niñas y niños sometidos a aquella barbarie. Traumas que corren el peligro de resurgir cada vez que ya adultos, y en democracia, vuelven a escuchar nuestro himno nacional o asisten al izado de nuestra bandera, pues en casi todas aquellas escuelas cada mañana se repetía el mismo ritual: al más puro estilo castrense, el alumnado, segregado por sexos, desfilaba en el patio por filas y edades bajo la atenta mirada de los maestros antes de comenzar las clases, se izaba la bandera, y se cantaban, brazo en alto, himnos fascistas como el 'Cara al sol' o 'Montañas nevadas"; ya en el interior del aula, el rezo era obligado.
Claro que todo esto cambió radicalmente con la llegada de la democracia, pero lo que se mantuvo en nuestro sistema educativo, al menos en una parte significativa del mismo, fue el adoctrinamiento, el cual se expresó fundamentalmente por dos vías: desde los principios educativos de algunas escuelas como instituciones, y de manera más universal, en el currículo de algunas materias.
Corría el año 1985, tres años desde la aplastante victoria electoral del PSOE, y la expectación en el seno de la izquierda era tremenda, se iba a aprobar la primera ley educativa de la democracia, pues hasta ese momento nuestro sistema educativo funcionaba bajo la ley franquista general de educación de 1970. Sin embargo, aquella ley mantuvo intacto el sistema de enseñanza que había aprobado el régimen franquista, y, sobre todo, ahí seguía presente el plan de subvenciones a centros escolares privados que recogía la ley de la dictadura, es decir, la escuela concertada.
En aquellos años, la excusa para seguir manteniendo la financiación con fondos públicos de centros educativos dirigidos por todo tipo de congregaciones religiosas (católicas) de carácter privado fue la imposibilidad para la escuela pública de absorber todo el alumnado surgido de la recientemente proclamada universalización de la enseñanza. Es decir, se trataba de una medida de carácter temporal destinada a su desaparición una vez fuesen construidos los centros públicos suficientes.
Hoy, la escuela concertada se encuentra en su edad dorada en muchas comunidades, incluida la de Madrid. Un engendro, prácticamente inédito en el resto de Europa, con el que con dinero público se financian sectas religiosas en cuyos proyectos educativos se enuncian idearios anticientíficos, basados en la fe, y carentes de cualquier rasgo de universalidad ilustrada que es lo que debe garantizar siempre cualquier sistema educativo que desee realmente formar a su ciudadanía en el sentido crítico y la libertad de pensamiento.
Centrándonos exclusivamente en los aspectos relativos al adoctrinamiento, pues es bien sabido que existen otras muchas "particularidades" que diferencian este tipo de escuelas de las de carácter exclusivamente público, podríamos llegar a preguntarnos: ¿Qué experimenta un niño musulmán cada vez que cada mañana, antes del comienzo de las clases, sus compañeros y compañeras entonan un Padre Nuestro o un Ave María? ¿Cómo vive interiormente el hecho de que el día de la festividad del patrón de su escuela se realicen misas en su interior o procesiones dedicadas a honrar su figura? ¿O las actividades escolares dedicadas a la puesta en valor de festividades católicas como la Semana Santa? ¿O que en su uniforme diario esté estampado una simbología cristiana contraria a sus creencias? ¿Y una niña judía? ¿O agnóstica?
¿Quién protege a todos esos niños y niñas, alumnos de la concertada, de la dictadura ideológica a la que los padres podrían someterlos, educándolos según sus convicciones, sin dejarles asomarse ni por un momento a la pluralidad ideológica y la diversidad social? ¿No debería ser acaso la escuela esa ventana abierta al mundo, a otros mundos que sus padres no tienen derecho a censurar, porque no son más que los mundos de sus conciudadanos? Unos serán cristianos, otros musulmanes, otros ateos, budistas o rastafaris. Podríamos afirmar incluso que la escuela pública se inventó para salvarnos de nuestros padres, de sus prejuicios, de sus monomanías, de sus neurosis… En realidad, cuando algunos sectores de la ciudadanía enuncian el principio de libertad de enseñanza para defender la existencia de esta escuela de adoctrinamiento que es la enseñanza concertada, no tratan otra cosa que la de señalar un supuesto derecho que tienen los padres a imponer a sus hijos su propia ideología personal y, además, de hacerlo de forma absolutamente totalitaria hasta que cumplan la mayoría de edad.
Y por supuesto, además del filtro ideológico-religioso, existe todo un sistema de tasas encubiertas, absolutamente generalizado, que acaba favoreciendo la generación de un gueto no solo ideológico cultural, sino también de clase social, en el interior de esa escuela concertada donde el adoctrinamiento campa a sus anchas.
La cosa no está libre de adoctrinamiento tampoco desde la restauración democrática si nos centramos exclusivamente en los contenidos curriculares de algunas materias. Y en este caso, tal adoctrinamiento, es transversal. Se da tanto en la escuela pública, privada o concertada. Es por ello que, tal y como apuntaba el Consejero de Educación de la CAM, se hace necesaria una revisión crítica de los libros de texto pues estos "deben adaptarse al rigor científico y ser adecuados a las edades de los alumnos".
Cojamos por ejemplo un libro de la materia significativamente llamada "Religión" (como si la católica fuese la única posible y verdadera). En su interior, da igual el nivel educativo en el que nos centremos, si atendemos a los aspectos puramente "científicos", encontramos descripciones sobre la creación del universo, la aparición de la vida o la historia de la Antigüedad que son totalmente incompatibles con lo que, desde la Ciencia, se enseña en otras asignaturas como la Física, la Biología o la Geografía e Historia. El profesor o profesora de Religión, nombrado por el Obispado, sin pasar por ningún proceso público selectivo atendiendo a mérito o capacidad, goza así, como cualquier otro docente, de libertad de cátedra para enseñar un dogma contrario a cualquier conocimiento empírico.
Pero, como toda religión, no solo se imparten contenidos "creacionistas" o de naturaleza material, sino que también se ocupan de los asuntos morales. Es entonces cuando en cualquier libro de texto de esta materia podemos hallar pasajes condenando la homosexualidad, el matrimonio entre personas del mismo sexo, la diversidad en los modelos de familia, el aborto, la masturbación, el sexo prematrimonial, o el no destinado a la procreación, y por lo tanto las medidas anticonceptivas, la fecundación in vitro, la investigación científica con embriones, la desviación de las mujeres de su rol "natural" como ser dador de vida y maternal, o el divorcio. Muchos de ellos aspectos que son contrarios incluso a los derechos consagrados en nuestro ordenamiento jurídico. Sobra decir que si desde cualquier otra materia un docente realizara enunciados semejantes, se enfrentaría a más que un probable procedimiento de sanción administrativa, o incluso penal.
Sin embargo, este adoctrinamiento no solo está reservado a la materia de Religión. Así, por ejemplo, en muchos de los libros de texto de Economía de la ESO o Bachillerato encontramos que sus páginas están impregnadas de ideología neoliberal, partiendo, para la descripción de la realidad económica, de principios anticientíficos que solo se dan en la mente enferma de algunos economistas, como pueden ser la categorización del ser humano como homo economicus, la existencia de los mercados de competencia perfecta, o el tratamiento del trabajo como una mercancía más sometida a las mismas leyes de la oferta y la demanda. Mención aparte, que merecería otro artículo, son los contenidos cuasi mitológicos que se imparten en materias relacionadas con el Emprendimiento destinadas a un alumnado menor de dieciséis años.
En Historia de España, es habitual encontrarse también con textos de diversas editoriales que hacen suya la literatura fantástica de la Dictadura. A saber, la Guerra Civil fue inevitable pues la República había sumergido el país en el caos, fue una guerra entre hermanos donde ambas partes cometieron atrocidades y tuvieron el mismo grado de responsabilidad, Franco logró apartar a España de la II Guerra Mundial, el tardofranquismo supuso la modernización del país… En definitiva, libros de texto que no tienen nada que envidiar a los desarrollados por "historietógrafos" empeñados en desempolvar los viejos mitos del franquismo (en palabras del catedrático Ángel Viñas) como Pío Moa, César Vidal o Federico Jiménez Losantos. En este sentido, ya de paso, a raíz de los exabruptos antidemocráticos que de manera periódica surgen de algunos sectores de nuestras Fuerzas Armadas, sería aconsejable también revisar los textos que sirven de base para la enseñanza en nuestras Academias militares (en este sentido, a modo de ilustrativo ejemplo, se hace necesario recordar que en el museo del Ejército dependiente del Ministerio de Defensa situado en el Alcázar de Toledo, Franco es considerado un "héroe de España").
En definitiva, no podemos estar más de acuerdo con la presidenta de la Comunidad de Madrid en su preocupación por el adoctrinamiento en las aulas. Como acabamos de demostrar, este ha estado presente en la historia de nuestro país durante más de 85 años. Quizás este adoctrinamiento pueda servir como clave para tratar de explicar un fenómeno social que debiera preocupar a cualquier demócrata: el auge de la ultraderecha entre nuestros jóvenes.