Jeannette Ramos Vega
27 días: El rubor del primer amor
Pensando en las emociones que me han guiado a ser y no ser, recuerdo aquel sentimiento de timidez y temor que experimenté la primera vez que miré unos ojos y sentí cosas bonitas. Yo era una jovencita tímida. Ahora puedo entender que siempre vine a experimentar sentimientos de los cuales escribiría toda mi vida.
El rubor del primer amor. Ese que nunca se olvida porque llegó en la inocencia de lo desconocido. Al corazón nadie tiene que darle clases ni lecciones. El sabe meterse en líos solito. Para un corazón inexperto no hay complicasiones. Piensa que no necesita salvavidas y se tira al mar abierto creyendo que todo es perfecto.
Las primeras miradas cargadas de puro amor, de ese que no reconoce el miedo. Recuerdo que me sentía nerviosa. Nunca había sentido que un chico me gustara. Asi que era imposible para mi identificar si el sentimiento era mutuo o no.
Tranquila. Esas cosas fluyen solas. La vida se encarga. El también siente lo mismo. Y asi comienzan los arranques y disturbios rosados que nos mostrarán cosas que no queríamos conocer. Solo queríamos conocer el amor.
Cuando hablamos por primera vez sentí que el mundo entero se detuvo. Mi rostro sentía un calor particular. Subía la temperatura de mis cachetes frente a alguien que quería agradar. Mi juventud era demasiado inocente, solo pensaba en mis cachetes. De pronto recorrì mentalmente mi rostro. ¿Se notará demasiado? Mientras tanto el hablaba y era dulce conmigo. No quiero que se percate de que estoy ansiosa. Debo sonreír. Traté de ser igualmente agradable para el. Hasta que dejé de escucharlo. Me venció el rubor del primer amor. Ahora trataba de esconder mi rostro. Bajé la cabeza, cosa que el debe haber interpretado como un rasgo de pura inseguridad. Y lo era.
Entonces pasa la vida y otros amores llegan. Otros rubores, otros temores. Se desvanece aquella manera de mirar. Se convierte en la memoria de uno de los momentos más reales de tu vida. Comprendes que el amor que madura contigo envejece primero que tu. Anhelas sentir aquel primer rubor enamorado recordándote que no sabes nada del amor...ni del dolor que a veces se siente al estar enamorado.
Lo bonito de la vida es que la memoria no siempre olvida. Esas sensasiones se quedan contigo para aliviar algunas desepciones. Para alimentar la esperanza y mantenernos inocentes. Y aunque no lo esperabas, justo cuando pensabas que algunas cosas no regresan, un día miras otros ojos y de repente sientes las mejillas sonrojadas, sube la temperatura de tu vida y sientes algo muy parecido al rubor del primer amor.