Manuel Pérez Lourido
Jueces a mí
Hace unos días estuve oyendo a Francisco Marhuenda en la televisión. Luego bajé a sacar la basura. Hay personas a las que les pierdes el respeto tras oírlas durante cinco minutos: el resto es masoquismo. Este hombre no se enfada cuando le argumentan en contra, sólo pone cara de estupefacción, como si pensase "no has debido decirme eso". Lo cual es terrible.
La lista de grandes embarcaciones encalladas ante nuestras costas recuperó para nuestros oídos un nombre maravilloso: "Polycommander". Más que el nombre de un petrolero, eso es una declaración de hostilidades, una advertencia. Si yo fuese buque y me llamase Polycommander, no me hundía ni la Sexta Flota; pero este pidió papas frente a las Cíes. Está claro que los nombres no lo son todo: el Prestige era un mierda de barco.
También nos hemos enterado de que algún insigne matrimonio, que en circunstancias normales debería estar en la cárcel, se encuentra cada vez más lejos de ella. Todos somos iguales ante la ley, pero la ley no se muestra igual ante todos.
El presidente de la mayor corporación futbolística del mundo, paradójicamente un suizo, en comparecencia televisada desde Chiquitistán hizo befa y mofa de un candidato al Balón de Oro, galardón que otorga el organismo que preside el gracioso. Además anunció, por si no quedaba claro, su predilección por otro candidato. El fútbol es, cada vez más, una payasada con mucho dinero de por medio. Lo sostiene sociológicamente su poder aglutinador. Es un pegamento social tanto como un ansiolítico que cotiza en bolsa. Lo siguen usando los dictadores para promocionarse y/o tapar sus miserias, ante la parálisis mental de los paralíticos mentales que imitan a los monos de Gibraltar mientras hacen caja.
Confiesa Solbes que él y Zapatero no tenían la misma percepción de la crisis. Bueno, el ex-presidente no la percibió hasta que se lo llevó por delante, y de Bambi pasó a cuatro ojos rey de los piojos, pese a no tener gafas. Solbes sí, pero las medidas que anunciaba por la mañana, las desmentía Zapatero a la hora del café, y así no hay quien enderece un país.
El juez cita a Camps para declarar por el caso Nóos, que se acabará llamando caso Nooo, insisto. Camps decide estar en paradero desconocido y así se lo hace saber a su señoría simplemente no dando señales de vida. Es casi lo último que faltaba por ver. ¿Ustedes vieron la mezcla de la alegría e incredulidad que se le pintó en la cara cuando lo absolvieron de lo de los trajes?. Jueces a mí...