Carlos Regojo Solla
Piedra viva
Cerca del arpa, dormita su abandono mi viejo acuario, igualmente olvidado desde sabe Dios cuanto tiempo, en el desván aquel al que todos recurrimos en busca de vidas pasadas y que en la modernidad llamamos trastero.
Es de confección artesana, resultado de un chispazo infantil de los que surgen, dicen que a destiempo, cuando ya cumples la treintena. Su perfecta estanqueidad, en su momento, costó tiempo y pruebas hasta lograr que ni sudase una sola gota de agua, asegurando un medio vital estable y una vida segura a sus multicolores habitantes.
En otro chispazo infantil de un septuagenario se me ha ocurrido rehabilitar mi acuario y tenerlo preparado para cuando sea accesible la recuperación sencilla vía ADN de la vida hoy fosilizada, para lo cual dispongo de un amonites, un trozo de historia que tal vez llegue a tiempo de ver mover en mi acuario gracias a la aportación científica del premio Nobel de Medicina Svante Pääbo quien ha logrado hallar el ADN de mi piedra con forma de cefalópodo.
¡¡ADN de una piedra!! ¡¡Asombroso!!
¿Qué será lo siguiente?