Alexander Vórtice
Jesús Quintero y el silencio
Hay personas que lloran por el fallecimiento de una reina de 96 años y, sin embargo, algunas de esas personas jamás se han acercado a visitar a su abuela (que lleva más de una década recluida en un geriátrico).
El pasado día 3 de octubre muchos fuimos los que lloramos al conocer la noticia de la muerte del periodista Jesús Quintero. Quintero nos dejó a los 82 años, justo ahora que vivimos atrapados en una sociedad quebrada donde la lealtad es sólo un tatuaje, el amor es sólo sexo y las mentiras son el pan nuestro de cada día.
Jesús Quintero marcó una época gracias a su estilo único e irrepetible dentro del mundo del periodismo. Fue el primer locutor en introducir en la radio los silencios prolongados; también fue uno de esos hombres sin complejos que se sentía cómodo tratando con marginados, perdedores, parias, solitarios… personas desfavorecidas e incomprendidas que siempre tenían una muy buena historia que relatar.
En su última entrevista, concedida al Diario de Huelva, el comunicador onubense afirmó que a causa de una profunda depresión -la cual sobrellevó durante dos años- se convirtió en "el perro verde" y, más tarde, en "el loco de la colina", alter egos que representaban el lado más humano que puede ostentar una persona cuyos pilares básicos en su vida son la honestidad, la verdad, la justicia y la dignidad. O, dicho de otra manera: Quintero fue un ser humano destacable, un hombre que detestaba intensamente las falsedades y las tretas del mundo que le rodeaba, engaños de una sociedad colmada de apariencias.
En sus entrevistas Quintero permanecía callado frente al invitado de turno durante largo tiempo, con la mirada fija y penetrante, al tiempo que le daba una honda calada a su cigarro, y el entrevistado, contra todo pronóstico, comenzaba a hablar sobre lo divino y sobre lo humano. Pudiera decirse que el as que el entrevistador guardaba bajo manga era el mutismo y la seguridad en sí mismo (y es que hay silencios que dicen más que cien imágenes y mil palabras).
Quintero fue crítico consigo mismo y con el mundo que le tocó en suerte. Sus reflexiones estaban diseñadas para llegar a lo más profundo de la psique humana -deliberaciones basadas en la verdad, en el sentido común, que podían llegar a activar las conciencias de muchos de los que las escuchaban-.
Sobre la sociedad actual Quintero no era nada optimista. Afirmaba que nunca en la historia de la humanidad habíamos estado rodeados de tanto analfabeto, pese a que casi todos tenemos a nuestro alcance herramientas muy eficaces para adquirir conocimiento. Aseveraba que en estos tiempos se premia al iletrado, al chabacano, al hombre o a la mujer que vende sus "vergüenzas" al mejor postor, incluso, en ocasiones, hasta las regala a cambio de una mínima ovación o un par de cientos de likes en sus Redes Sociales.
Una de las últimas preguntas que Quintero lanzó al aire fue: "¿Por qué hay que adaptarse a la mediocridad, al mal gusto, a la basura, a la mentira, al paro, a la corrupción, a la guerra, al miedo, a la infelicidad permanente?".
Tal vez, estimado lector, usted tenga la contestación a esta cuestión… o no.