Milagros Domínguez García
Su última víctima
Después de un tiempo de inapetencia para escribir, siento que ha llegado el momento de volver a hacerlo asiduamente y, además, llevar a cabo un proyecto sobre el que llevo mucho tiempo documentándome y que, por fin y espero que muy pronto, vea la luz.
Es mi próximo libro, mi próxima aportación a personas que quizá no saben que son víctimas de depredadores emocionales que juegan con ellas, las manipulan y terminan por destruirlas física, mental y emocionalmente con sibilinas tácticas en las que absorben su energía y así sienten que son poderosos y apaciguan un ego desmesurado para las pobres o inexistentes cualidades que envidian y desean tener.
En este caso se trata de la historia de una mujer que hoy murió, pero no de una forma física, sino figurada. Como decía Mario Benedetti: "Yo tuve que morir un par de veces para aprender a valorar la vida, y cuando hablo de morir, no hablo de dejar de existir. Hay situaciones que matan tu espíritu y mueres, aunque estés respirando".
Era una muerte anunciada. En cada encuentro que tuvimos a lo largo del tiempo donde ella me relataba su historia, ambas, de alguna forma, sabíamos que llegaría el momento donde tendría la fortaleza para soltar las amarras que la sujetaban a un puerto donde el viento arreciaba constantemente con vigor y que la azotaba como un látigo que, resquebrajando su alma poco a poco, la hacía menos ser porque su dignidad se debilitaba cada vez más, llegando a perderla y que para ello tendría que morir.
Una mujer a la que vi llorar en innumerables ocasiones, demasiadas cuando se supone que sus propias palabras que tanto dolor le producían al relatarme la historia iban acompañadas de: "le amo", "le amo como nunca he amado a nadie", "daría todo lo que tengo y soy porque una sola de las cosas que me prometió fuese cierta, con que solo uno de sus 'te quiero', 'te amo, vida mía' me perteneciesen de verdad, con que tan solo una de sus caricias no me hiciesen sentir hoy sucia y culpable de entregar mi cuerpo, mi mente, mi corazón y mi alma a una persona que me manipuló, me engañó, me defraudó, me humilló y que nunca me dio nada, incluso mientras esto sucedía, sin yo saberlo, compartía con otras las mismas palabras que me regalaba".
Hoy vi morir a una persona como antes jamás había presenciado. Cayó al suelo derrotada gritando de dolor porque había decidido aceptar, de una vez por todas, que todo aquello en realidad sudecía aunque muchas veces cerrara los ojos para no ver. Hoy moría lenta y dolorosamente al percatarse de que su intuición, a la que le negó el beneficio de la duda, no le fallaba y que era la víctima de un ser carente de compasión.
Hoy me eché al suelo a su lado. La recogí entre mis brazos, lloré con ella y le prometí que sería su voz, su cara, su cuerpo y que nunca más la volverá a engañar y que su historia no va a quedar en el olvido, que saldrá a la luz para que esa mujer desfallecida por el dolor ahora, en cuanto se levante, sabrá que nunca más iba a estar sola, que juntas la vamos a reconstruir y crear a partir de ese instante su nueva vida.
Le juré ayudarla a ella y a todas las víctimas de ese ser que se aprovechaba de sus sentimientos para manipularlas y tomar de ellas aquello que a él le servía para crecer personal y profesionalmente. Esa era su estrategia, su fin: tomar una parte de cada una, dejarlas incompletas, castigarlas negándolas siempre, ahogando sus súplicas con los silencios que usaba para que volviesen mansas buscando sus brazos ya que con sus artimañas conseguía que se sintiesen culpables, que pensasen que sin él no eran nada y que él, un ser de luz vestido de honor, había llegado a sus vidas para hacerlas felices.
Lloré con ella y creo que nunca abracé a nadie con tanta fuerza al verla derrumbarse sobre unas baldosas frías y ahogarse con su llanto quedándose sin respiración. Sequé sus lágrimas mientras las mías caían por mis mejillas sintiendo que su cuerpo se quedaba sin vida, hundida, herida, sangrando por tantas y tantas heridas que le infringió despiadadamente, queriéndose arrancar a jirones su piel porque decía sentir el asco que le producía pensar que su cuerpo fue tomado por unas manos manchadas de otras pieles.
"¿Por qué? ¿Por qué...?" no dejaba de repetir como un mantra. "¿Por qué me hizo esto? ¿Por qué me torturó y me llevó a sentirme una desequilibrada? ¿Por qué no se compadeció de las veces que vio como me derrumbaba? ¿Por qué quise morir por alguien que no lloraría mi falta ni sentiría el remordimiento de que la culpa de mi locura, de mi pérdida de equilibrio, estaba en sus manos y en sus palabras que solo eran traición y humillación para mí?".
Mientras esto sucedía, sus ojos se apagaban y su voz se desvanecía y yo sólo podía recogerla en mi regazo como una niña perdida. Nunca pensé vivir algo así, y puedo jurar que he vivido mil batallas y que alguna guerra perdí, pero esto, tanto dolor por amor, me hacía querer tener el poder de con una mano castigarlo pero me he dado cuenta de que eso es violencia y yo tengo palabras y voz para que pague por su maldad y perversión.
Ella, mientras yo escribo esto, duerme. Al fin el agotamiento la dejó sin fuerzas para nada y la miro mientras vigilo de cerca su sueño y pido a Dios que la pesadilla que está viviendo no la persiga y la deje, aunque sólo por unas horas, ser feliz, alejada del recuerdo que tanto sufrimiento le ha causado.
Desconozco aún cuál será el título de esta historia, sé que surgirá uno de entre tantas frases que ella, esa mujer que ahora ha de recuperarse y transformar ese dolor en amor por si misma, ha pronunciado.
Por ella, por todas las que han sufrido por su buen corazón, voy a retomar la escritura y serán mis palabras el intento de que se recuperen y yergan de ese frío suelo donde muere su espíritu y únicamente la respiración las mantiene vivas. Por ellas y por mí. Porque tengo sentimientos, corazón y la fuerza suficiente para mirar de frente y sin miedo a quienes destruyen en nombre del amor.
Porque hoy son ellas, ayer fui yo y mañana podrían ser mis hijos o los tuyos y sólo podemos defenderlos advirtiéndoles que no es necesario un golpe para someter, que basta una mentira para hundirte, que hasta una caricia puede ser una humillación, que un beso puede ser una condena a muerte y que las palabras sin hechos son pétalos que no hacen flor.