Jeannette Ramos Vega
27 días: El amor no vive en este lugar
Durante el camino hay cosas que pierden el sentido, la razón de ser, su naturaleza y también la vida. Esas cosas no viven ni mueren en el corazón.
A veces necesitamos encadenarnos emocionalmente a algo, a alguien que nos mantenga ocupados, aunque también nos asegure sufrimiento y amargura. Hay cosas que el análisis y la lógica no pueden alcanzar. Están detenidas en un pedazo de piel, son puramente carnales.
Nos confinamos emocionalmente en una cárcel invisible que nos nutre y nos devora.
Sembrando cautelosamente en nuestros labios húmedos un virus que saboreamos y toleramos mansamente. El preludio a tanta agonía. Una angustia que sin duda tendrá sabor a cariño, dulcemente amargo. Es el ácido que se quema poco a poco. Lento como la tortuga inválida sin prisa por llegar.
Entonces nos arrinconamos voluntariamente. Nos convencemos de que todo se siente bonito. Ahí estamos arropadas y acurrucadas entre sábanas con sabor a sufrimiento, aroma a frustración, vacío y destrucción. Solas aun estando acompañadas. Cortejadas por nuestros pensamientos tormentosos, y las trescientas frustraciones que nos persiguen a las tres de la mañana.
Es más cómodo justificar las ausencias; es un amor mediocre…pero sigue siendo amor. Enfrentar el desamor es como acostarse en un lecho de espinas que nos hará sangrar tan profundo que preferimos huir de nosotras mismas ignorando todas las señales obvias. Ciegas. Sordas. Mudas. No hay peor violación que la auto mutilación emocional. Nos deja muertas en vida. Devastadas. Mentimos para que parezca que funciona.
La carne nos juega la gran trampa, el señor deseo aparece poderoso con ese apetito sexual que nos posee y nos arrastra. Revolcándose hasta llegar a territorios tenebrosos ausentes de amor propio que nos gusta y nos asusta a la vez. Cansadas de escuchar frases llenas de mentiras, pero no nos importa porque es lo que nos hace sentir queridas.
Por ahora me conformo. Mi cuerpo es mi enemigo, me manipula, me consume.
Una parte de mí lo sabe todo. Pero me niego a aceptar que no soy amada.
¿Qué me impide salir de ahí? Puede que sea cuestión de valentía, quizás cobardía.
Es el cansancio de tener que contar una historia triste otra vez.
Aquí estás, leyendo lo poco que conozco del amor. Mi caída es constante.
De todos los infiernos, este es el que más me arde, es el más parecido a un hogar.
El infierno del que me cuesta escapar.
El amor no vive en este lugar.