Javier Yuste
Cuidadito con Drácula, pequeños, que muerde
Hay piedras en el camino que están al acecho, a la espera que uno le dé un buen puntapié, vea una constelación entera sin necesidad de telescopio, como en aquellos dibujos animados de antes, y, en el peor de los casos, se caiga de culo, cosa esta última que no hace ni puñetera idea cuando se acumulan años y kilos de más.
Y hay piedras y piedras. Como noticias y noticias.
Pues, a todo esto, el otro día me golpee el dedo gordo, trastabillé y me gané un moratón para inmortalizar en Instagram si me diera por sacarme fotos allá donde no da el sol. Fue con una noticia que alguien me pasó, publicada en el Daily Mail Online y referida a la novela «Drácula», de Bram Stoker, y a nuestros susceptibles polluelos.
Quien más quien menos se conoce la trama de la obra gótica y vampiros por excelencia escrita por tan insigne novelista irlandés. Vamos, el siempre "sonriente" Vlad, sus tan juguetones tres primores, el pardillo de Jonathan Harker, la arrojada Mina, el imperturbable Van Helsing, la sensual Lucy, el siniestro Renfield y todos los demás ya son amigos, casi parientes. Los hemos leído y los hemos visto en películas de todo pelaje y rizos. Sabemos cómo empieza la historia, como discurre y cómo termina. Incluso tenemos versiones, secuelas y precuelas de una inventiva lujuriosa sin fin. Si hay un Drácula negro que le da al funky, hay un Chiquito de la Calzada, de capa y colmillo, gritando ¡fistro de la pradera!
No nos van a coger con el paso de baile equivocado con una novela que se publicó el 26 de mayo de 1897, cuando los españoles aún conservábamos Cuba, Puerto Rico y Filipinas. Ha llovido bastante. Nadie nos va tocar el hombro para que abandonemos la pista de baile. Pero a otros… ¡Ay! Esos otros…
Bueno, hablaba de un artículo escrito por la periodista Daisy Graham-Brown, publicado en el Daily Mail Online a 7 de abril de 2023, que en cristiano lleva por título "Estudiantes universitarios reciben advertencias acerca de la novela «Drácula» por sus ‘descripciones de arañas’".
He de insistir en el detalle: estudiantes universitarios. Es decir, mayores de edad bien formaditos y con aspiraciones de salón dispuestos a cambiar el mundo porque "lo saben todo".
Estudiantes universitarios que necesitan de avisos de contenido… Es como para colgarles por los pies.
Yo leí «Drácula» hacia 8ª de EGB, en clases de Inglés. Vale, era una versión de estas condensadas hasta lo infamante, pero fue el germen de mi interés por la obra literaria y el príncipe de las tinieblas. Más crecidito, me devoré la novela entera y, luego, me tragué otra muy interesante, en forma de diario, acerca de un descendiente de Vlad Tepes, en pleno s. XIX, que desarrollaba una morbosa inclinación por la sangre y que hacía, entre otras cosas y dejarse manipular por el nacionalismo magyar, un repaso con la lengua a su jovencísima amante allá por donde ya se imagina el más malpensado de los que me estén leyendo (quien, encima, acierta). Y no acabé "traumatizado".
Pertenezco a esas generaciones que se cagaban encima en los cines con películas de terror que ahora parecen para todos los públicos al estar todos "más curtidos" en casquería "cgicetada". Éramos de otra pasta, pero, ¿de qué pasta están hechos o pretendemos que estén hechos nuestros mozuelos?
A lo que iba: el departamento de Inglés de la universidad londinense de Greenwich se ha visto en la necesidad de advertir a los lectores de la modalidad de literatura gótica que «Drácula» contiene: violencia, muerte, secuestro y asesinato de niños, descripción de enfermedades mentales, misoginia, elementos sobrenaturales, referencias a encarcelamiento y suicidio, abuso animal y descripción de arañas e insectos. Necesidad esta creada por los propios estudiantes de Greenwich, ¡toma ya!, aunque desconozco si fueron ellos solos o contaron con cierto apoyo aeronáutico paternal.
Hombre, para empezar, no sé qué novela de vampiros no cuenta con elementos sobrenaturales, violencia y asesinatos. Lo del secuestro y muerte de niños pasa la primera noche en el castillo de Drácula. Lo de la misoginia se deberá (hagamos cábalas), a que el cachondo del conde tiene tres novias (vamos, cuando descubran los pechos despendolados de la versión de Coppola…), y se atreve, oh, pecado capital, a rondar a Lucy y a Mina con sus malas artes de colmilludo braguetabierta. Lo del encarcelamiento, enfermedades mentales, descripción de arañas e insectos y abuso animal se refiere exclusivamente al personaje del perturbado servidor Renfield, que está encerrado en un manicomio, realiza extraños experimentos y que, cuando es visitado por Mina, hace limpieza de celda comiéndose todo su zoológico sin salsa ni bebida que ayude a bajar… Pero es que este libro, ya lo he dicho, se publicó en 1897, cuando la gente aún leía el poema "Nevermore" de Edgar A. Poe y temblaba de miedo, pero resulta que los jóvenes del segundo decenio del s. XXI se sienten perturbados por las palabras y escenas de Stoker, cuando el que firma este artículo ni se atreve a ver «Alien» sin compañía.
El profesor Dennis Hayes, experto en educación de la Universidad de Derby y entrevistado por The Daily Telegraph, expresó que: "Es hora de detener estas tonterías y reconocer que los estudiantes son adultos y realmente pueden disfrutar de historias de terror". Pero es que, quizá, lleguemos tarde. ¿Será «Drácula» la próxima novela corregida? Parece una pregunta tonta, pero la respuesta puede ser tanto un no como un sí. ¿Nuestros hijos alcanzan la madurez antes de tiempo para unas cosas y para otras van a tener que esperar a la jubilación? Podría ser que sí.