Manuel Pérez Lourido
Artistas musicales
Igual usted habrá oído hablar de Billie Eilish, la precoz intérprete y autora angelina que creció en una familia de artistas, fue escolarizada en casa y a los 13 años sacó una canción en Soundcloud, "Ocean eyes" que se convirtió en un fenómeno viral (o "lo petó" como dicen los que dicen "lo petó"). Sí, hombre, Billie Eilish, la compositora e intérprete que se mostraba con ropa desastrada, mechones de cabello verdes y mirada de estar angustiada por la angustia de los adolescenten que adolecen de eso, de angustias. Tras sencillos y EPs, publica su primer album ("¿Adónde vamos cuando nos dormimos?"), producido por su hermano Finneas. Fue número 1 en EEUU y en Reino Unido (la mujer más joven en ese puesto hasta ahora).
Actualmente la Eilish sigue en la brecha, pero ahora con un aspecto más convencional. En 2021 publicó su segundo y último album hasta la fecha: "Más feliz que nunca".
Tanto si había oído hablar de ella como si no, no es el tema de este artículo.
Tampoco lo es Taylor Swift, la mega estrella de la canción. En wikipedia dicen que es cantautora, productora, directora, actriz y empresaria. Menos lobos, Caperucita. La Swift se hizo un nombre escribiendo y cantando y enfrentándose a Spotify. Se mudó de Pensilvania a Nashville para iniciar una carrera musical en el circuito country (¡a los 14 años!) pero pronto el country se le quedó pequeño. Fue la cantante más joven en ganar un Grammy al mejor album del año (Fearless, 2009).
En su album Folklore, de 2020, tiene un tema ("La última gran dinastía norteamericana") dedicado a la rica heredera Rebekah Harkness, amiga de Dalí y Warhol y que vivió en la mansión que ahora posee ella misma, dato que revela al final del tema. La letra es un prodigio de capacidad lírica, inteligencia y ritmo para contar una historia y enlazarla con lo personal. Esta canción fue la que me hizo hincar la rodilla ante Taylor Swift y convertirme, como el Fernando Galindo del gran López Vázquez, en "un admirador, un esclavo, un amigo, un siervo". O poco menos. Ahora, yo por Taylor Swift mato. Pero no, no se trata de esta muchacha. Y tampoco se trata de Lana del Rey. La artista tan fenomenalmente glosada por Luis Boullosa en su reciente "Diez maneras de amar a Lana del Rey" (Liburuak, 2022). Si no le gusta la música de Lana del Rey, no se compre este libro y si se lo compra no se lo lea: le acabará encantando la obra de la muchacha. Es más, se enamorará perdidamente de ella, dejará a su esposa o esposo e hijos o hijas, se comprará un billete de avión y la perseguirá hasta el fin de sus días o hasta el día que lo encierren.
Cantante, compositora, modelo, actriz, escritora y productora. A los 20 años firmó su primer contrato discográfico, casi anciana si la comparamos con Billie y Taylor, pero no triunfó hasta el segundo ("Nacida para morir"). Languidez y glamur, melancolía y un toque retro, son sus armas. su nombre artístico está inspirado, sí, en Lana Turner. Luchó contra el alcoholismo a los 14 años y padeció los rumores de que su carrera artística había sido financiada por su papá (redactor publicitario).
Podíamos haber hablado de Phoebe Bridgers, Dua Lipa, Julien Baker, Ariana Grande, Rosalía, Lucy Dacus... pero basta esta muestra para poner de relieve la importancia de la música que fabrican las mujeres cuando se ha favorecido su empoderamiento. He dicho.