Pedro De Lorenzo y Macías
¡Curiosidades históricas! "La musicalidad en el Monasterio de Poio"
Los Mercedarios ubicaron este enigmático monasterio en 1890, a cambio parte de su convento de Conxo para crear un centro psiquiátrico. En 1892 le entregaron las llaves del mismo e iniciaron a compartir con el pueblo y visitantes varias disciplinas: una de ella fue el canto gregoriano, llevado por varios países por la inolvidable Schola Cantorum.
En su biblioteca atesoraba un gran compendio musical, tanto en gregoriano como en grandes diversas composiciones musicales.
Era, en aquellos bucólicos tiempos, un gran atractivo de grandes artistas. Joaquín Achúcarro Arisqueta se enamoró de este monasterio. Nació en Bilbao en 1932. A los trece años destacó como un excelso pianista, conquistando una gran fama en varios países: España, Francia, Italia, Inglaterra, Alemania y en otros países.
En 1992, el gobierno español le otorgó el Premio Nacional de Música en su variedad de interpretación, y cuatro años más tarde recibió a manos del Rey de España la Medalla de Oro de Bellas Artes. Es además Comendador de la Orden de Isabel la Católica y miembro de la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando.
En esta imagen observamos restos del piano que fue su compañero en varias visitas a este vuestro Monasterio Mercedario de Poio. Don Manuel Couceiro, ex alumno mercedario, tiene recuerdo de él en el año 1960-1, disfrutando de varios de sus conciertos.
El P. Fray Arsenio Fernández Rodríguez tuvo la suerte de asistir en la sala capitular a un concierto de este notable pianista en 1964.
En estos restos de piano, se iniciaron grandes músicos mercedarios: Miguel del Barco, organista, compositor y catedrático; uno de los mejores organistas del mundo; fue director de Schola Cantorum del Monasterio de Poio.
Anselmo Serna. Profesor de Órgano del Conservatorio Profesional de Música de Madrid; fue nuestro director de la Schola Cantorum; ensayábamos en la planta baja de la que hoy es la Hospedería. En la sala, recuerdo el piano, en cual varios estudiantes practicaron y se especializaron en música (años 68).
Desconocemos la antigüedad de este fabuloso piano. Se fue deteriorando con el tiempo y el P. Fray Arsenio conservó el teclado y el bastidor (arpa de acero). Lo ubicó en un lateral de la enigmática biblioteca.
Vamos al encuentro de P. Fray Arsenio para que nos comente cómo realizó este testimonio y alguna luz de los grandes músicos que visitaron este Monasterio.
- Estos vestigios de un piano de cola encierran su utilidad en el aprendizaje de varios organistas, pianistas a través de los tiempos. La música era una actividad de gran relevancia en nuestros estudios de filosofía y teología.
En 1991, estando en este Monasterio, observé el gran deterioro del famoso piano; la polilla hizo estragos en su esbelta estructura. Estaba condenado al fuego, a su desaparición.
Sentí que era injusto no dejar testimonio de este piano de cola, que ya hay pocos de su estilo. Logré el teclado y el arpa sonora, un pie de aquel instrumento que tanto enriqueció a estudiantes y visitantes a este Monasterio.
Pensando en dejar un testimonio de la gran musicalidad, poco a poco, fui adosando a un lateral de la biblioteca, estos restos que nos hace reflexionar sobre la historia de grandes y sencillos músicos.
Tengo vagos recuerdos del P. Fray José Miguélez Pampin; estudió el postulantado en Sarria (Lugo). En 1908 se ubicó en este Monasterio; estudió filosofía, teología y música. Se ordenó sacerdote mercedario en 1914. En los años siguientes, realizó estudios de armonía, composición y orquestación; completó sus estudios en órgano. En 1934, ya en este monasterio, fue el artífice del gran desarrollo que alcanzó la Scola Cantorum en canto gregoriano y la polifonía de cantos populares de nuestros pueblos. Sus composiciones fueron numerosas y están guardadas en esta Biblioteca.
En las reliquias de este piano, practicó sus estudios; también otros mercedarios que dejaron su gran aportación musical. Recuerdo a Miguel del Barco, Anselmo Senra; estos fueron nuestros directores en la Schola Catorum y en la polifonía.
Sé que hubo muchos más, ya que la música era una disciplina obligatoria para todos los que estudiamos en este vuestro Monasterio.
Siguiendo las recomendaciones del Concilio Vaticano II, todos los estudiantes fuimos destinados a distintas universidades; nuestro habitáculo lo convirtieron en Hospedería. El Padre Vallejo siguió apostando por conciertos de verano; recuerdo a Javier Losada y otros grandes músicos; logró reunir a un grupo de jóvenes, formando el Coro Utreia, que llevó el canto gregoriano a todos los países. Los sábados memoraban la Salve Regina. Ellos, muy cercanos a nosotros, siente un gran cariño a este monasterio; entre ellos, Fernando Olbés Durán.
Gracias, Padre Arsenio. Esperamos que este testimonio musical no lo envíen al olvido, ya que de él todos hemos disfrutado de su musicalidad.
¡Van pasando los años! Surgen aquellos momentos en muchos jóvenes, de varios países, disfrutamos de la música y de sus genios.
Pedro de Lorenzo y Macías.
Fotografía: Asociación Cultural Amigos del Monasterio de Poio.