Manuel Pérez Lourido
Un VAR para la vida
A veces uno sale de un enredo con la sensación de que podría haberlo hecho mejor. Pongamos una discusión de pareja, pongamos una reclamación en el banco, pongamos un queja por un mal servicio en un restaurante. Eso de que, a la media hora, que es cuando caducan las certezas, empiezas a pensar que no debiste de haber dicho esto o aquello o que hubiese sido mejor utilizar tal o cual argumento. Eso de que te sientes martillo y del cielo llueven clavos pero ya no hay madera donde rematar la faena. Menuda mierda de ejemplo, lo sé.
Es muy importante la gestión que se haga de nuestras emociones y sentimientos en esos instantes posteriores a los hechos. Es como una confrontación deportiva de la cual lo único que se recordará es el resultado: ganaste, perdiste o empataste (contigo mismo). Por eso, y siguiendo con este último símil, sería maravilloso disponer de una suerte de VAR para revivir las jugadas dudosas. No que vayamos a aclarar mucho con ello, en la mayoría de los casos solo se genera más zozobra, pero todos quisiéramos contemplar la cosa como fue otra vez, en lugar de cómo nos imaginamos que fue.
Imaginen poder acceder a una sala VAR y ver repetido en una gran pantalla, las veces que nos hiciese falta, nuestro comportamiento en una situación comprometida. Aquel epíteto que sobraba, ese gesto que mejor hubiésemos reprimida, la frase que nos rondaba la mente pero dejamos sin pronunciar, etc, etc.
En las situaciones de las que estamos hablando no es infrecuente que algo se nos vaya de las manos. A veces incluso se nos va todo de las manos. Nos ponemos nerviosos o nos ponen nerviosos. Intervenimos a destiempo, tartamudeamos cuando no es algo que nos suceda habitualmente, nos entran picores en los lugares más insospechados y las ganas de rascarnos allí mismo, delante de nuestros interlocutores, esas ganas se agrupan en una idea fija que nos taladra el cerebro sin misericordia. En fin, las miserias de costumbre, de cuando todo lo que puede ir mal va y se pone a ello.
El viejo refrán de que agua pasada no mueve molino no tiene en cuenta el molino que tenemos en la cabeza, que le da vueltas a todo (al trigo limpio y al trigo estropeado). Dicen que los criminales regresan con frecuencia a la escena del crimen, físicamente. Pero es que antes han vuelto por allí decenas de veces en su cabeza. Así también nosotros revisitamos los escenarios de nuestros pequeños crímenes contra el decoro, o contra la urbanidad, o contra el protocolo, o contra el sentido común; siempre buscando la absolución, el apaciguamiento de nuestra conciencia.