Manuel Pérez Lourido
Dame una sita
El título de esta piez (algo hay que llamarle) procede del estribillo de la canción "Santa Lucía", escrita por el argentino Roque Narvaja ("Menta y limón", se acordarán los que se acuerden), tal y como la cantaba y la hizo popular el granadino Miguel Ríos, Mike Ríos al principio de su carrera musical. Cualquiera que estuviese atento a la música en los 80 conoce el tema, publicado en 1980 exactamente, y también cualquiera que estuviese atento posteriormente, porque no ha dejado de sonar. Ahora la traemos aquí porque vamos a hablar de la nostalgia.
La canción es una balada de la categoría "baladas criminales": cuando sonaba en un guateque, fiesta, discoteca, arrastraba a una infinidad de parejas a la pista, que la bailaban agarrados (en plan desmayarse uno en brazos del otro) pero también tarareaban aquello de "vamos al parque / entra en mi vida sin anunsiarte / dame tus manos / siente las mías / como dos siegos / Santa Lusía. Santa Lusía". Es una cansión, perdón, una canción maravillosa. Seguro que muchos de ustedes, amigos y amigas lectoras. están repasando en su memoria grandes momentos vividos con esta música como banda sonora.
La nostalgia es una fuerza poderosa que tiene un afán totalitario: quiere engullirte y hacerte picadillo (en su estómago, que es un estómago lleno de jugos tristes). La nostalgia está muy bien, pero en pequeñas dosis. Iba a decir, "como el alcohol", pero no lo he dicho. ¿Por qué? Porque no estamos aquí a hacer apología del alcohol sino de la nostalgia (en pequeñas dosis, insisto). Por ejemplo: usted puede escuchar "Santa Lucía" y ponerse tontorrón un rato. Pero si después se pone a escuchar "Déjame", "Cadillac solitario", "Cien gaviotas", "Cuatro rosas", "Las cuatro y diez" y "Chica de ayer" hay que pensar que 1- usted tiene cierta fijación con los números 2- usted tiene cierta fijación con la melancolía. Siga así y acabará de prozac hasta las orejas. Bueno, el prozac salió a finales de los 80, ahora se lleva más el escitalopram. Tiene todo el sentido del mundo ponerse hablar de "Santa Lucía" ("abre las puertas / cierra los ojos / vamos a vernos / poquito a poco") y terminar hablando del escitalopram. El tipo que escribió "En busca del tiempo perdido" no conocía "Santa Lucía" (La primera vez pensé, "se ha equivocado" / la segunda vez no supe qué decir / las demás me dabas miedo / tanto loco que anda suelto / y ahora sé que no podría vivir sin ti"), ni falta que le hacía: tenía tal sobredosis de melancolía en sangre que dos compases de la canción hubieran resultado fatales. Igual que Virginia Wolf, miña pobre. Si cuando escribió "Las olas" le ponen el principio de la canción: "A menudo me recuerdas a alguien /tu sonrisa la imagino sin miedo / invadido por la ausencia / me devora la impaciencia / me pregunto si algún día te veré" no hubiese escrito ninguno de sus dos últimos libros.
Hágase un favor y escuche otra vez esta canción, a ver qué es lo que despierta en su interior. Si es algo malo, llame a un internista.