Mediado ya el siglo XX la profesión de costurera es una alternativa para escapar de la dureza del trabajo en el campo. Ángela Ramírez era una niña de Lérez que quería estudiar y no ir al campo; las circunstancias del momento la apartaron de ambos y la pusieron ante la aguja y el dedal. Con once años comenzó en un taller de costura que había en la Plaza de la Verdura, con diecisiete empezó a coser por las casas y cuando se casó con diecinueve continuó haciéndolo en la suya.
Como señala María Abelleira de MaOs Innovación Social, eran: "horas y horas de costura, día y noche para tener los encargos en la fecha concertada. Coser en casa no tenía horario y había que estar dispuesta para atender a las clientas cuando lo requerían. Cosían hasta altas horas de la madrugada para tener todo preparado, ya que - además de este menester -, por el día había que trabajar la tierra y cuidar de los niños. Todos los días eran laborables".
La artrosis la obligó a limitar la dedicación a su trabajo, aunque a día de hoy sigue cosiendo para su familia y los más allegados. Mujer activa y pizpireta, Lita nos acompaña en este Do gris ao Violeta para PontevedraViva Radio.