Tres pacientes de cáncer relatan su lucha para encontrar un empleo: “De hambre no te vas a morir pero sí de pena”
Por Mónica Patxot & María José Pita
¿Cada cuánto vas a revisiones? ¿Cuánto tiempo me vas a pedir? Son preguntas a las que se enfrentan los pacientes de cáncer cuando acuden a una entrevista de trabajo. Aunque haya un informe en el que se indica que son aptos para desempeñar un empleo, la realidad es que el tejido empresarial sigue siendo reticente a incorporar a sus plantillas a personas que han superado procesos oncológicos.
Sonia Cousillas, trabajadora social de la Asociación Española Contra el Cáncer (AECC), quiere poner por delante que "conocemos casos de empresarios que sí tienen sensibilidad, eso también hay que destacarlo", aunque la experiencia y testimonios de los pacientes a los que acompaña en la sede en Pontevedra (Avda. Eduardo Pondal, 64A, bajo) muestran una triste realidad: el 28 por ciento de los pacientes de cáncer ha manifestado la pérdida de su empleo.
"Yo empezaría principalmente por romper estereotipos, a nivel sociedad y a nivel empresarial, escuchamos cáncer y ya pensamos en todo lo que pueda conllevar, aunque hayan pasado cinco años del proceso oncológico. Entonces, vamos a romper esa barrera", indica Cousillas.
Con motivo del Día Mundial Contra el Cáncer, que se conmemora este 4 de febrero, la AECC pone el foco en la importancia de abordar el impacto en la vida laboral que conlleva el diagnóstico y la posterior reincorporación al trabajo en el caso de ausencia por el proceso de enfermedad. En Galicia, se detectaron 20.135 nuevos casos de cáncer en el 2023, de los cuales 6.356 se corresponden con personas en edad laboral, según datos del Observatorio del Cáncer.
El diagnóstico conlleva un aumento de gastos y una merma de ingresos que puede provocar situaciones de vulnerabilidad económica en muchos pacientes. En este sentido, se estima que en Galicia 1.261 personas que fueron diagnosticadas de cáncer en 2023 se encontraban en situación de vulnerabilidad laboral y riesgo de pobreza.
Con el fin de visibilizar esta realidad, tres pacientes de cáncer de mama han querido dar su testimonio: Inés Pérez, Judy Arboleda y María del Carmen Gutiérrez.
INÉS PÉREZ, 46 AÑOS
Desde Lalín, Inés Pérez se desplazaba a Pontevedra para contar su ya larga experiencia para reincorporarse al mundo laboral. Diagnosticaba en 2018, pasó por un tratamiento de quimioterapia durante 3 años, 52 sesiones de radioterapia, inmunoterapia y tratamiento hormonal, "con el que aún continúo".
Antes del cáncer, trabajaba en la charcutería de un supermercado. Tras el primer año y medio de tratamiento, regresó a su empleo con la esperanza de poder retomar "una vida normal, con mi trabajo, mis rutinas, ser útil". Pero los movimientos repetitivos la obligaron a solicitar una baja a los tres días. "Solicité un cambio de puesto y la mutua certificó que no era apta para ningún puesto del supermercado". Inés era consciente de sus limitaciones, pero también su experiencia de años en el sector le daba la certeza de que en otro puesto era perfectamente válida. "Muchas veces, solo hay que hacer pequeñas adaptaciones en el puesto, como evitar levantar grandes pesos".
Recientemente, el INSS (instituto Nacional de la Seguridad Social) le reconoció un 52% de discapacidad, que implica que aún es apta para un puesto de trabajo adaptado a sus circunstancias. Ha presentado currículums y asistido a muchas entrevistas, y en todos los casos se ha encontrado con que "me cierran las puertas". No entiende cómo para algunas entrevistas la llaman directamente de la Oficina de Empleo teniendo ya en cuenta su grado de incapacidad y en la entrevista le acaban poniendo mil trabas. La más reciente, para limpieza de habitaciones. "Les dije que me hiciesen una prueba, pero me pusieron como excusa que, como era para cubrir una baja, no se podían arriesgar a que yo también pidiese una baja. Pues que ya no me llamen, y así me evito gastar dinero en desplazamientos y perder el tiempo. Te hace sentir una inútil, sinceramente".
Inés asegura que en este momento busca trabajo "en cualquier sitio". Cobra un subsidio que no llega ni la mitad de un sueldo. Esta pequeña ayuda le cubre los gastos básicos. "De hambre no te vas a morir pero sí de pena", asegura.
JUDY ARBOLEDA, 48 AÑOS
Judy Arboleda llegó a Vigo hace veinte años desde su Colombia natal. Dedicada a su familia, nunca se había planteado trabajar fuera de casa. En septiembre de 2019 su vida dio un vuelco con el diagnóstico de cáncer de mama invasivo en estadio 2. "Entonces el médico me comentó todo el pack: cirugía radical, quimio, extirpación de ganglios, hormonoterapia…".
Una vez superada la fase más aguda, esta superviviente del cáncer no se imaginaba los difíciles retos que le deparaba su "vuelta a la vida normal", una expresión que se repite en todas historias de superación del cáncer. En esta etapa siente que "para recuperar mi vida y tener mi independencia" la mejor manera era "buscar empleo".
Se asesoró con el orientador laboral y "como me gusta la cocina, cursé el año pasado el certificado de profesionalidad". Las prácticas "fueron bien" y al poco tiempo la llaman de un restaurante. Su trabajo lo desarrollaba con soltura, pero se da cuenta de que algunas tareas, como levantar pesos, no podía realizarlas, ya que padecía de linfedema. Al pedir una adaptación de su puesto de trabajo, se encontró con la negativa por parte de la empresa.
Con un 33 por ciento de discapacidad reconocida, tan solo precisa unas adaptaciones básicas de su puesto de trabajo como ayudante de cocina, una tarea que desempeña con toda solvencia. Y una oportunidad. "Si no podemos en un área, podemos desarrollarnos en otra, somos personas aún jóvenes que tenemos un futuro por delante y que nos hace falta que nos acepten, que nos vean como unas personas válidas", recalca Judy.
MARÍA DEL CARMEN GUTIÉRREZ, 54 AÑOS
"He trabajado siempre como administrativa pero cuando tuve este problema, las puertas se han cerrado", expresa María del Carmen Gutiérrez, al relatar las implicaciones que el diagnóstico de cáncer de mama, en su caso en 2018, tiene en el ámbito laboral. "Decían que ya no era apta para el desempeño del trabajo, por más que siempre he hecho cursos, estar actualizada, no quedarme quieta. Pero en el momento de las entrevistas, entre el proceso que hubo de la enfermedad y el tratamiento, hay en el currículum un vacío".
Entonces surge la pregunta: ¿y este tiempo?. "Una le explica, me he formado pero no pude trabajar por este problema". En ese momento, la situación se repite, afirma esta argentina residente en Pontevedra desde hace 24 años. "La palabra cáncer aún es tabú, y entonces se cierran las puertas".
Por su tratamiento, que aún continúa, tiene una incapacidad temporal del 65 por ciento. En lo que respecta al trabajo, tan solo nota "una limitación en la mano derecha que no me impide desempeñarme en mi campo laboral, como he venido haciendo hasta ahora".
No entiende la falta de sensibilidad por parte del empresariado. "Conseguí un contrato, el viernes voy a la seguridad social para tramitar todo para empezar el lunes y me llaman ese viernes a las seis de la tarde para decirme que el lunes no me presente al trabajo porque han llegado a la conclusión de que no encajaba con el perfil".
Por ello mira más en global, pide que haya una legislación en la que se contemple la igualdad de oportunidades para todas las personas que padecen un cáncer y que son aptas para trabajar. En su experiencia, quiere recordar que, cuando ha trabajado en empleos públicos a partir de listas de sustitución, no ha tenido ninguna traba. El problema se encuentra en el ámbito privado, y ahí es donde el legislador debería actuar, para que se pueda poner freno a las prácticas abusivas a las que están expuestas las más de cien mil personas en edad laboral que reciben cada año su diagnóstico de cáncer en España.
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