Un juicio de sexo, retraso y lágrimas
Por Anxo Lourido
El juicio estaba previsto para las 10 de la mañana en la Audiencia provincial. Comenzó casi con una hora de retraso. El motivo, según fuentes judiciales, se debió al despiste de los agentes de las fuerzas de seguridad encargados de custodiar al acusado desde la prisión de A Lama. Confundieron su destino y en lugar de trasladarlo a Pontevedra lo llevaron a los juzgados de Vigo.
El fiscal solicitaba una pena de 7 años y medio de prisión para Rosalino C. C., un joven de 26 años de Marín, por un ataque sexual a dos mujeres de avanzada edad en Cangas en 2011, de los que lleva cumplidos casi dos años de prisión preventiva en el centro penitenciario de A Lama.
El acusado reconoció en su declaración ante el juez que en enero de 2011 había escuchado una voz en su cabeza que le inducía a ir detrás de la mujer de 76 años y añadió que "le toqué el hombro y la pierna. Se asustó, gritó y yo me marché". Sobre la tentativa de agresión sexual a una mujer de 63 años a la entrada de un edificio en el barrio de San Roque de Cangas en la noche del 23 de marzo de 2011, el joven indicó que en esa ocasión había sido por "un pensamiento que se me pasaba por la cabeza y que me decía que le tocara la pierna".
Los gritos de la mujer alertaron a un vecino que corrió tras el joven hasta lograr darle alcance. En ambos casos, el joven llevaba un pasamontañas en la cabeza que, según alegó, utilizaba en el trabajo en Marín cuando tenía frío. En ambos casos, Rosalino indicó que quería tocar a sus víctimas, no violarlas.
La primera de ellas, muy nerviosa, declaró que el 28 de enero de 2011 cuando transitaba por el camino de Darbo alguien "saltó de golpe y me agarró por el hombro. Pensé que era el vecino. Me tumbó en el suelo. Me hizo una llave y se echó encima mía. Me rompió la faja y yo me defendía como podía. Me metió la mano por debajo e hizo lo que quería y más". La mujer relató que el ruido de los hijos de una vecina que se acercaba por el camino hizo que el agresor se diera a la fuga. Cuando el fiscal le pidió que observara la cara del hombre que estaba en el banquillo para identificarlo, la mujer rompió a llorar para afirmar: "No, no quiero mirarle". Durante las preguntas de la defensa, la victima llegó a increpar al abogado espetándole "no tergiverses las cosas", y el presidente de la sala, Antonio Berengua, tuvo que pedirle varias veces que se sentara y que se callase.
La otra víctima también indicó que en el momento del ataque, el joven le "metió la mano en el cuello. Pensé que era mi marido, como no había nadie. Y me agarró por el muslo". Al percatarse de que se trataba de un desconocido, la mujer gritó y entonces "me dejó y me fui detrás de él y le reñí". Un vecino que salió en su auxilio fue el que finalmente consiguió dar alcance al agresor. Esta mujer fue incapaz de reconocer al joven como su agresor cuando se lo solicitó el fiscal.
Disculpas a las víctimas
Durante la vista oral testificaron hasta cinco peritos especializados en psiquiatría y psicología. Todos, con diferentes matices, coincidieron en determinar que el joven sufría un leve retraso mental que, sin embargo, no le evitaba poder comprender las consecuencias de sus actos.
La defensa mantuvo su planteamiento de que el joven es inimputable debido a los problemas psiquiátricos que padece que se manifiestan en su dificultad para comunicarse. El fiscal, por su parte, indicó que Rosalino es capaz de describir y matizar todo lo que recuerda y que, por tanto, no sufre conductas esquizoides para ser considerado inimputable. Y apuntó que desde la Fiscalía "hemos pretendido ser lo más benevolentes posible" y por eso rebajó la petición de prisión a 4 años y nueve meses por agresión sexual y por tentativa de agresión sexual.
La vista oral finalizó con las palabras de Rosalino: "Quiero pedir disculpas a las señoras". Ninguna de ellas se encontraba ya en la sala.