Paraguas de Senegal bajo la lluvia pontevedresa
Por Anxo Lourido
Caen unas gotas de lluvia. Y aparece Abdou cargado con una bolsa con más de una docena de paraguas. Abdou es un joven senegalés que, junto a un grupo de chicos de procedencia africana, se dedica los días de lluvia a ofrecer paraguas a los viandantes por el centro de Pontevedra.
- ¿A cuánto los vendéis?, pregunta una señora cuando pasa a su altura.
- A 6 euros
- A 6 euros, ¡¡¡qué caros!!!... y la mujer se marcha asegurando que por ese precio le compensa comprarlo en un establecimiento.
Abdou se queja. Dice que ellos tienen que pagar 4 euros por cada uno de los paraguas y si los venden por menos de 6 euros no obtienen beneficio. Aún así, a veces si aceptan regateos y hay clientes que se llevan su protección para la lluvia por cinco euros. "Nos da para tomar un café, algo caliente", dice el joven.
Abdou es de los pocos que acceden a hablar con la prensa. Sus compañeros intentan buscar excusas, alegan que están trabajando y que no dominan bien la lengua para poder expresarse en una entrevista. Abdou afirma que todos tienen miedo y reconoce que se ven obligados a recoger a toda prisa los paraguas y echar a correr cada vez que aparece la policía. Sabe que su sistema de venta ambulante es ilegal. Hasta el punto de que el vendedor reconoce que los agentes ya han amenazado a algunos de sus compañeros con multas. "A nosotros esta venta no nos da. Esto lo hacemos para sobrevivir. Vendemos muy poco. Y no hacemos nada malo. No es droga. Solo son paraguas" afirma muy serio.
En su caso, lleva cuatro años en Galicia, antes trabajaba en la construcción pero "ya no tenemos trabajo y no queremos robar". Afirma que comparten vivienda por grupos. "Algunos vivimos cuatro o cinco juntos en un piso". Y se lamenta: "no encontramos trabajo en ningún sitio". Por eso se pasan los días así, agazapados en los portales, soportando el frío e intentando pasar desapercibidos ante la presencia de la policía, cargados con su lote de paraguas de colores envueltos en un plástico transparente. "La gente nos trata bien. Cuando deje de llover, venderemos otras cosas. Pero es mejor que llueva", asegura Abdou. Se baja la capucha y se cobija bajo el quicio de la entrada de un establecimiento comercial que lleva semanas cerrado. Allí se quedará hasta que alguien le invite a vender en otra parte.