Achacan a una estrategia "sibilina" del capellán de A Lama las acusaciones contra los Miguelianos
Por Natalia Puga
Iria Quiñones, consagrada de la Orden y Mandato de San Miguel Arcángel, ha negado este martes de forma reiterada las acusaciones que pesan sobre esta asociación privada de fieles y sobre su líder y fundación, Feliciano Miguel Rosendo da Silva.
En su declaración como acusada en el juicio que se está celebrando en la Audiencia Provincial de Pontevedra aseguró que jamás presenció ni tuvo conocimiento directo de los episodios de relaciones sexuales o exorcismos que relatan los antiguos adeptos y atribuyó la investigación que ha dado lugar a esta causa a una inquina personal del capellán de la cárcel de A Lama, Isaac de Vega.
Según su testimonio, De Vega estuvo muy vinculado durante años a la asociación, pero en 2012 "empezó un proceso de destrucción silenciosa de la orden" y que "sibilinamente intentó amargarnos la existencia". La ruptura de este religioso con el colectivo se produjo en el año 2013, pero "ya había empezado antes su labor".
Esta consagrada de Orden y Mandato, acusada en esta causa por el delito de asociación ilícita por el que el fiscal pide que sea condenada a dos años de prisión, declaró durante cinco horas este martes en la Audiencia y cerró filas entorno a la actividad de la orden, negando no sólo los supuestos delitos sexuales o contra la integridad moral, sino también cualquier irregularidad de tipo económico, al menos, que ella tuviese conocimiento.
Tras saltar a la luz la investigación sobre esta asociación, hoy disuelta por la Iglesia, se ha conocido a las consagradas que llevaban hábito de Orden y Mandato como pseudomonjas. Ella este martes quiso mostrar su malestar por este término. "Me duele mucho que se nos trate de pseudomonjas porque esto es una práctica habitual de la iglesia, éramos consagradas como hay otros 5.000 movimientos en la iglesia hoy en día que se están fundando y que empiezan así, siendo la asociación pública de fieles", explicó.
"Entiendo que esto para la gente de la calle es una chaladura", reconoció en un momento dado esta acusada al referirse al revuelo que se generó cuando las familias de las consagradas de la orden empezaron a denunciar presuntas irregularidades. Ocurrió a finales de 2013 y el desencadenante lo sitúa en la visita a uno de los 'locutorios' de la asociación de los padres de la coacusada Ivana Lima "diciendo barbaridades, diciendo lo mal que estaban, lo mal que lo estaban pasando".
Tras esa visita, vinieron más de personas a las que Iria Quiñones llama los "agitadores", las personas de la familia de consagradas con los que estos padres y otros empezaron a hablar diciéndoles que sus hijas no estaban recibiendo un buen trato en Orden y Mandato. Fueron "los peores meses de mi vida", pues ella "entendía a los padres lo que estaban viviendo, pero tampoco podía darles la razón porque sus hijas estaban perfectamente y estaban allí porque querían".
Estas afirmaciones le sirvieron también para negar otras acusaciones sobre el hecho de que las consagradas no tenían libertad de movimientos o sobre prácticas fuera de la iglesia por parte de Miguel Rosendo. Así, negó que que emulase ser San Miguel Arcángel o protagonizats escenas de exorcismos o hablase de poderes sobrenaturales. De hecho, en su opinión, "la facultad sobrenatural que tenía era que rezaba, cosa que los demás no solíamos hacer".
Entre las prácticas que niega figuran el hecho de que Miguel Rosendo se hiciese pasar por sacerdote o diese la comunión. Así, asegura que él ni siquiera les pedía que le llamasen "padre", pero que lo hacían igualmente porque así se lo pedían sacerdotes que les visitaban en la 'casa madre' de Mougás o en el convento de Vilariño. "Todos los sacerdotes que nos rodeaban se hartaban de decirnos que Miguel era un tesoro, que no sabíamos lo que teníamos", asegura, "decían: cuidado con lo que haces con esta gente, porque estás pisando terreno sagrado".
Al respecto, insistió en que a pesar de que carecía de fomación en teología, Feliciano Miguel Rosendo "tenía una vivencia de Dios y tenía una manera de hablar de Diós que incluso a los sacerdotes les sobrecogía". En todo caso, repitió que él "nunca me invitó a mirarle como alguien especial".
Las acusaciones de abusos o agresiones sexuales son las más fuertes que se siguen en esta causa, de las que tanto la Fiscalía como la acusación particular responsabilizan a Miguel Rosendo, para quienes piden 66 y 85 años de prisión, respectivamente. A pesar de que la coacusada Dolores Espiñeira aseguró en la sala de vistas que Iria Quiñones participaba en "ruedas", nombre con el que se refería a orgías sexuales, ella negó todo tajantemente.
"Yo he vivido otra cosa", aseguró, al tiempo que indicó que es "incomprensible" y "loco" todo lo que se afirma sobre las prácticas sexuales en las que Feliciano Miguel supuestamente mantenía relaciones con las consagradas y otros integrantes de la orden supuestamente "para purificarlas" o "quitarles los demonios". Según los denunciantes, a esas acciones les llamaba "trabajos" o "trabajitos", pero Quiñones asegura que, cuando alguien hablaba en esos términos se refería a "oraciones" que hacía el líder en privado.
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